Comuna

EL ACONTECIMIENTO BRASIL

Raúl Prada Alcoreza

En memoria de Ruy Mauro Marini, teórico de la dependencia, militante de la liberación continental, marxista heterodoxo, participe de la creación de una episteme latinoamericana y del Caribe.

A modo de nota de cabecera
Por la importancia de los temas tratados en el libro de Raúl ZibechiBrasil potencia, presentamos los ensayos por tópicos. En este sentido, ahora exponemos el debate sobre el subimperialismo como pieza de la segunda parte de la tercera incursión en la historia reciente.  

Breve historia de un subcontinente
Brasil siempre ha sido un desafío para el análisis. Brasil, no sólo como formación económico-social, de acuerdo al concepto marxista, que intenta adecuar el concepto abstracto de modo de producción a conformaciones históricas efectivas, concretas y complejas, sino formaciones sociales, territoriales, ecológicas complejas, ampliando la idea de formación a la perspectiva móvil, integrada y articulada de la complejidad. Dejemos a un lado la discusión sobre el concepto de formación, no sólo en lo que respecta a sus estructura categorial, sino al sentido mismo, el sentido dado por las fuerzas integrantes; ¿quién o, mejor, quienes forman? Esta es la pregunta; no tanto si el concepto de formación expresa, en su estructura representativa, la “realidad”, en tanto complejidad.

Brasil es una palabra, por lo tanto un nombre, en este sentido una metáfora. El filólogo Adelino José da Silva Azevedo, considera que se trata de una palabra de origen celta, barkino traducida al español como barcino.  También se interpreta la antigüedad del nombre remontándose a la lengua de los antiguos fenicios;la palabra nombra a un colorante rojo utilizado para teñir textiles. Tiempo después, la palabra fue adoptada por los genoveses, transformando su sonido a brazi, que en español era pronunciada como brasil. El uso dado fue para referirse al palo Brasil; una especie arbórea de la que se obtiene una madera de color rojizo,usada en la ebanistería, también para la teñido de textiles. Los portugueses nombraron a las tierras arribadas como la isla Brasil, ubicada en el medio del Atlántico;tierradel palo brasil. Durante la colonia, los cronistas coincidieron en la interpretación del origen del nombre de Brasil. Se puede nombrar a João de Barros,Frei Vicente do Salvador y Pero de MagalhãesGândavo, compartiendo esta interpretación etimológica.

Otros nombres compitieron en nombrar estas tierras,Monte Pascoal,Isla de Vera Cruz, Tierra de Santa Cruz, Nova Lusitânia, Cabrália. Durante la época del imperio, el nombre oficial del país fue Imperio de Brasil. En 1967, con la primera Constitución de la dictadura militar, Brasil pasó a llamarse oficialmente la República Federativa de Brasil, nombre que la Constitución de 1988 conservó. Posteriormente, con la proclamación de la república, se denominó Estados Unidos del Brasil

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RELACIONES DE DOMINACIÓN

Raúl Prada

 

 

 

El investigador brasileiro ElsioLenardão[1] nos ofrece uno de los ensayos más sobresalientes y sugerentes del libro de la CLACSO Temas y procesos de la historia reciente de América Latina[2]. Sobresaliente porque toca un tópico problemático en el ámbito de las relaciones sociales y políticas, constitutivas no solamente de las formaciones sociales sino, sobre todo, de las relaciones de dominación. Sugerente porque propone una interpretación dinámica de la complejidad inscrita en las relaciones clientelares. El ensayo o la exposición de la investigación titula Algumasrazões da permanênciado clientelismo político noBrasil contemporâneo. En adelante nos concentraremos en esta pródiga exposición, plagada de vetas que penetran en las composiciones geológicas de las relaciones de poder, de las relaciones de dominación, en tópicos poco estudiados, como es este de las relaciones clientelares[3]. Después nos abocaremos a reflexionar sobre dos investigaciones exhaustivas sobre el acontecimiento histórico-político-social-económico-cultural-territorial-vital llamado Brasil. Tomamos en cuenta el libro de Raúl ZibechiBrasil potencia[4] y el libro de Francisco de Oliveira El neo-atraso brasilero[5]. Además de considerar en la reflexión y en el análisis, en esta tercera incursión en la historia reciente, la intensa interpelación crítica de Camila Moreno al capitalismo verde; el título de este ensayo es Economía verde: En lugar de una solución, la nueva fuente de acumulación primitiva[6].

 

Economía política moral

 

Se puede decir que los políticos son gente extraña; de todos los que trabajan o se dedican a su profesión, a su oficio, son los únicos que reclaman que se reconozca su sacrificio. Los demás consideran que lo que hacen es su trabajo, su laburo o labor, su oficio, su profesión; para eso se metieron a efectuarlo. En cambio, los políticos consideran que es una entrega, incluso renunciando a beneficios y oportunidades, que hubieran encontrado o realizado, sino fuera su entrega patriótica en aras del pueblo, del país, de la nación, de la patria. ¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué no consideran, como los demás, que lo que hacen es el compromiso que adquirieron al inmiscuirse en estas tareas de representación, delegación, voceros, gestores, funcionarios, gobernantes?  Empero, lo sorprendente de este comportamiento, de esta psicología, no queda ahí; el pueblo considera, de una u otra manera, crédulamente o con dudas y dubitaciones, que esto es así. O sea los representados también participan de esta interpretación, que podríamos llamar social, incluso popular. ¿Es así? Tendríamos que aceptarlo, ya que representantes y representados, gobernantes y gobernados, están prácticamente de acuerdo en esto. Sin embargo, sabemos, también, por la larga experiencia de los pueblos, de sus luchas sociales, de sus rebeliones y sublevaciones, de sus movimientos anti-sistémicos, que esta creencia política ha sido interpelada una y otra vez, ha sido cuestionada y puesta en evidencia.

 

 

 

La pregunta es entonces: ¿Qué es lo que empuja a este imaginario ególatra a los políticos? ¿Qué es lo que empuja al pueblo o parte de él, a compartir este imaginario, de una manera cómplice y concomitante? ¿Qué clase de relaciones se establecen entre políticos y pueblo, sobre todo con los políticos populistas? ElsioLenardão encuentra una clave de estas relaciones de dependencia, de expectativa y esperanza, de economía política moral, que, en resumidas cuentas, puede figurarse como hurgar en el avispero de las necesidades. El político populista convoca al pueblo, a los “pobres”, convocando a sus necesidades, hurgando en las carencias, en las demandas dichas y no dichas, empero manifestadas corporal y materialmente como escasez o falta. Los “pobres”, los marginados, los discriminados, los vilipendiados, encuentran en el político populista al padre que no tuvieron, que los abandonó a su suerte. Al caudillo que los abraza, le muestra su afecto, que forma parte de su miserable hogar, pues los visita en el barrio. La relación es afectiva; el lazo es sentimental, el compromiso es moral, más que político.

 

 

 

De entrada ElsioLenardão dice que la preocupación de la investigación es identificar los factores que expliquen la permanencia de las prácticas clientelares, que involucran a sectores populares, prácticas que configuran el campo político brasilero. A partir de la investigación empírica sobre relaciones clientelares en la ciudad de Londrina, al interior del Estado de Paraná, en el sur de Brasil, se contrastan interpretaciones sobre el mismo tópico; tesis evaluadas críticamente a la luz del develamiento hecho por los testimonios populares entrevistados. Entre los autores más notorios contrastados se encuentran Francisco Pereira Farias[7] y JesséSouza[8]. El político de referencia es Antonio Belinati, quien establece una relación personalizada con sus electores, conformando una clientela. ElsioLenardão dice que la personalización de la relación política es esencial en la formación declientelas.La proximidad personal y contacto directocon el votante, construyen relaciones afectivas, que le permiten crear y mantener vínculos morales, fundados en compromisospersonales y de "amistad", que hacen de soportes de las relaciones clientelares[9].

 

 

 

Lenardão define el clientelismo político como la modalidad que obtiene el control de un contingente de votos y retiene el apoyo político de su electorado cautivo, por medio de la cooptación o si se quiere, enganche, ofreciendo “favores”, ya sea en forma de dinero, apoyo al acceso a servicios, como el agua, la luz, alimentos, construcción, así como el acceso a puestos de trabajo, también el acceso a la atención de salud, al tratamiento médico, a la obtención de medicamentos. En términos generales, se podría decir, que estas relaciones afectivas y de dependencia, forman parte de lo que hemos llamado economía política del chantaje[10]. Pues, en el fondo hay como una coerción; si votas por mi tendrás beneficios.  Como Lenardão aclara, esta expectativa popular no forma parte de los derechos civiles, de los derechos ciudadanos, no se asume que sus demandas son derechos, que el Estado está obligado a atender, sino se considera comúnmente como logros posibilitados por mediación del compadre, del padrino, del político populista, que se acerca a ellos en códigos afectivos.

 

 

 

Lo inquietante del análisis de ElsioLenardão es que su prospección, auscultación, geología, podríamos decir nosotros, de estas relaciones clientelares, de estos espesores de relaciones, que muestran su voluminosidad afectiva y moral, es que nos abre a interpretaciones de la complejidad componente de las relaciones sociales, ocultadas por los análisis formales de las ciencias sociales de la modernidad. Las ciencias sociales han reducido las relaciones sociales a lazos abstractos, a líneas de conexiónabstractas, mejor si son susceptibles de cuantificación. Las relaciones dejan de ser así relaciones vivida, sufridas, afectivas, para llegar a ser relaciones de cálculo económico, de cálculo de costo y beneficio, en su forma más abstracta, o relaciones sujetas a procesos de racionalización, es decir, modernización. Este es el cuadro abstracto construido por las ciencias sociales. Nada más lejos, como ellos mismos dicen, los científicos sociales, de la “realidad”. Las relaciones efectivas no dejan de ser nunca sino singulares, complejas, entrelazadas, afectivas, sentidas. La racionalidad efectiva, no la abstracta, la racionalidad integrada a la percepción y a la experiencia, interviene para interpretar, justificar, explicar, legitimar los actos.

 

 

 

Si las relaciones clientelares siguen siendo vigentes en el desenvolvimiento político de Brasil, también lo son en el desenvolvimiento político de América Latina y el Caribe, comprendiendo sus variedades, diferencias contextuales e históricas. Tampoco podemos llegar a decir, como de alguna manera se supone en la interpretación de Lenardão,así como de analistas latinoamericanos de prestigio, que esto del clientelismo, mejor dicho, en su amplitud, esto de las relaciones sociales en su espesor afectivo se dan sólo en las experiencias de las modernidades “periféricas”. De ninguna manera, el mundo que compartimos, en su geopolítica diferencial y racial, que separa, representativamente, “centros” y “periferias”, es un mundo integrado, a pesar de sus contrastes, de sus desigualdades, de sus contradicciones, de sus antagonismos. Lo que pasa es que en las “periferias” se manifiesta más elocuentemente el fenómeno descarnado del poder. Quizás, en las sociedades autonombradas como “desarrolladas”, se logra, mas bien, ocultar estos fenómenos complejos de las dominaciones, salvo en momentos de crisis de valores, como cuando se dieron las emergencias del nacional socialismo, en Alemania, y del fascismo, en Italia.

 

 

 

En vano los científicos sociales, entre ellos los economistas del “primer mundo”, pretenden mirar desde “arriba”, con aire de superioridad o, mejor dicho, en el mejor de los casos, como evaluando una situación que habrían superado, situación reconocida como transición dramática de los países del “tercer mundo” y del “segundo mundo”.Pues ellos, los “países desarrollados”, a pesar de todas las apariencias tecnológicas y de acumulación de capital, nunca salieron de la naturaleza. Nunca escaparon de las dinámicas de la vida, entre ellas del acontecimiento proliferante y contrastante de los afectos. Les falta humildad para poder aprender, les falta, por lo tanto, predisposición a saber, a conocer, la complejidad del embrollo social donde ellos también están metidos. En este sentido las sociedades llamadas “periféricas”, equivocadamente, enseñan descarnadamente sobre las dinámicas complejas de la modernidad heterogénea.

 

 

 

Es avisadopretender una epistemología del sur, cuando somos un mundo integrado en su diferenciación, contrastes y contradicciones. A estas alturas de las investigaciones históricas, ya sabemos que el sistema-mundo capitalista, que, si se quiere, contiene el núcleo del modo de producción capitalista, que no puede ser sino mundial, nace, como sistema, en lo que llaman los teóricos de la dependencia “periferias”. Las empresas, los emprendimientos descomunales, con todas sus violencias desbocadas, con todos sus conglomerados, mezclas, entrelazamientos, sosteniendo la versatilidad y la vertiginosidad de la modernidad, se dan primordialmente en las llamadas “periferias”. Ahí están como ejemplo las plantaciones de caña, de café, de tabaco, de frutas; también están los campamentos mineros; en su envergadura descomunal, el tráfico y comercio de esclavos. Ahora, podemos hacernos la pregunta: ¿Dónde está el núcleo del capitalismo? No está en lo que se ha identificado en la geopolítica del sistema-mundo como “centros”, sino en las “periferias”. Los que apuestan por una epistemología del sur están equivocados; no se va encontrar la posibilidad de la emancipación en los lugares no tocados, no enajenados, o, si se quiere, mejorando el ejemplo, para que no sea tan simple, en la pureza de lo propio, en el sentido de lo que resiste, en sentido que guarda las tradiciones, aunque mezcladas con los toques de la modernidad. Esto es buscar en la utopía de un pasado o en la utopía de un presente, pretendido virgen, la tierra prometida. Esto no deja de ser mesianismo y cristianismo heredados, traducidos a lenguajes políticos y teóricos modernos. La importancia de la inmensa “periferia” dominada por un “centro” dominante es que el secreto del capitalismo se encuentra precisamente ahí, en la inmensa geografía diferencial de las “periferias”. Las “periferias” son el lugar del despojamiento, la desposesión, la explotación, el abigarramiento y la suspensión, dadas en magnitudes descomunales. Para decirlo de una manera ilustrativa; el capitalismo no es exactamente la acumulación, como ha creído la economía política y la crítica de la economía política, sino lo contrario, es el despojamiento, la desposesión, la explotación. El capitalismo sólo se puede descifrar por la magnitud, la elocuencia desgarradora, de sus violencias desbocadas, en contra de la naturaleza, tanto humana como de todos los seres de la madre tierra.

 

 

 

La tarea de la crítica no era ponderar el capitalismo por el progreso o por el desarrollo, menos, como dicen los marxistas, por el desarrollo de las fuerzas productivas. Al capitalismo habría que conmensurarlo por su capacidad destructiva. Para decirlo metodológicamente, lo que llaman progreso y desarrollo son efectos de la destrucción. Los economistas, los científicos sociales, han construido su explicación a partir de los efectos, no de las causas. Aunque suene dicotómico, incluso reductivo, lo que decimos pretende poner, como se dice, las cosas en su sitio. Ciertamente, es simple considerar esta relación lineal casualista, incluso determinista, de causa y efecto. Sin embargo, tiene un valor; mostrar el absurdo de la interpretación unilateral de las ciencias sociales y de las ciencias económicas, así como del propio marxismo. 

 

 

 

Retomando el tema, dejemos el contexto mayor en lo siguiente: la generación del capitalismo no parte del llamado “centro” del sistema mundo sino de la llamada “periferia”.

 

 

 

La investigación y el análisis, en el que está involucrado Lenardão, es el recorrido descriptivo y analítico de una pesquisaque toca un tópico fundamental, por así decirlo; el espesor de las relaciones políticas. Esta investigación y el análisis nos dan la oportunidad de develar, de hacer visible, lo que ha ocultado el racionalismo formal y abstracto de las ciencias sociales y económicas. La complejidad de relaciones que se dan en dinámicas que conjugan y combinan plurales disposiciones corporales, la multiplicidad inherente a la experiencia social y a la percepción social. Aunque en las llamadas “periferias” se de esta relación de manera descarnada, y en los llamados “centros”, mas bien, se oculte, pero no desaparezca, lo importante es comprender que las relaciones sociales, entre ellas las relaciones políticas, se dan en los flujos y compulsiones de espesores sensibles, de hombres y mujeres. Este acontecimiento, que deviene de la vida, en su pluralidad, es el substrato de todas las contingencias y devenires sociales, aunque aparenten, racionalidad, formalismo, representación abstracta. Esto no es más que unacomedia, para decirlo categóricamente.

 

 

 

La tesis es la siguiente: No hay “centros” ni “periferias”. Esto puede parecer contradecir a los elaboradores de la teoría de la dependencia. Aunque parezca paradójico, es afirmarlos. Ellos nos enseñaron el secreto del capitalismo, fueron más allá de Marx, nos enseñaron que el desarrollo produce subdesarrollo, que el subdesarrollo produce desarrollo, que nos encontramos en un sistema-mundo cuya geografía diferencia “centros” de acumulación y concentración de capital y “periferias” despojadas y desposeídas de sus recursos. Ellos nos enseñaron que el capitalismo significa dependencia. Nunca hemos reconocido suficientemente el aporte conceptual de los de la teoría de la dependencia, teóricos del Sur, por lo tanto epistemólogos del Sur.  Ahora pretendemos superarlos, sólo poniéndole el membrete de epistemología del Sur a un viaje de las actualescarabelas en la nueva conquista del quinto continente, sólo que esta vez es para encontrar sus secretos espirituales escondidos. Esto no es más que colonialismo en la quinta potencia[11].

 

 

 

La teoría de la dependencia, en sus versiones, sobre todo radicales, logró interpretar el mundo, es decir, el capitalismo de una manera integral, tanto histórica, social, económica, cultural, comprendiendo los fenómenos concretos desatados por el capitalismo, en su relación; es decir, en su realización, en contradicción con las relaciones consolidadas históricamente en las sociedades variadas, diferenciales, plurales del mundo. Esa, la teoría de la dependencia, fue, lo que ahora se pretende lograr, sin acierto, epistemología del sur.

 

 

 

Para continuar la labor de estos teóricos latinoamericanos, debemos llevar a término sus premisas, sus tesis, debemos sacar las consecuencias radicales, de lo que vieron y lo configuraron en el cuerpo teórico elaborado. Si es como dicen, si estamos en un mundo conformado por la geopolítica del sistema-mundo capitalista, que diferencia “centros” de “periferias”, entonces el núcleo del capitalismo se encuentra en las “periferias” despojadas, desposeídas, explotadas y expoliadas. Eso es el capitalismo, la destrucción del planeta y delos ciclos de vida.  Lo que pasó con las “periferias” ahora le toca a los “centros”; el capitalismo especulativo, en su etapa de dominio absoluto financiero, requiere despojar y desaposesionar también a los pueblos de las sociedades de los “centros” del sistema-mundo capitalista. Ese es el costo de fabuloso crecimiento estadístico.

 

 

 

Volviendo nuevamente al análisis de Lenardão, nos encontramos con lo que podemos llamar, provisionalmente, el substrato de la política, lo que el mismo Lenardão llama economía política moral. Nos encontramos que la política, en la mejor versión, no solamente es poder constituyente[12], desmesura, desacuerdo[13], democracia efectiva, prejuicio de la igualdad, desmesura de la parte que reclama ser el todo[14], sino que, lo es, todo esto, porque en su substrato, si se quiere, metafóricamente, en su cueva, es desmesura dinámica de a afectividad. Esto concuerda con la definición de los biólogos contemporáneos, quienes definenla vida como memoria sensible.

 

 

 

¿Cuáles son las consecuencias teóricas de estos encuentros, de estos descubrimientos de la investigación? Para decirlo categóricamente, las ciencias sociales, entre ellas la ciencia política, se han movido en apariencias, en las apariencias de la representaciones abstractas; estaban tan encima, tan arriba, que no consideraron digno dedicarse a estudiar estos fenómenos tan paradójicos, complejos, enrevesados, afectivos, de las relaciones sociales efectivas; es decir, de relaciones sociales compuestas por la complejidad de niveles, de sedientos, de estratificaciones, de espesores afectivos, que hacen a lo que una corriente sociológica ha llamado vida cotidiana[15]. Cuando se considera este magma social nos vemos ante la necesidad de descifrar la complejidad desde la complejidad misma, evitando reducirla a simplificacionesescuetas, con el objeto de operatividad, o con el objetivo de lograr eficacia explicativa, que no es otra cosa que la reproducción de un modelo casualista o determinista.

 

 

 

El estudio de las relaciones clientelares en política nos muestra no solamente una relación paternalista y de dependencia, alejada de la consciencia de los derechos, como dice el investigador, sino la persistencia, usando las palabras del autor, de la dinámica afectiva, en todos los campos y niveles, si se quiere, mesetas, usando a Bourdieu y Deleuze. Es el reclamo, para no decir, el reconocimiento, como plantea Hegel en la Fenomenología del Espíritu. Es la demanda, como platea Ernesto Laclau. Es el grito como propone Enrique Dussel; pero, no la víctima, como el mismo propone; pues esta figura es derrotista, nihilista, profundamente cristiana, por lo tanto colonial. El y la reclamante, ely la demandante, ely la del grito, no es una víctima, es la resistencia que teme el poder; en mayor sentido, es el rebelde que aterra al poder.  La victimización es la conducta que complementa a la violencia del poder.  Son las heridas y las llagas que se muestran para condoler al dominador, al amo, al patrón. Esta postración es una derrota. Lo que nos enseñaron nuestros pueblos sublevados es que no son víctimas, sino son la desmesura vital sublevada contra la maquinaria abstracta del poder. Hablar de víctimas es hablar el lenguaje de los sacerdotes.

 

 

 

Lenardão dice que el clientelismo aparece más como una lealtad claramente moral, afincada en las relaciones personales, decodificada a partir de valores. No se puede olvidar que la concomitancia fue gestada a partir de "favores", recibidos del político por parte de los votantes. Estos “favores” se efectúan al margen del sistema institucional; ambos, el elegido y los electores, suponen que el sistema institucional no funciona. Lo que hacen es como una complicidad “anti-sistémica”, por así decirlo, aunque parezca paradójico y hasta contradictorio, incluso exagerado. Suponen ambos que hacen un ardid al sistema, que están comprometidos en esta complicidad. No solo hay colaboración, reciprocidad o expectativa, incluso, mejor dicho, ilusión de reciprocidad, sino que ambos conforman la política a partir de esta relación afectiva; trastocan, por así decirlo, la institucionalidad formalizada y dominante de la política. No se crea, no se puede reducir, a la hipótesis, de que el político populista se aprovecha del elector, del “pobre”, del demandante; esto es reducir la complejidad política a la figura estereotipada del aprovechador. En verdad, para decirlo de esa forma, el político populista llega a creer que, en algún momento, es también un transgresor. 

 

 

 

Hay pues como un drama entre ambas partes, el político, por un lado, y los/las electoras, la clientela, por otro lado; ambos constituyen la política efectiva en un país concreto, en un periodo determinado.  Ambos, escúchese bien, construyen el poder político efectivo, tal como se da, con sus legitimidades logradas, que son precisamente estas, las afectivas. ¿A esta experiencia vamos a descalificarlas como falta de consciencia de clase? ¿La consciencia de clase es la conciencia racional abstracta? ¿No estamos, mas bien, ante laconsciencia efectiva, usando este concepto discutible de la tradición filosófica moderna,cuando atendemos a las manerasconcretas de cómo se dan las experiencias sociales? No buscamos, de ninguna manera, hacer una apología del populismo, entiéndase bien, pues nunca faltan los jueces que buscan culpables, sino buscamos tratar de encarar un fenómeno tan complejo como la genealogía de la política, no a partir de diagramas de poder, como nos enseñó Foucault, sino cono génesis de los sentimientos, de las percepciones, más cerca de Nietzsche. Sobre todo, como les gusta decir a los de-coloniales, más cerca de las cosmovisiones indígenas. Lo que se da entre el elegido y el elector es un drama de poder. Uno, el primero, cree dominar, cuando está, por así decirlo, en el poder, cree controlar desde la maquinaria abstracta de poder; sin embargo, es esta máquina abstractala que domina efectivamente.El otro, los y las otras, creen obtener beneficios, en esta relación clientelar, cuando lo que ocurre es que se ilusionan con dádivas, que ciertamente compensan, imaginariamente, a sus sufrimientos. Como dijimos en un texto, usando lo que desechamos, esa figura de la víctima, pero, esta vez para ilustrar, ambos son víctimas de esta fenomenología, más que una genealogía, del poder[16].

 

 

 

La investigación de Lenardão nos invita a replantar las representaciones, a partir de las cuales, consideramos el mundo contemporáneo. Requerimos de un desplazamiento epistemológico, no al estilo del que reclama una epistemología del sur, sino del que parte de las experiencias colectivas, que manifiestan constantemente lo complejo de lo concreto, lo plural delas singularidades, los espesores de las relaciones, la ebullición de los espesores afectivos.  Para decirlo figurativamente, el Sur es la totalidad, Sur y Norte, afectado por un sistema-mundo integrado a partir de la acción de desposesión y despojamiento; es decir, de la expoliación y captura de la energía vital. Una epistemología desde el Sur es la epistemología que es capaz de comprender la integralidad de un mundo que funciona destruyendo la vida, aunque se presente una apariencia de bonanza en un norte y una evidente carencia en el sur.

 

Decir que las relaciones sociales, entre ellas las relaciones políticas, funcionan a partir de sus espesores afectivos, es replantear radicalmente la interpretación del mundo contemporáneo.  La teoría de la transición a la modernidad se viene abajo; la tesis de que la herencia de las relaciones tradicionales, entre ellas las clientelares, explica el “atráso” y la magnitud de las desigualdades, tomadas como pre-modernas, se viene abajo. La tesis, criticada por Lenardão, de que las desigualdades perversas se deben a la herencia de relaciones tradicionales, se viene abajo, cuando más bien son consecuencia de la “modernidad periférica”. Lo sorprendente es que las desigualdades abismales se deben a los proyectos desarrollistas implementados, a la búsqueda de progreso y desarrollo, a la “modernidad periférica”. Lo paradójico, es que una especie de amortiguación a la desigualdad aparece con estas relaciones complicadas clientelares, en sus códigos populistas.

 

Nadie dice, pues los ortodoxos interpretan maniqueamente, que esta relación, la clientelar populista, es emancipación o algo parecido o próximo.  De ninguna manera; es una relación de dominación. Sin embargo, hay que entender, que las relaciones de dominación son variadas y diferenciales. La relación de dominación, basada en el clientelismo, no deja de ser relaciones de poder; empero, su efectividad, es decir, su realización, se efectúa comprometiendo afectos, compromisos morales. Por eso, podemos decir, que esta relación forma parte de un drama, un drama donde los elegidos y los electores se embarcan al abismo, pues el poder, como lógicas de las dominaciones, y el capital, como lógica de despojamiento, en contraste, como lógica de acumulación, no se reproduce concediendo “favores”, sino inscribiendo en los cuerpos, la domesticación, la disciplina, la sumisión, la obediencia.Cuando no hay los suficientes recursos como para mantener la masiva demanda, los “favores” son solo promesa, en su elocución, son bonos, que mantienen a los desposeídos en la permanente expectativa. De todas maneras, hay que comprender la especificidad de estas formas de dominación afectivas, pues no funcionan de la misma manera que las formas de dominación burocráticas o las formas de dominación directamente violentas. Estas formas de dominación exaltan la ilusión de la proximidad por la elocuencia de los símbolos de afecto, las actuaciones de proximidad, desbordando el ámbito político de relaciones afectivas.  La dominación no es violeta, ni represiva, es seductora.

 

 

 

 

 




[1]Departamento de Ciências Sociais da Universidade Estadual de Londrina/Brasil.

[2]Margarita López, Carlos Figueroa y Beatriz Rajland: Temas y procesos de la historia reciente de América Latina. CLACSO       ; Santiago 2010.

[3] En este ensayo presentamos lo que corresponde al comentario a la exposición deElsioLenardão, en el libro citado; después, en otros ensayos, presentaremos lo que corresponde a los comentarios del libro de Raul Zibechi, del libro de Francisco de Oliverira y del ensayo de Camila Moreno.

[4] Raúl Zibechi: Brasil potencia. Entre la integración regional y un nuevo imperialismo. Ediciones Desde Abajo. Bogotá 2012.

[5]Francisco de Oliveira: El neo-atraso brasilero. Siglo XXI-CLACSO.

[6] Camila Moreno: Economía verde: En lugar de una solución, la nueva fuente de acumulación primitiva. En el libro Alternativas al capitalismo-colonialismo del siglo XXI. Grupo Permanente de Trabajo sobre Alternativas al Desarrollo.Fundación Rosa Luxemburgo. Quito 2013.

[7]Ver de Farias, Francisco Pereira:Clientelismo e democracia capitalista: elementos para uma abordagem alternativa, em Rev. Sociologia Política (Curitiba) Nº 15, novembro.

[8]Ver de Souza, Jessé:Uma interpretação alternativa do dilema brasileiro, em A modernização seletiva (Brasília: Ed. UNB); Democracia e personalismo para Roberto Da Matta: descobrindo nossos mistérios ou sistematizando nossos autoenganos?,em Souza, Jessé (org.);Democracia hoje: novos desafiospara a teoria democrática contemporânea (Brasília: Ed. UNB);A construção social da sub-cidadania, em TextosCiências Sociais (Londrina: Publicação do Deptº. de Ciências Sociais);A constituição da modernidade periférica, em

Souza, Jessé (org.) A construção social da subcidadania: para uma sociologia política da modernidade periférica (Belo Horizonte:Editora UFMG; Rio de Janeiro: IUPERJ); Modernização periférica e naturalização da desigualdade:o caso brasileiro, em Scalon, Celi (org);Imagens da desigualdade (Belo Horizonte: Ed. UFMG; Rio de Janeiro: IUPERJ/UCAM).

[9]Ver de ElsioLenardãoAlgumas razões da permanênciado clientelismo político noBrasil contemporâneo. Ob. Cit.; Pág. 274.

[10] Ver de Raúl Prada Alcoreza Cartografías histórico-políticas. Ediciones Rincón; La Paz 2014. Dinámicas moleculares; La Paz 2014. También revisar Descolonización y transición. AbyaYala; Quito 2014.   

[11] Llama la atención que cuando se refieren a una nueva epistemología sólo se refieren al campo de las ciencias sociales, incluyendo a la ciencia histórica, no así, para nada, a las llamadas ciencias duras. ¿Cómo concebir una ruptura epistemológica si esta es ofertada sólo en una parcialidad del horizonte epistemológico, del complejo articulado de conocimientos, saberes, ciencias y técnicas? ¿Qué clase de nueva epistemología puede conformarse si esta responde a un desplazamiento parcial de todo el campo epistemológico, incluso, mejor dicho, de todo el bloque de espesores, que contienen los planos de intensidad epistemológicos, por así decirlo? Por otra parte, no se trata de decir enunciados o hacer interpretaciones distintas a los discursos eurocéntricos, incluso contrastantes y contradictorios. Si se dicen enunciados, si se efectúan interpretaciones, distintas, incluso contradictorias, desde los mismos procedimientos abstractos, desde la racionalidad abstracta, que se separa de las percepciones y las experiencias sociales, no se hace otra que pensar de la misma manera, aunque se pretenda descolonización, con este gesto. De lo que se trata es de crear, inventar, desatar, otros mundos. Lo que equivale a efectuar una crítica a la racionalidad abstracta, continuando la crítica de la razón instrumental de Theodor Adorno y Max Horkheimer. Replantear la relación con el mundo o con los mundos, no desde la representación, sino desde la emancipación de los cuerpos y la liberación de la potencia social.    

 

[12] Concepto propuesto por Antonio Negri.

[13] Conceptos propuestos por Jacques Rancière.

[14] Ver de Jacques RancièreEl desacuerdo. Política y filosofía. Ediciones Nueva Visión; Buenos Aires.

[15] Nos referimos a ÁgnesHeller, más filósofa que socióloga, quien elabora una monumental obra sobre Sociología de la vida cotidiana. Ediciones Península; Barcelona 1977.

[16] Ver de Raúl Prada Alcoreza Acontecimiento político. Editorial Rincón; La Paz 2014. Dinámicas moleculares; La Paz 2014.

 

 

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SEIS ANOTACIONES SOBRE IDENTIDAD BOLIVIANA

Raúl Prada Alcoreza

 

Una primera anotación: Cuando se habla de identidad se habla institucionalmente. Se habla desde el Estado. La identidad existe formalmente por el Estado. Se lo contrario o en contraste, la identidad, es decir, la permanencia de lo mismo no es posible. Es imposible. Pues no hay identidad, no hay permanencia en el tiempo, ni siquiera la memoria. La memoria no es permanecer en el tiempo, la memoria es actualizar el espesor de la experiencia; es abrir el horizonte del pasado. La identidad no es un problema para los pueblos nómadas o sociedades nómadas. La identidad es un problema del Estado. Por lo tanto, un debate sobre la identidad es de los hombres de Estado. No hablo de las mujeres, pues las mujeres no son estatalistas, salvo si han creído el cuento de los hombres, de las fraternidades, del patriarca inicial, del Estado.

He leído un debate entre dos caballeros sobre Identidad boliviana[1]; debate entre un historiador, que fue vicepresidente, y un matemático que es vicepresidente[2]. Ambos muy preocupados por la identidad boliviana. Ambos, en realidad preocupados por el mestizaje. Uno, el segundo, que pretende defender la identidad indígena, aparentemente está en contra del mestizaje; empero, lo rescata en las mezclas, comprendidas, clasificadas, reflexionadas,  en la complejidad y laberinto de la identidades. Un gran esfuerzo teórico por exponer el tema, de una manera académica. Debemos apreciar este esfuerzo y esta exposición. Es honesta y dedicada, además de darnos la oportunidad de presentarnos los mejores argumentos estatalistas sobre la identidad. Elaborados de acuerdo a las teorías sociológicas contemporáneas. El otro, académico, serio, creyente del mestizaje, cree que el mestizaje existe. Es una existencia. Entonces basa su tesis sobre el Estado y la nación en el referente de la existencia del mestizaje. Tiene argumentos historiográficos. No se ha puesto a pensar que si la identidad es un problema del Estado, y la identidad del Estado-nación se basa en la “existencia” del mestizaje, el mestizaje también es una construcción institucional, es una construcción estatal. La mezcla, el mestizaje, como la identidad, es un problema del Estado moderno, de la institución paradigmática del diagrama de poder de la homogeneización.

Los caballeros entablan un debate agitado sobre el mestizaje y sobre la identidad boliviana. Se descalifican mutuamente. ¿Qué es lo que está en juego? Ambos creen en lo que dicen. Uno dice todos somos mestizos; empero, apuntando, con esa generalización, que, a su vez, es también relatividad, a las identidades densas, las que constituyen un proyecto politico, al convertirse en núcleo articulador. En este caso, la identidad india. Una identidad revertida, como violencia revolucionaria, a los conquistadores. El otro caballero, le otorga esencia al mestizaje, como sustancia histórica y cultural, sobre la que se habrían constituido las naciones y los Estado-nación de América latina.

No vamos a descalificar, de ninguna manera sus posiciones, ni sus argumentos; cosa que los caballeros lo hacen entre si, como si estuvieran enfrascados en una guerra a muerte, cuando piensan, en el fondo lo mismo, sobre el Estado. Al contrario, vamos a calificarlos, son dos discursos variantes de la formación discursiva estatalista. Tenemos, entre las dos exposiciones, cuadros enunciativos elocuentes de las preocupaciones nacionalistas y estatalistas, con sus variantes y diferencias, incluso con sus pretensiones distintas, incluyendo la pretensión de no ser nacionalista, ser mas bien plurinacional. No dejan de ser conmovedoras estas expresiones, pues, de acuerdo a las mismas, se juegan destinos. Sin embargo, lo llamativo es que se trata de preocupaciones basadas en la ilusión de la nación y del Estado. En el fantasma de la identidad.

 

Nuestro punto de partida es que no hay identidad; existencialmente no la hay, aunque lo haya institucionalmente. Registro de nacimiento, registro de lugar, registro consanguíneo, registro de clase, registro de lo que se quiera. La identidad no es posible en el devenir existencial. La existencia es experiencia y creación, la existencia es constitutiva, en el sentido más pleno de la palabra. Se existe constituyéndose permanentemente; es decir, cambiando, desplegándose, transformándose.  Eso es lo maravilloso de las sociedades, que son lo que son por sus estrategias alterativas. Las sociedades son, en sí, alterativas. Es el Estado el que prohíbe esta alteridad.

De las múltiples paradojas de la modernidad, ahora, en este ensayo, podemos mencionar una sobresaliente. La modernidad enseña, en su vertiginosa experiencia, la plasticidad de los acontecimientos; sin embargo, es en la modernidad, cuando se postula desesperadamente a la quietud, al equilibrio, a la permanencia, a la homogeneidad, a la identidad.  Gran parte de esta inquietud se expresa en las teorías del Estado; sobre todo en la construcción del Estado. La idea del Estado viene acompañada con la narratividad de la nación, que es su construcción. La nación como construcción ideológica del Estado, que expresa un mito, el mito de que la nación es anterior al Estado.

La nación, el pueblo que nace como nación, consciente de sí mismo, de su historia, es un mito estatal. Mito de legitimación del Estado. El Estado necesita de la nación para ungirse de legitimidad, inventando una historia dramática, de luchas y de sangre; historia sobre la que se habría constituido la nación como matriz del Estado. Para no extendernos a las historias de las sociedades del mundo, que son ricas en su diferencia y diversidad, quedándonos en el continente de Abya Yala, podemos aseverar, con cierta seguridad, que lo que había preponderantemente, antes de la llegada de los españoles, portugueses, ingleses, europeos, eran pueblos y confederaciones de pueblos.  A cada uno de los pueblos, a cada una de las identidades, a cada territorialidad, no podemos llamarlas identidades. Este es un denominativo moderno, el principio de identidad, íntimamente vinculado al Estado. Los pueblos, llamadas tribus por la antropología inicial, no son identidades, son redes de parentesco, controles de descendencia, filiaciones, memoria sanguínea en la tierra, alianzas territoriales. Estas estrategias de control no son identidades, son, de acuerdo a los relatos, mitos, narratividades ancestrales, estrategias de control y de expansión. Fundamentalmente estrategias de alianza, si se quiere, estrategias políticas, estrategias de complementariedad, de asociación, también de disponibilidad, así como, imaginariamente, de prestigio.

De manera diferente al esquema estructural de la identidad, la complementariedad, asociación alianza y prestigio, no es igualdad, mismiedad, permanencia de lo mismo, sino devenir, mutación, metamorfosis, algarabía comunicativa con los seres del universo. El reconocimiento, respecto del otro, de la otredad, no es por la identidad, sino por la metamorfosis, por la magia de la concomitancia de las fuerzas. La “identidad” es, si se quiere, animal, natural, en constante metamorfosis; es decir, es perdida contante de “identidad”. Nada permanece. Todo deviene. Esta certeza de las sociedades antiguas y ancestrales es conmovedora. Pues asumen perceptualmente el acontecimiento social, histórico, cultural, somático de los pueblos.

Frente a esta sabiduría antigua y ancestral, la modernidad les ha opuesto la ciencia positiva, la filosofía metafísica, de la homogeneidad,  de la universalidad, basadas en el principio de identidad.

Segunda anotación: Hablar de identidad boliviana es aceptar el punto de partida de las oligarquías regionales, que se opusieron al proyecto de Tupac Amaru al Proyecto de Simón Bolívar. Es aceptar la republiquetas, aceptar el proyecto terrateniente y extractivista de estas oligarquías. Es aceptar Bolivia, Argentina,  Brasil, et. Renunciar a la Patria Grande. Hablar de identidad boliviana es asumir el discurso nacionalista. Atacar las “identidades” indígenas, postulando la identidad mestiza, es asumir el discurso del Estado. Los caballeros, en su pelea, desconocen las historias efectivas de las comunidades y pueblos de Abya Yala.

Tercera anotación: Suponer un ser nacional, que también es tomado como sujeto nacional, como consciencia nacional. Esta conjetura de unicidad es antropomórfica, eleva la condición singular de una humanidad a condición universal. Supone un sujeto unificado, una consciencia unificada, un ser unificado. Esta es una elaboración metafísica, la transferencia del perfil individual a un perfil único de todos, como si esta pluralidad se comportara como un individuo. Esta imagen del individuo global es una construcción estatal, forma parte de los mitos construidos por el Estado, por el campo escolar, por el campo institucional. Este individuo global, este sujeto nacional, este ser nacional, como personificación de la consciencia nacional, no existe, salvo en el imaginario estatal. Ciertamente fue parte de las hipótesis primordiales de la filosofía moderna. Lo que oculta y reprime esta manera de proceder, esta manera de inocular la imagen del Estado, en este caso la imagen ontológica del Estado, así como la imagen psicológica del Estado, son las dinámicas moleculares, contingentes, singulares, plurales, asociativas y compositivas de las sociedades. El ser nacional, la consciencia nacional, forman parte de los mitos del poder, de la dominación polimorfa, que encuentra su legitimación precisamente en estos mitos. Los que hablan de ese modo son hombres del Estado, son hombres del poder, lo hagan como discurso teórico o lo hagan como discurso político.

La potencia social no se expresa como ser social, como sujeto social, como consciencia social; serían, en todo caso, metáforas. La potencia social se manifiesta como acontecimiento, en la multiplicidad de sus singularidades bullentes y creativas. La potencia social deviene en composiciones, en asociaciones, en coordinaciones y complementariedades; aunque también, cuando cae atrapada en las redes institucionales de captura, la potencia social es fijada como instituciones. Por lo tanto, el poder se alimenta de las capturas de la potencia social.

¿Qué es entonces eso, esa experiencia, que no es identidad, que es un tema del Estado? Desde sus inicios las sociedades humanas territorializan, codifican, sobre-codifican, generan plusvalía de código. Hay, como dice la antropología, control de la descendencia, la inscripción de la memoria de sangre en la tierra. Hay el clan, la comunidad, el ayllu. Están las redes de alianzas y filiaciones, los amarres territoriales. Acompañados por imaginarios y narrativas, mitos inaugurales. Es difícil sostener que estas son identidades, aunque se les llame identidades colectivas. El principio de identidad es un principio estatal; en las sociedades sin Estado no se recurre a este principio. No lo necesitan. Se puede decir que se trata de construcciones colectivas, comunitarias, de la memoria social. Entendiendo memoria no como consciencia, como sujeto; de ninguna manera; sino como espesor de planos de intensidad de la experiencia social. Tampoco considerar a la memoria como única, compartida por todos. La memoria es singular, está en cada quien; sin embargo, la memoria es sedimentación de la interacción múltiple de singularidades, de la apropiación de saberes, conocimientos, interpretaciones, en las constelaciones sociales. La memoria social es una constelación de memorias singulares. Es en esta pluralidad donde la memoria social es recogida y asumida singularmente por cada quién. Lo que hace posible este compartir, esta convivencia, esta coexistencia, es el mundo, la participación en el mundo, aunque esta participación sea singular en cada quien. Si se quiere, es ser en el mundo, entendiendo este ser en el mundo como un constituir el mundo, siendo, a la vez, constituido por el mundo.

Alguien puede decir este mundo es precisamente la nación, el Estado. De ninguna manera, la nación, el Estado, son reducciones institucionales del mundo. El mundo rebasa estos imaginarios institucionales; los desborda con sus dinámicas creativas, en constante devenir. No hablamos solo de mundo en su sentido planetario, sino también del mundo local, del mundo regional, del mundo territorial.  Las sociedades nacen en cada presente, se actualizan, emergen distintas, replanteando sus pasados. El nacimiento como origen, como nacimiento compartido, es un mito estatal. Los Estados construyen la nación como legitimación, también construyen un pueblo, como voluntad general. Las naciones han sido construidas por los estados, luchando contra las múltiples formas y expresiones socioculturales y lingüísticas. Han impuesto una nación a sangre y fuego.

En Bolivia, como el Perú, como en la Argentina, en los países conformados al sur del Río Grande, las naciones, es decir, los Estado-nación, se han configurado en guerra contra las confederaciones de sociedades y pueblos nativos, también en contra de los proyectos integrales de Tupac Amaru y Simón Bolívar. Fueron las oligarquías regionales las que impusieron las republiquetas, negando la posibilidad de la Patria Grande. Cuando se dice que la nación ahora está conformada, ampliada, por la participación indígena, como se dijo, como parte del discurso nacionalista de la revolución de 1952, como se lo enuncia ahora, con un pretendido discurso descolonizador, no se hace otra cosa que hacer cómplices a los indígenas de su propio etnocidio. Insistir en un discurso de Estado-nación, en un discurso nacionalista, en un discurso de la identidad boliviana, es insistir en la reducción estatal de las dinámicas sociales de los pueblos. Es insistir en la identidad construida por los Estado subalternos, identidad negadora de la multiplicidad, de los devenires, de la creatividad proliferante de las sociedades. Sobre todo es insistir en el proyecto oligárquico, popularizado con la revolución de 1952, “indigenizado” con los gobiernos populares y progresistas, pretendidamente descolonizadores,  de Evo Morales Ayma. Es también insistir en las republiquetas, negando la posibilidad de la Patria Grande, que no es posible en las gestiones burocráticas de los Estados y gobiernos, sino en las gestaciones complementarias de los pueblos.

Cuarta anotación: Una idea esquemática de la historia. Se tiene una idea caricaturesca de la historia. Personajes estereotipados enfrentándose, formas y perfiles definidos, vaciados de sus espesores históricos. Recortes de realidad donde el conflicto se reduce a la concurrencia de proyectos conscientemente asumidos, claros en sus intenciones. Desaparecen las relaciones de poder efectivas, concretas, singulares; desaparecen las mediaciones, las conductas mezcladas, las complicidades. Desaparecen los dramas individuales y colectivos. Si de Hegel se decía que había reducido la historia efectiva a la historia dialéctica de conceptos, de este tipo de esquematismo histórico se puede decir que reduce la historia efectiva a figuras caricaturescas. Pretendiendo una lectura moral de la historia.

En relación al análisis histórico, es indispensable responder a preguntas problemáticas: ¿Por qué se impuso la voluntad de la oligarquía regional? ¿Por qué pudieron incidir más los doctorcitos de Charcas que el mismo ejército independentista? ¿Qué pasó con los pueblos y las sociedades nativas desde el desenlace del levantamiento indígena del siglo XVIII? ¿Cuál fue su papel en la guerra de la independencia? ¿Por qué no se levantaron en el siglo XIX como ocurrió en el siglo XVIII? Por otra parte, es indispensable contar con mapas adecuados y detallados de de las estructuras institucionales, de los campos económico, social, político y cultural del siglo de las luces, cuando se funda el Estado-nación boliviano. Contar también con las cartografías de las distintas épocas y periodos republicanos, sobre todo antes de sus grandes crisis políticas, como la de la guerra del Pacífico, la guerra Federal, la guerra del Chaco, la revolución de 1952, la contrarreforma neoliberal, la movilización prolongada de 2000-2005. Sin estos recursos y estos referentes se cae fácilmente en esquematismos históricos.

Para contrastar con estos esquematismos históricos, con estas caricaturas discursivas, vamos a citar parte de un prólogo, Nacimos en la Churubamba, donde nos desplazamos a una interpretación de la historia como acontecimiento. 

La conquista interminable

La historia de la Conquista del Perú aparece como la incursión continua, sucesiva, en constante expansión, por parte de los llamados conquistadores, por una parte; la manifestación de contrastes y contradicciones, de divisiones y desacuerdos, por parte de los inkas; sus tensiones, sobre todo los reclamos de la nobleza de los orejones, también de los señoríos aymaras,  por otro lado. Esta conquista, en ciertas etapas de su desplazamiento, no parece una conquista, sino la continuidad una guerra civil en el mismo Tawantinsuyu, guerra civil donde los españoles jugaron su partido. Las divisiones internas fueron aprovechadas por los españoles; empero, éstos también tuvieron su guerra civil. Pizarro y Almagro se enfrentaron en una guerra fratricida. Tal parece que la guerra civil atrapó a todos, nativos y conquistadores.

La conquista no se dio de golpe, sino fue todo un proceso, mas bien largo. Parte de la nobleza nativa esperaba el reconocimiento de la Corona, debido a sus servicios. Los orejones esperaron la devolución del Cuzco, la capital del Tawantinsuyo. Las alianzas se dieron entre nobleza nativa, por lo menos una parte importante de ella; esto explica los entretelones enrevesados de componendas, expansiones, concesiones; la entrega de la mina de Porco; pero, también, el laberinto del silencio, el ocultar la mina de Potosí, mucho más importante que la de Porco. Tal parece que, en aquel entonces, no había una clara consciencia de que lo que sucedía era una conquista, salvo, quizás, la certeza de la comandancia militar española, que comprendía que habían extendido los territorios del imperio ibérico.  Empero, la nobleza nativa se ilusionaba con que establecía alianzas, que podían llevarla de nuevo a un equilibrio, donde la nobleza retomaba la hegemonía. Sólo después, cuando se narra la historia, desde la perspectiva de los vencedores, se hace evidente que lo que ocurrió fue una conquista.

Esta impresión que deja la historia de la conquista del Perú explica algo que debería quedar claro; la conquista fue posible, pues los conquistadores contaron con aliados nativos. Lo mismo ocurrió en México; Hernán Cortez entró a Tenochtitlán con un ejército de nativos que acompañaban numerosamente al ejército español. Estos hechos no se pueden descuidar, no solo para lograr explicar cómo un puñado de españoles conquistó gigantescos dominios territoriales de aztecas y de inkas, sino también evitar caer en una narrativa insólita que hace abstracción de las fuerzas en juego, de la correlación de fuerzas, de la situación de las estructuras y diagramas de poder.  Esto, de ninguna manera, exculpa a los conquistadores, sino que identifica a las fuerzas colaboracionistas, que hicieron posible la conquista y la colonización.

Ninguna dominación se da sin una cierta aceptación. Esta trama es como una regularidad en las historias de las sociedades. Este es el problema de fondo; la parte que juega la aceptación. Los nobles jugaron un papel en este desencadenamiento. Esto se ve muy claramente tanto en el laberintico proceso de la conquista como, después, en las distintas posiciones que se dieron en el levantamiento pan-andino del siglo XVIII. Las diferencias entre caudillos nobles y plebeyos, nos muestra que los nobles sólo estaban interesados en la restitución de sus privilegios, en tanto que las comunidades estaban interesadas en una revolución social y en una reforma agraria. No se pueden comprender las conquistas de México y del Perú sin develar el trasfondo de las luchas internas, intestinas, incluso de lo que hoy podríamos llamar la “lucha  de clases” en las sociedades nativas; mejor dicho, contradicciones entre comunidades sujetas a coerción respecto a los aparatos burocráticos y administrativos señoriales, incluso hasta sacerdocios centralizados.

Esta relectura y reinterpretación de la historia de la conquista es imprescindible, sobre todo ahora, que los movimientos indígenas y los movimientos sociales anti-sistémicos descolonizadores enfrentan desafíos y obstáculos, al momento de entrar en contradicción con los llamados gobiernos progresistas y las restauraciones de los Estado-nación. No se puede seguir alimentando la historiografía de una narrativa inocente y esquemática, que no devela las complicidades de la nobleza nativa con los conquistadores. El problema antes, como ahora, es el poder, son las estructuras y diagramas de poder. La fuerza y la potencia creativa radicaban, en esas sociedades nativas, en las comunidades; las cuales tuvieron que soportar el peso de los privilegios de una nobleza y burocracia exigentes y engreídas. Si hay instancias dinámicas que hay que defender, en la reinterpretación de la historia de las conquistas, son las comunidades ancestrales. Primero, frente a los conquistadores, que las convirtieron en encomiendas, parroquias, reducciones, repartimientos, misiones y haciendas; segundo, frente a la nobleza y las burocracias nativas.

Las grandes dificultades, que hoy, se tiene para afrontar y desplegar la descolonización tienen que ver con el apego de los gobernantes progresistas con las estructuras e instituciones heredadas del Estado-nación, de la colonialidad; por lo tanto, la inclinación silenciosa con la continuidad colonial por conductos republicanos. Las grandes dificultades, que evitan la profundización del proceso democrático, de la revolución democrática y cultural, tienen que ver con los conservadurismos de la clase política, que se inviste de “revolucionaria”, empero, paradójicamente, repite las práctica y las modalidades de la clase política republicana y liberal. Las grandes dificultades, en el sentido de la igualación, por ejemplo, de la realización de la segunda reforma agraria en Bolivia, tienen que ver con las alianzas del gobierno y de las burocracias con los terratenientes y la burguesía agraria. Las grandes dificultades que se tiene para abrir rutas hacia mundos alternativos, hacia sociedades pos-capitalistas, son los apegos de las dirigencias “revolucionarias” por el modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente.  Es menester pues, contar con una mirada crítica de la historia; tener una perspectiva de las genealogías del poder cuando se trata de activar la memoria.

A propósito, las “ideologías” sirven, en unos casos, para legitimar las instituciones, en otros casos, para convocar a la lucha; sin embargo, se convierten en un obstáculo para actuar cuando se trata de transformar, de destruir el poder, de desinstalar el Estado, de deconstruir las relaciones y las estructuras de dominación. Las transformaciones efectivas no pueden usar las “ideologías”, pues terminan perdiéndose en el laberinto de los imaginarios, que en gran parte son conservadores. La eficacia de las transformaciones requiere de miradas críticas, no contemplativas; de miradas que escruten, en las estructuras institucionales, las formas de dominaciones polimorfas consolidadas. Por eso, la relación con la memoria no puede ser descriptiva, ni de remembranza. No se está en relación con un álbum de fotografías, las que tienen que ser seleccionadas para beneplácito del observador. Se está en relación a los espesores sedimentados de las experiencias colectivas de los pueblos y las sociedades; experiencias que registran las vivencias intensas, los presentes desplegados, los afectos, pasiones, saberes, de entonces, los problemas no resueltos, las luchas inconclusas.  La relación con la memoria, en un presente determinado, es buscar el espesor sedimentado de estas experiencias lecciones que ayuden a potenciar el presente, a potenciar la fuerza transformadora del presente, potenciar la memoria en el presente, en tanto memoria desmesurada[3].

Esquematismo histórico

Reducir la historia a esquematismos es quitarle a la narrativa del pasado, que siempre se la configura desde un  presente, la perspectiva de la complejidad de los acontecimientos, de la dinámica de las composiciones sociales, de la problemática inherente a la estructura de los sucesos, de los eventos, de los cursos y desenlaces. En otras palabras, es quedarse sin explicación, es sustituir la explicación con un pre-juicio, con una anticipación ideológica.  Las ideologías sirven al inicio de las convocatorias a la movilización, sirven como propaganda, como interpelación inmediata; empero, cuando hay que enfrentar a las estructuras de poder, incrustadas en el cuerpo de los movilizados, en sus propias subjetividades, cuando hay que enfrentar herencias de dominación reiterativas, las ideologías se convierten en un obstáculo, en una rejilla, en una niebla que no deja ver el juego complejo de las fuerzas.

El discurso esquemático sirve ideológicamente para llegar a conclusiones esquemáticas, también a diseños de propaganda. Se concluye, por ejemplo, sin mucho sustento, que ahora es cuando las naciones y pueblos indígenas constituyen la nación y el Estado, en su condición plurinacional. En otras palabras, se dice: nosotros somos el fin de la historia. La realización dialéctica de una larga lucha descolonizadora. Algo así como la realización absoluta del concepto, en sentido hegeliano. Esta pretensión es tan caricaturesca como sus premisas, la historia esquemática.

 Quinta anotación: La estatalización de lo indígena.  Después de la movilización prolongada, con la llegada al poder de Evo Morales Ayma, contando con los resultados electorales del 2005, haciendo un balance somero de lo acaecido en las dos gestiones del gobierno progresista, se puede tener la certeza del desenlace histórico.  Lo indígena, como rebelión, levantamiento anticolonial, como proyecto civilizatorio alternativo, como vínculos variados y diferenciales con la tradición comunitaria, finalmente ha sido estatalizado; es decir, subsumido al Estado. En palabras directas, ha sido domesticado e incorporado a la realización del Estado.  El mito de la nación termina de narrarse en términos de una “identidad compuesta”. La institución imaginaria del Estado-nación termina de pintar su cuadro completo, al incorporar a la institucionalidad moderna a la desmesura y la alteridad india.

Desde la perspectiva de la narrativa histórica, podríamos decir que, los gobiernos de Evo Morales Ayma son la realización plena del Estado-nación, su logro, por lo menos en el sentido de la incorporación del colorido indígena. De aquí, obviamente, no se puede concluir, que se trata del un Estado plurinacional comunitario y autonómico, como establece la Constitución. Esta tesis es insostenible, aunque sea la versión más demagógica del gobierno. No es un Estado plurinacional por la sencilla razón que su mapa y arquitectura institucional no ha cambiado; la base de esta transición no es el pluralismo institucional, el pluralismo administrativo, el pluralismo de gestión, el pluralismo normativo. Menos se da una transformación estructural e institucional, revolución acompañada por innovaciones pluralistas, comunitarias y participativas. El gobierno progresista ha renunciado a estas transformaciones, usando a la Constitución como texto de propaganda, sin aplicarlo; usando símbolos, mediante los cuales quiere sustituir la falta de transformaciones con la ilusión imaginaria. De este decurso de la preservación del Estado-nación ya hablamos en otros textos, a los cuales nos remitimos[4]. Lo que importa, ahora, es confirmar la interpretación de que se trata de la realización abarcadora, si se quiere, incluso plena, en el sentido narrativo, del Estado-nación.

Sobre el mestizaje

 Sexta anotación: El mestizaje como “heterogeneidad social”. No deja de ser sugerente interpretar el mestizaje como “heterogeneidad social”; a partir de esta concepción teorizar sobre sus variedades, diferencias, nucleamientos y descentramientos, sus estrategias hermenéuticas, sus actualizaciones dinámicas. Empero, el debate no es este, aunque la llamada oposición y el gobierno se hayan enfrascado en esta discusión. El debate es por qué el gobierno no ha realizado un censo científico, por qué no le ha dado una base técnica con la actualización cartográfica, por qué no se ha basado en toda la experiencia de los censos anteriores, sobre todo de su discusión intercensal, para construir indicadores específicos y diferenciales, por qué no se mejoró la boleta, para producir una fuente adecuada para el análisis de las estructuras, características de las poblaciones, sobre todo de las poblaciones indígenas. Por qué se optó por la acción irresponsable de una enumeración incompleta. Esta gran falencia, esta inconducta técnica, no se cubre con una sugerente exposición sobre el mestizaje,  incluso contando con interpretaciones más complejas y dinámicas de la problemática[5].

Si bien se puede apreciar la interpretación horizontal, pluralista y dinámica del mestizaje, que se hace, a partir del enunciado de “heterogeneidad social”, no hay que olvidar que se trata de términos y conceptos que adquieren sentido en distintas narrativas. No se puede hablar de mestizaje, en cualquiera de las narrativas, si no se toma en cuenta su referente, su contraste, el término o los términos que se mezclan, sean nombrados a partir de una pureza mítica o no. Se habla de mezclas cuando determinados componentes se mezclan, se vea estos componentes desde donde se vea, biológicamente, socialmente, culturalmente. En otras palabras, se trata de discursos que se clausuran en el horizonte de las identidades, que hemos dicho que corresponde a la modernidad y a la genealogía del Estado. Lo que hay que cuestionar es este horizonte de la modernidad y del Estado. Por lo tanto hay que cuestionar la formación discursiva de las identidades, donde se encuentra el concepto de mestizaje. No basta desplazarse al enunciado de “heterogeneidad social” para salir de la trama del poder. Lo importante es atravesar ese horizonte moderno y estatalista, deconstruir las teorías y las políticas de identidades, liberar la potencia social de las capturas de las mallas institucionales.

La descolonización requiere de esta radicalidad crítica, pues, si no rompe con el horizonte de la modernidad y del Estado, la descolonización queda atrapada en las mallas de la civilización moderna y en los diagramas de poder homogeneizantes, aunque también de la simulación, por lo tanto, de la tolerancia y de la multicultural liberal. La descolonización, como proceso, queda entrampada en la paradoja de la colonialidad abierta, flexible; empero, despojadora de las capacidades creativas, de las facultades de la memoria larga, de las posibilidades alterativas de las culturas y los saberes resistentes.

No puede haber descolonización por el camino de las identidades. La descolonización requiere recuperar los devenires, que es liberar la vida de los códigos y ataduras institucionales, que pretenden controlar la vida; esto es, el biopoder. 

La transición del Estado plurinacional comunitario y autonómico se remonta en la experiencia de la deconstrucción de las formaciones imaginarias de las identidades, formaciones imaginarias estatales. No es de esperar que las personas, las gentes, los pueblos, las sociedades, por lo tanto los grupos y los estratos, dejen de creer de la noche a la mañana es sus constructos estatales, en sus identidades imaginadas. Sin embargo, es indispensable incursionar en la deliberación deconstructiva de estos mitos modernos y estatalistas, des-constituyendo subjetividades subalternas y dependientes, constituyendo subjetividades emancipadas, en constante devenir.      

 




[1] Libro de Álvaro García Linera: Identidad boliviana. Nación, mestizaje y plurinacionalidad. Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia; La Paz 2013.

[2] El debate es entre Álvaro García Linera, actual Vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia, y Carlos Mesa, Vicepresidente del segundo gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada, y presidente interino a la renuncia de Sánchez de Lozada. El debate se da en torno al mestizaje y teniendo como referencia el libro de Álvaro García Identidad boliviana. El debate se publica en Nueva Crónica; La Paz 2014.   

[3]Ver de Raúl Prada Alcoreza Nacimos en la Churubamba. Prologo al libro de Juan Francisco Bedregal Villagomes Por los caminos de Chuqui-abo. Alcaldía de La Paz, 2014.    

[4]Ver de Raúl Prada Alcoreza Drama y retórica de un gobierno reformista. Dinámicas moleculares; La Paz 2014.

[5]Revisar de Raúl Prada Alcoreza Critica de la razón nacionalista. Bolpress; La paz 2013. Rebelión; Madrid 2013. Dinámicas moleculares; La Paz 2013.

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INTUICIÓN SUBVERSIVA

Raúl Prada Alcoreza

 

 

Para salir de la enajenación, déjenme utilizar esta palabra tan pretensiosa, tan discutible, tan próxima al concepto dramático de extrañamiento, elaborada por Hegel. No se trata del término, tampoco del concepto, sino de la constelación de significados que puede abarcar la connotación del uso de esta palabra. Entonces para salir de la enajenación de las representaciones, para escapar de esta red lógica, cuya relación con el mundo es de despojamiento, reduciendo al mundo a la representación del mundo. El mundo como representación, donde se pierde la riqueza de las múltiples experiencias que lo constituyen. Para salir de esta enajenación es menester recuperar el substrato de las experiencias sociales, desentrañar a partir de este substrato de percepciones, interpretar a partir de estos espesores el mundo en su vitalidad, dejando el referente lógico de representaciones como esqueleto de museo. Museo de una época que redujo el conocimiento a la narrativa teórica de conceptos, vaciados de contenidos, puras formas lógicas, olvidando que incluso sus bocetos lógicos derivan de los espesores de las experiencias. Fue una época de pretendido dominio instrumental sobre la naturaleza, de pretendido dominio de la razón sobre la complejidad integrada, reduciendo la misma razón al juicio deductivo. La razón no es pura, se hace posible, se realiza en concomitancia con la percepción; la misma razón es una combinación de sensaciones e imaginaciones; es decir, percepciones, dadas en la experiencia, articuladas de tal manera que confeccionan la explicación, el cálculo, la cognición, la predicción, en la perspectiva de adecuaciones efectivas respecto al mundo, de intervenciones efectivas en el mundo, de composiciones; es decir, de creaciones de mundos. Fue una época de reduccionismos instrumentales con objetivos operativos. Esta época se enredó en sus propios laberintos, no pudo resolver la contradicción que desató, entre la lógica abstracta de sus maquinarias instrumentales y  las complejidades concretas de la vida. Sus sistemas instrumentales terminaron convirtiéndose en un peligro para la vida, los ciclos creativos de la vida.

 

Retomar los substratos de la experiencia social, los espesores de las percepciones sociales, buscando interpretar el mundo a partir de sus complejidades, equivale a descentrarse de las teorías racionalistas de la modernidad. Equivale a desechar sus centros, sus referentes privilegiados, sus tesis causalistas y, al final, linealistas. Equivale a vislumbrar la relatividad de los centramientos y descentramientos, comprendiendo la simultaneidad de la pluralidad, la multiplicidad de las composiciones y variaciones de los movimientos y procesos inherentes a los acontecimientos.

 

Voy a retomar una aseveración sugerente que hace Tomás Ibáñez en su exposición titulada ¿Es actual el anarquismo?, publicada en Página abierta[1]. El militante y activista anarquista, refiriéndose a la intuición subversiva ácrata, dice:  

 

Las intuiciones básicas del anarquismo están enraizadas en un denso fondo de experiencias multiseculares y de saberes más o menos soterrados, que constituyen el legado depositado por infinitas luchas contra la dominación y contra la explotación.

 

Nos interesa esta interpretación histórica y del presente de lo que llamamos los saberes activistas, compartiendo con el expositor, que no hay porque llamarles anarquistas, por la sencilla razón de que no se trata de ponerles etiquetas, pues al hacerlo, el comportamiento es, mas bien, conducta heredada, respondiendo a esquemas instituidos. En todo caso, este no es el debate, el que mantenemos en esta exposición, no en la de Tomás Ibáñez; el debate que compartimos está relacionado al substrato de saberes, correspondientes a las matrices de las experiencias sociales, conformados a partir de las percepciones sociales, espesores de vivencias colectivas, que se sedimentan y se estratifican en la memoria social. Estos saberes activistas, de lucha, subversivos, que aunque no se lleguen a formular en lenguaje teórico, en unos casos sí lo hacen, comprenden la integral articulación de sensaciones, imaginaciones, reflexiones dispersas, por lo tanto, de percepciones constituidas, compuestas, en su complejidad, en su emergencia, desplazamiento e inscripción en el cuerpo. En realidad, el saber, como intuición perceptual, como conocimiento denso, construido en el espesor de la experiencia, se da como acontecimiento de la experiencia y percepción social. Lo que ha institucionalizado la modernidad como conocimiento, ciencia, filosofía, también tiene su matriz en este substrato de experiencias; empero, las ciencias y las filosofías modernas han negado, como principio esta procedencia. Como origen se construyeron dos mitos; uno, relativo al conocimiento objetivo; el otro, relativo al conocimiento subjetivo. El primer mito supone relaciones neutrales e instrumentales con una exterioridad controlada. El segundo mito supone la inmanencia intuitiva de la razón, inscrita en la consciencia.

 

Ambos mitos, que responden a las tradiciones ejes de la modernidad, conocidas como positivismo y racionalismo, se han desentendido, como principio, axioma de partida, del cuerpo. El cuerpo no existe, salvo como objeto de estudio o como causa de anomalías. Ambas tradiciones modernas se han hecho la imagen de un mundo desértico, habitado por cosas, en un caso, o de un mundo vacío, llenado por los conceptos, enunciados y significados elaborados por el sujeto. En ambos casos desaparece el mundo efectivo, mundo constituido por la actividad vital de los cuerpos. Retomar la matriz, el substrato, que sostiene las formas de conocimientos y de saberes, sean teóricos, estéticos, culturales, técnicos, artesanales, es volver al espesor de intensidades de la vida, a las dinámicas creativas, componentes de saberes perceptuales, intuitivos, en sentido de la combinación y articulación de distintos planos, campos, núcleos de la experiencia. De entrada descartamos el sentido que le dio la filosofía moderna a la intuición, tanto en su vertiente racionalista como en su vertiente mística. Para nosotros la intuición no es una síntesis racionalista, tampoco una revelación inmanentista. La intuición es la comprensión inmediata dada como la integración perceptual de la experiencia. Para ponerle un nombre, con todo el riesgo que esto conlleva, pero para tener un referente de contraste, llamemos a esta comprensión de la intuición como una de las formas de expresión de la memoria sensible.

 

Los saberes subversivos responden a esta memoria social, podemos llamarlos intuiciones subversivas, al estilo de Tomás Ibáñez; lo que importa es que se trata de formas intensas de conocimiento colectivo, emergidos en coyunturas de crisis, en el despliegue del dramatismo social. En adelante vamos a formular algunas hipótesis sobre estos saberes activistas, sobre esta intuición subversiva.

 

Antes de las hipótesis nos haremos algunas preguntas, sobre todo para establecer los campos y los espesores en los que se mueve la problemática planteada, desde la perspectiva de la percepción y experiencia social.

 

¿A qué llamamos saber activista, a que llamamos conocimiento subversivo? ¿Cuál es la relación de este saber subversivo con el espesor de la percepción y la experiencia social? Hemos compartido la definición dada por Georges Canguilhem de saber en el sentido de atributo biológico que comprende la  composición de capacidad de adquirir información, retener la información, es decir, constituir una memoria, de anticiparse, es decir, de actuar[2]. Esto se entiende cuando nos referimos a organismos individualizados; empero, qué pasa cuando nos encontramos ante las multiplicidades proliferantes de organismos, entrelazados y en conexión. ¿Se puede mantener la misma concepción de saber? Cuando sabemos que lo que configura su morfología, su composición orgánica, sus capacidades, incluso su teleonomía, es el genoma, vemos que el saber del genoma no es el mismo que el saber del organismo, por más que el segundo suponga al primero[3]. Georges Canguilhem, cuando se refiere al saber humano, incorpora a esa composición dinámica entre información, memoria y anticipación, la capacidad evocativa. Si bien, es más difícil distinguir el funcionamiento individual del funcionamiento social, colectivo, en el caso de el fenómeno evocativo, así como también es difícil distinguirlo en el caso del saber de los organismos, pues estos suponen asociaciones; es decir, sociedades orgánicas. De todas maneras, se puede decir que el saber individual tiene determinadas características, en tanto que el saber social, compartido, que hace de contexto del saber individual, tiene otras características, quizás más complejas. Por lo tanto, no es lo mismo hablar de saber en los distintos casos; su connotación varía.

 

Hay pues una distinción grande entre el saber del genoma y el saber de los organismos;  en éstos, una distinción entre el saber social de los conglomerados orgánicos y el saber de cada organismo. Lo mismo con las sociedades humanas, añadiendo el componente evocativo, que supone una dinámica propia entre la herencia y el substrato social con la autonomía individual. El saber del genoma es más que saber, en el sentido dado por Canguilhem, supone una capacidad propia programadora. Su devenir, sus largos ciclos, está relacionado con la información transmitida por los organismos; el genoma no está directamente involucrado con la experiencia y el aprendizaje de los organismos, son los organismos los que experimentan y aprenden. El genoma acumula la información y la procesa; en largos ciclos la reprogramación del genoma tiene repercusiones en el perfil y la composición de los organismos. Hay una parte virtual del genoma, que tiene que ver con la programación; de esta manera, podemos decir, que el genoma no se encuentra ni el tiempo ni en el espacio percibido y experimentado por los organismos.  El genoma está más acá y más allá de los organismos, aunque forme también parte de ellos.

 

El saber de los organismos es complejo, tanto en su dimensión asociativa, conglomerada, social, así como en su dimensión individual; también, claro está, en su composición dinámica entre la dimensión asociativa y la dimensión individual. Cuando hablamos de saber, esta figura es más adecuada a la composición individual, a la autonomía orgánica; esta figura es menos adecuada cuando nos referimos a conglomerados, a asociaciones, a colectividades. Se trata más bien de nichos, usando la metáfora ecológica, comunicativos, de intercambio, de redes, de campos; usando las memorias, el reconocimiento del terreno, del clima, como fenómenos vitales, íntimos. Logrando, de este modo, generar un torbellino de circulaciones de información, aprendizajes, acumulaciones, desprendiendo actividades, en consecuencia. Estamos ante el acontecimiento de la vida, ahora visto desde la perspectiva de la realización de saberes. En la dimensión asociativa, social, no es exactamente saber el que se da, sino campos de posibilidad de los saberes; campos de circulaciones de información, campos de memorias, campos de circulación de actividades; es decir, un torbellino creativo de experiencias y conocimientos.

 

Ciertamente, no se puede disociar el acontecimiento  vital de esta turbulencia asociativa, comunicativa, cognitiva, fáctica, de la realización singular del saber en los individuos. Acontecimiento y singularidad no es descomponible.  La complejidad y articulación de ambas dimensiones nos muestra que hablar de la dimensión colectiva y de la dimensión individual  es, más bien, una distinción abstracta, no “real”, por así decirlo. Lo social está inscrito en lo individual, con su propia peculiaridad, con su propia singularidad, en cada caso; las singularidades componen dinámicamente lo social. Hablando, en propiedad, tendríamos que decir que el saber se realiza individualmente, empero deviene del conglomerado social, de su memoria dinámica.

 

Uno de los problemas relativos a las representaciones es el haber transferido características propias de los perfiles individuales a las configuraciones sociales, a las composiciones colectivas. Incluso se llega a concebir la idea de un “sujeto social”, de un “sujeto colectivo”, como si fuese un individuo macro. Obviamente es esta una deformación, una transferencia representativa, que en vez de ayudar a comprender los fenómenos del acontecimiento, lo oscurecen, pues atribuyen a lo social y colectivo composiciones relativas a los organismos, en este caso, al cuerpo humano. Los conglomerados asociativos no tienen porque parecerse al perfil singular; al contrario, es de esperar que no se parezcan, pues se trata de fenómenos masivos, plurales, que requieren se los tome en sus conformaciones  complejas, bullentes, como constelaciones activas. Menos se puede hablar de una “consciencia social”, refiriéndose a ésta como fenómeno colectivo; en todo caso, la consciencia también corresponde a la autonomía singular del individuo.  El acontecimiento social, como pluralidad de singularidades, supone, para usar como metáfora un concepto filosófico, lo que llamaba Hegel autoconsciencia, dialéctica del reconocimiento, en otras palabras, supone la interacción de las consciencias, de los sujetos, de las subjetividades, de los cuerpos[4]. Lo que se da es esta proliferante dinámica de entrelazamientos, asociaciones, composiciones, interacciones, entre múltiples singularidades, donde cada singularidad cobra consciencia, si se puede hablar así, de lo que acontece. Empero, no se puede hablar con propiedad de una “consciencia colectiva”, salvo metafóricamente.

 

Cada singularidad comprende a su manera lo que pasa, de una manera singular. No es de esperar que su comprensión sea iguala a otra comprensión, al contrario, es de esperar que, las comprensiones, las consciencias, mas bien, sean diferentes y variadas. ¿Cómo es que se entienden entonces las singularidades? ¿Cómo es que asumen que se comparte la misma comprensión del fenómeno? Cada quien imagina que esto ocurre, aunque cada quien imagina a su manera lo que ocurre. ¿Por qué entonces se da el acuerdo, la asociación, la comunicación? Porque se comparte un mundo, que aunque cada quien lo asuma a su manera, es el mundo de nuestras experiencias; es el mundo el que hace de referente en tanto acontecimiento primordial, aunque puede ser interpretado, incluso percibido de manera singular.

 

Cada singularidad tiene al mundo como percepción, es el mundo como experiencia el que conecta los cuerpos, los contiene como acontecimientos singulares, se realiza en cada experiencia singular, se fija en cada memoria singular. No importa que las vivencias sean singulares, propias, lo que importa es que el mundo las constituye, así como ellas constituyen al mundo. Este común, si se puede hablar así, sitúa a las singularidades en el mundo. Este compartir el mundo las hace coexistentes, convivientes, colectivas, sociales. No importa que esta coexistencia sea asumida de una manera singular, por lo tanto, distinta en cada quien, lo que importa es son en el mundo. Eso las hace presentes, que compartan el presente, a su manera; indiscutiblemente, indudablemente, comparten el presente, que es lo que se tiene a mano, actualizando los pasados.

 

Más que la codificación y decodificación, más que el lenguaje, lo que conecta a las singularidades es la experiencia del mundo y en el mundo, experiencia y mundo que hacen posible el lenguaje, la codificación y la decodificación, la comunicación, los saberes. Hasta personas de diferente leguaje y de diferente cultura se pueden comprender porque comparten el mundo, aunque lo hagan a su manera.   

 

Es el mundo el que nos constituye, son las singularidades las que constituyen al mundo. El mundo me constituye al mismo tiempo que lo constituyo para mi, en interacción y contraste con los demás.   El mundo forma parte de la fenomenología de la experiencia, de la fenomenología de la percepción, aunque suponga la diferencia absoluta, la existencia sin mundo, antes de que se conforme[5]. El mundo es una construcción mía, en interacción con las demás construcciones de mundos, al mismo tiempo que el mundo me constituye, constituyendo también a los demás, con los que interactuó, de manera próxima o de manera lejana, en distancias cortas o en distancias largas, en el presente o en el pasado, inmediato o largo. El Mundo está conformado por múltiples mundos, entornos de las singularidades, aunque distintos y variados, al formar parte del Mundo se conectan y cohabitan un presente. Y el Mundo es porque forma parte de la diferencia absoluta, de la existencia sin mundo, si se quiere, de la existencia sin la mirada humana.

 

Esta certeza es certeza de la percepción, es certeza sin representación, inmediata, vivencial, aunque bien puede ser interpretada por el lenguaje, como en la poesía. Es certeza del acontecimiento[6].  Se sabe, de antemano, en los umbrales de la experiencia, de esta totalidad, usando un concepto permeable, totalidad des-totalizable y re-totalizable. Lo único que hacen las ciencias y las filosofías, es trabajar sobre estas certezas, aunque vaciándolas de sus contenidos. Salvo, hay que decirlo, lo que pasa con las percepciones abiertas por la física relativista y la física cuántica, que han cruzado los umbrales anteriores de la experiencia, han cruzado los horizontes anteriores de la experiencia, han abierto nuevos umbrales y nuevos horizontes de la experiencia humana, ampliando el Mundo en espacio-tiempos curvos, relativos, dependiendo de los referentes, ampliando el mundo hasta los lugares de la propia desaparición del universo y de la materia; los confines del universo, los agujeros negros, la infinitesimal nada en la que se sostiene todo.

 

Asistimos al despliegue de la experiencia humana más allá y más acá de lo que conocía; es una experiencia que incorpora en su memoria presente lo infinitesimal inacabado, en su nada, pero una nada creativa; que incorpora las gigantescas extensiones y distancias más allá de lo imaginable; que incorpora la velocidad más allá de la vertiginosidad; que incorpora la creación y dinámica de la energía más allá de la materia. No es que se desecha la anterior experiencia, ésta queda como sedimento de la memoria del presente.

 

Después de estos apuntes podemos volver a reflexionar sobre el llamado saber activista, saber subversivo. Como saber se realiza singularmente, individualmente; son las personas que padecen la historia, la viven intensamente, intervienen en la historia, las que contienen el saber, lo usan como parte de las acciones. Este saber no es igual en las personas involucradas en las acciones; sin embargo, en la medida que sus saberes forman parte del acontecimiento de la crisis y de la rebelión, se conectan, se comunican, comparten y participan. Cada quien asume a su manera esta vivencia, la interpreta a su manera, suponiendo que los demás la interpretan del mismo modo. Esta suposición hace como si se actuara en el mismo sentido. No importa tanto si este sentido es igual, homogéneo, en todos; al contrario, es de esperar variaciones. Lo que importa es el compromiso, la concomitancia, la complicidad, en el consenso logrado, compartir la lucha.

 

Lo que se llama saber activista, saber subversivo, en tanto se refiere al conglomerado social movilizado, es, en realidad,  una constelación dinámica de saberes, de voluntades, de cuerpos, de deseos, de esperanzas, de prácticas alterativas. Al compartir esta experiencia el aprendizaje es colectivo, en el sentido que es singular en cada quién. Desde una perspectiva estructuralista se podría decir que hay la subversión, como una estructura subyacente; decir que es la estructura la que se pronuncia, actúa, habla. Esto es una aproximación abstracta. El estructuralismo olvida que no es la estructura la que habla, actúa, se pronuncia, son los cuerpos los que lo hacen, cuerpos vivos, pasionales, perceptivos, reflexivos. La estructura es un fantasma de los estructuralistas. Son estos cuerpos singulares los que se asocian, componen, acuerdan, emiten discursos, se movilizan; en su dinámica generan acontecimientos, acontecimientos, que a su vez los constituye como subjetividades y sujetos, usando estos términos vulnerables.

 

La subversión existe como acto de creación de los y las movilizadas, el activismo existe como acción de los y las activistas. Los y las subversivas lo son porque generaron el acontecimiento de la subversión, acontecimiento que los contiene, los envuelve, los atraviesa y los constituye. Lo mismo pasa con los y las activistas, el activismo como acontecimiento; también como historia, los contiene, envuelve, atraviesa y constituye.

 

Se puede decir entonces que hay como constelaciones dinámicas, bullentes, de desfases, de desacuerdos, de descentramientos, de conflictos, de rupturas mínimas, que se convierten en campos de posibilidad de saberes subversivos, de saberes activistas. Son los cuerpos singulares, las subjetividades singulares, las que realizan estas posibilidades como saber, a su modo, de una manera singular, compartiendo con las demás singularidades.  Es esta interacción, es esta dinámica,  es esta circulación, acumulación, alimentación y retroalimentación, el referente de lo que se nombró como saber subversivo, saber activista o, si se quiere, intuición subversiva, intuición activista.

 

Hablaremos como de cuatro niveles de lectura del acontecimiento subversivo. El primordial, es la emergencia del acontecimiento, como crisis del Mundo, dada en el Mundo. No ahondaremos ahora al respecto. El nivel singular, la forma singular vivida de esta crisis, la forma como se elabora el conocimiento de esta crisis, el saber de la crisis, que se convierte en saber activo, en saber para la acción. El tercer nivel es el orgánico, la forma de organización que adquiere la subversión, que adquiere el activismo. Tampoco vamos a ahondar en este tema. Por último, la dirección o el desenlace del proceso resultante. Puede continuar la ruta instituyente, constituyente, creativa, de una subversión permanente; desenlace menos probable, basándonos en la historia de las llamadas “revoluciones”. Puede detener la marcha instituyente y constituyente, optar por consolidar lo instituido, lo constituido, entonces hacer del desenlace una recurrencia, una repetición cambiada o modificada, de la historia repetida del poder; que es lo más probable, basándonos en la historia de las “revoluciones”.

 

Queremos hacer hincapié en lo siguiente: En la medida que esta experiencia subversiva, activista, se mantiene próxima, ligada, a los espesores de la percepción, a los espesores de la experiencia, al saber de los cuerpos, la potencia subversiva, activista, fluye creativamente. Empero, en la medida que se da un alejamiento, un desligamiento, de los espesores de la percepción, de la experiencia, del saber de los cuerpos, en la medida que el distanciamiento implica vaciamiento de contenidos, formulación de un discurso instrumental, de un discurso oficial, del partido lo que se llame, la potencia subversiva es sustituida por relaciones de poder, por estructuras de poder, legitimadas por un discurso oficial, el discurso de la verdad. Este debilitamiento de la potencia puede comenzar antes de lo que comúnmente se llama la toma del poder, la serpiente puede incubarse antes, en el preludio mismo de las acciones.       

 

 

 

Hipótesis

 

1.    A diferencia de lo que dice Émile Benveniste, cuando enuncia que nacemos en el lenguaje y desde el lenguaje nombramos el mundo, nosotros decimos que nacemos en el Mundo y desde la experiencia del Mundo damos contenido, sentido, significado, al lenguaje.

 

 

 

2.    El lenguaje sólo es posible en el Mundo, como acontecimiento en el Mundo de los acontecimientos.

 

 

 

 

 

3.    De la misma manera, los saberes son posibles en el Mundo, como acontecimientos en el Mundo.

 

 

 

4.    Un saber es saber del Mundo, deviene saber de la experiencia del Mundo.

 

 

 

 

 

5.    El saber subversivo, el saber activista, es el conocimiento del Mundo en crisis, también de la crisis del Mundo. Este saber es una disposición volitiva, es decir, una intención, así como un dispositivo en pleno ejercicio de las acciones alterativas, encaminadas a transformar el Mundo.

 

 

 

6.    El saber subversivo, como tal, como realización, es singular, es una composición singular, en un cuerpo concreto, es una subjetividad anidada en el cuerpo. Se da este saber subversivo singular en los ámbitos de la constelación de actividades, de memorias singulares, de manifestación de saberes singulares, constelación que también contiene acumulación y circulación  de información, de transmisiones orales, escritas, estéticas, de las experiencias de luchas.

 

 

 

 

 

7.    Lo que se da es una participación, un compartir, en esta constelación social, donde la experiencia social de las luchas se transmite en interpretaciones, narraciones, leyendas, mitos, también en aprendizajes colectivos o, más bien, socializados, en transformaciones de esquemas de comportamientos y conductas. Sobre todo adquiere cuerpo en movilizaciones.

 

 

 

8.    La movilización es una de las formas desplegadas y desenvueltas del saber activista, del saber subversivo en acción. La movilización comprende varios desplazamientos, no solo de las multitudes, de las organizaciones y estructuras involucradas, sino también de los valores, de las subjetividades, de la misma potencia social.

 

 

 

 

 

9.    Las movilizaciones pueden convertirse en cruces de umbrales, cruces de horizontes, cruces de límites, generando rupturas en los horizontes mismos de la experiencia, abriendo horizontes nómadas de la experiencia, iniciando nuevas épocas, que en la interpretación teórica se nombra como nuevos horizontes históricos-culturales.

 

 

 

10.Empero, si estas rupturas no logran trastrocar la estructura sedimentada del poder, las estratificaciones sedimentadas en el cuerpo de las formas múltiples de dominación, si no logra crear un nuevo substrato, una nueva matriz, algo así como inventar un nuevo origen o procedencia, los cambios terminan siendo epidérmicos, por así decirlo, sin llegar a transformar la misma base reproductiva del poder.

 

 

 

 

 

11.A esta altura de las historias políticas y de las luchas sociales, emancipatorias y de liberación, es indispensable un activismo integral, radical, autopoiética, capaz de crear un nuevo substrato y matriz histórico-cultural, es decir, substrato y matriz civilizatoria, que libere la potencia social de las capturas de las redes institucionales del poder.

 

 

 

 

 

 

 

Conclusiones

 

1.    Los saberes subversivos, los saberes activistas, las intuiciones subversivas y activistas, son percepciones sociales, conocimientos colectivos, de la crisis del sistema-mundo, son, por eso, conocimientos y percepciones creativos, de ruptura con un presente y un pasado de dominaciones, de apertura hacia un futuro que actualiza las luchas libertarias del pasado y la potencia del presente.

 

 

 

2.    Hay que diferenciar la constelación dinámica de las asociaciones, composiciones, circulaciones, realizaciones de memorias, de informaciones,  de aprendizajes, de experiencias, de deliberaciones, de consensos, de circulación de saberes singulares, respecto del saber, como tal, que es como la materialización, la expresión, la realización singular de esta constelación.

 

 

 

 

 

3.    Se ha usado la metáfora del tejido social, de la trama social, de los entramados sociales y colectivos, para referirse a las asociaciones y composiciones sociales, en nuestro caso, de la rebelión. Empero, no hay que olvidar que esta es una metáfora. Figura en la que hay que develar la complejidad de las relaciones, ligazones, comunicaciones, conexiones, transmisiones, complicidades, compromisos, consensos, que se dan en la constelación de los movimientos emancipatorios. 

 

 

 

  

 

 

 




[1]Tomás Ibáñez: ¿Es actual el anarquismo? Página abierta, 2002. Biblioteca nomadAnt. http://nomadant.wordpress.com/biblioteca/textos/actual-anarquismo/. También se puede encontrar la exposición en http://pradaraul.wordpress.com/anarquismo/es-actual-el-anarquismo/.

[2]Ver de Georges Canguilhem Lo normal y lo patológico. Siglo XXI; México 1986.

[3]Ver de Raúl Prada Alcoreza Devenir y dinámicas moleculares. Dinámicas moleculares, La Paz 2013. Se puede también encontrar en http://pradaraul.wordpress.com/2013/12/04/devenir-y-dinamicas-moleculares/.

[4]Revisar el concepto de autoconciencia en la Fenomenología del espíritu de Hegel. Siglo XXI. México.

[5] Ver de Merleau-Ponty Fenomenología de la percepción. Editorial Planeta; Buenos Aires 1993.

[6]Ver de Raúl Prada Alcoreza Acontecimiento poético. http://pradaraul.wordpress.com/que-es-la-poesia/acontecimiento-poetico/; La Paz 2014.

 

 

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UMBRAL Y HORIZONTE POLÍTICO

Raúl Prada Alcoreza

Referencia histórica y ubicación política
Lo que define la relación con el imperio, el imperialismo de ahora, en el siglo XXI, el imperio del sistema financiero mundial y del modelo extractivista colonial, expansivo e intensivo, es la posición respecto al extractivismo. Los gobiernos “progresistas” apuestan a expandirlo intensamente, siguiendo la misma ruta colonial de las oligarquías criollas. El imperio de hoy se encuentra bastante cómodo con gobiernos, que discursivamente, siguen la radicalidad “izquierdista” de mediados del siglo pasado, empero favorecen concesiones a las grandes empresas trasnacionales depredadoras. Esta situación no cambia porque estos gobiernos mejoren los términos de intercambio con el imperio, mientras siguen aceptando la división del mercado internacional y de la geopolítica del sistema-mundo capitalista: ser países exportadores de materias primas. Lo que no se puede dejar de tener en cuenta es lo siguiente: que nuestros Estado-nación periféricos forman parte del orden mundial de dominación, su papel asignado es el de garantizar la transferencia de recursos naturales a los centros del sistema-mundo. No ver esto, es aplaudir la restauración del Estado-nación, el incumplimiento de la Constitución, que establece la muerte del Estado nación y la construcción del Estado plurinacional comunitario y autonómico. No ver esto es no tener en cuenta que “derecha” e “izquierda” son términos relativos e históricos; todo depende de la relación que se tenga con la lucha efectiva de los pueblos. En el caso de Bolivia, el gobierno ha preservado toda la institucionalidad colonial del Estado, ha convertido en un folklore la condición plurinacional y comunitaria, ha renunciado a la reforma agraria, favoreciendo a los latifundistas, ha decidido ampliar la frontera agrícola afectando a los territorios indígenas. La caracterización del gobierno “progresista” de Evo Morales Ayma es la siguiente: Se trata de un gobierno que administra los intereses de la burguesía recompuesta, que aglutina a la burguesía tradicional, a los terratenientes, a los nuevos ricos, apoyados por una dirigencia campesina cooptada prebendalmente y clientelarmente. Un gobierno que se enfrenta a las naciones y pueblos indígenas a nombre del “desarrollo” y del progreso, como lo hacían las élites criollas. El caso ejemplar e ilustrativo es el conflicto del TIPNIS.

Desde esta perspectiva, cuando se habla de defensa del “proceso de cambio”, la mejor defensa del “proceso” es la crítica y la profundización efectiva del mismo, de la emancipación y la descolonización.
 
Interpretación y acontecer político

Las interpretaciones críticas del “proceso de cambio” están verificadas empíricamente. Eso es lo que ha ocurrido, no ha habido demolición del Estado-nación colonial. No se ha construido el Estado plurinacional, a pesar que se trabajó con propuestas concretas, y se elaboraron instrumentos, para hacerlo: El anteproyecto de ley de gestión pública plurinacional comunitaria e intercultural. Dejaron que se trabaje durante casi un año, que se presenten informes, que se incorporen personas como Boaventura de Sousa Santos y Alberto Acosta. Que se incorporen alcaldes cuya experiencia venía de la  gestión en comunidades. Empero, cuando se tenía que discutir el proyecto de ley de gestión pública plurinacional en el gabinete, no quisieron hacerlo. Pues no quieren cambios. Ahora, este comportamiento se explica: llegar al gobierno, no para transformar, sino para hacer uso del monopolio de la concentración de fuerzas, repitiendo las mismas prácticas de todos los gobiernos, aunque acompañadas por una retórica populista y pretendidamente indígena, aunque vacua y forzada. Esto, que pasa, no debería sorprender, pues la historia se repite; es como una condena. El problema es el poder. Como dice el MST de Brasil, no se toma el poder, el poder te toma. Por lo tanto, te convierte en un engranaje de las lógicas de dominación cristalizadas en las instituciones.

Cuando dicen que se lanzan críticas alegremente, respondemos: en lo que no se puede ser alegre es en decir que lo que se dice, sobre el balance de los gobiernos “progresistas”, son apreciaciones alegres. Pues no lo son. Son experiencias dramáticas de los pueblos. Hacer propaganda de un gobierno que vive el drama de su propio laberinto, entrabado en contradicciones profundas, sin una menor consideración en lo que pasa, a la sucesión de hechos, que dibujan el perfil de una tendencia recurrente, es no sólo alegre, sino un flaco favor al propio gobierno “progresista”. Nosotros criticamos a los que llamamos llunk’u, los consideramos las termitas que se comen la madera con la que hay que construir el Estado plurinacional, la materialidad política con la que hay que defender el “proceso”. Estos llunk’u son los otros sepultureros los que alaban los errores de un gobierno “progresista”, en vez de criticarlo.
 
Sobre las diferencias en la caracterización política

En varios documentos y posicionamientos, sobre todo en nuestro debate con la izquierda tradicional, se dejó claro que, no se pueden confundir los gobiernos “progresistas” con los gobiernos neoliberales. Son distintos; emergen del bloque popular, se vinculan con lo nacional-popular, entran en contradicciones limitadas con el imperio. Esta diferencia, hace ver que no es lo mismo luchar contra los gobiernos neoliberales que luchar en el marco de los gobiernos “progresistas”. Además, dijimos que es diferente un contexto de otro, una coyuntura de otra. Que lo que ocurre en Venezuela es un descomunal enfrentamiento con una “derecha” fuerte, con convocatoria, apoyada por el imperio. En cambio, lo que ocurre en Bolivia y Ecuador se puede resumir de la manera siguiente: Una derecha derrotada, electoralmente, en Bolivia y Ecuador; en Bolivia, política y militarmente, después de los acontecimientos del Porvenir-Pando. Una clase burguesa, económicamente dominante, desplazada al bando del gobierno de Evo Morales, del cual consiguieron grandes ventajas. En el panorama político pervive una minúscula derecha política en el Congreso; bastante descolocada, sin ligazón efectiva y concreta con la clase social que supuestamente representa, pues no tiene apoyo de la burguesía, a la que aparentemente encarna. Por lo tanto, podemos concluir, que los gobiernos son diferenciables; empero, en la medida que expresa la cualidad operativa de la forma Estado-nación, responden a la lógica de poder, estructurada en la modernidad. En esa misma medida, reproducen la institucionalidad homogénea, la mono-cultura dominante, la condición mono-nacional heredada. Los gobiernos populares, por más vestidura o disfraz “progresista” que usen, forman parte de la reproducción colonial y capitalista del poder.

No es un problema de personas, como pretende la teoría de la conspiración, como si la explicación de las contradicciones históricas se resolviera con suponer que hay “traidores” de la “revolución”.  Los caudillos son mitos, son imaginarios construidos por los pueblos, viven también un drama, pues son arrastrados por las contradicciones de un proceso histórico, que requiere, para salir de sus trampas reiterativas, de movilización, de democracia participativa, de transferir las decisiones a los pueblos, a las naciones y pueblos indígenas, a las comunidades, a las organizaciones sociales. Esto es justamente lo que no se hace, es de esto de lo que se alejan los gobiernos “progresistas”, que prefieren optar por acrecentar la burocracia, recurrir al autoritarismo, desprender despotismo, descalificar la crítica y dividir, sino pueden destruir, a  las organizaciones indígenas. Estos gobiernos contribuyen de esta manera a su propia descomposición. Cayendo en este itinerario a una ruptura ética y moral en todas las líneas. 
 
Umbral de las “revoluciones”

A estas alturas de las historias políticas de las sociedades humanas, sobre todo de las desplegadas durante la modernidad, creo que debemos tener claro que, el gran problema histórico de las llamadas “revoluciones” es el poder, en tanto economía política del poder. Mapa institucional que captura la potencia social, la fuerza social, la dinámica molecular social; diagrama de fuerzas que diferencia poder de potencia, usando la potencia capturada para la reproducción del poder; es decir, de las dominaciones polimorfas. No creemos que sea problema de velocidades, tampoco de aceleraciones o desaceleraciones, de los “procesos” políticos, sino de la capacidad de desmantelar el poder y liberar la potencia social.

Para nosotros es evidente que se deben concebir y desplegar transiciones, transiciones del Estado-nación al Estado plurinacional; estas transiciones pueden ser largas, medianas o cortas. Incluso, mejor dicho, estas transiciones pueden concebirse diferencialmente; en unos casos de una manera radical, en otros casos de una manera reformista.

Todo depende del contexto, la correlación de fuerzas, de la institución en cuestión, también depende del tema y tópico de la problemática de referencia. Les dijimos a los oficialistas, “pragmáticos” y supuestamente partidarios del realismo político, que no se trata de renunciar a las reformas, a las transiciones largas, sino de que había que dar pasos, aunque cortos, de tal  manera que impliquen avances,  aunque mínimos, incluso imperceptibles. Después de A viene B, después de B viene C, y así sucesivamente. Aunque nosotros somos partidarios y creemos, como establece la Constitución, en la transformación pluralista, comunitaria, participativa e intercultural del Estado; es decir, consideramos preferible transformaciones radicales que reformas, se puede lograr, en todo caso, el consenso en reformas. El problema es que tampoco quieren esto; no quieren transformaciones radicales, que consideran utópicas; no quieren reformas conscientemente ejecutadas. Se contentan, cómplices de la  representación teatral de la época, con la simulación, con el montaje, con la publicidad, con los escenarios del teatro político. Se prefiere apostar a la ficción, inclinándose a procedimientos ilusorios, a lograr hacer creer a la gente, mediante la propaganda y la publicidad, que se dan cambios, renunciando a ejecutar efectivamente los transformaciones. Este es el problema, que el gobierno “progresista” ha caído en la ilusión de su propaganda, mientras se embarca en la ruta destructiva del extractivismo; acompañando, esta entrega colonial a las empresas trasnacionales, con prácticas prebendales y clientelares, embarcándose en el derrumbe político de todo gobierno, de toda gestión, que da vueltas en un círculo vicioso, cayendo degradantemente en la práctica compulsiva de la corrupción. Este es el problema de fondo. Volver a repetir, en otro contexto, en otro periodo, y en otra coyuntura, la triste historia de la paradoja de las “revoluciones”. Las “revoluciones” cambian el mundo; el mundo no va a volver a ser lo que era antes; empero, las “revoluciones” se hunden en sus contradicciones.

Este no es solamente un tema boliviano, tampoco sudamericano, ha pasado con todas las “revoluciones”. Por eso es indispensable intentar cruzar este umbral de las “revoluciones”, cruzar el límite e ingresar a otro horizonte posible. Esta eventualidad se logra con la crítica, aprendiendo de las contradicciones, de los problemas, de los errores, no ocultándolas con apologías. Lo que menos se requiere es de estos cantos al fracaso, edulcorándolas, como si fuese victoria, lo que menos necesitamos son estas apologías, que lo único que hacen es debilitar las fuerzas vitales de los “procesos” emancipadores.  

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DESENLACE DE LA VIOLENCIA ESTATAL

Raúl Prada Alcoreza

El Asalto a la fortaleza moral del QONAMAQ

Al gobierno no le queda otra cosa que la descomunal violencia, después de haber  perdido la legitimidad; una vez que se dieron las crisis del gasolinazo, cuando enfrentó a su pueblo, y la crisis del conflicto del TIPNIS, cuando se enfrentó a las naciones y pueblos indígenas. Ahora, quedó claro, completamente verificado, su decidida opción por el modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente. Después de aprobar con las organizaciones afines una ley de consulta donde desaparece la consulta con consentimiento y previa, constatándose la consumación del nuevo etnocidio, perpetrado por el gobierno progresista, el ejecutivo nuevamente intenta, por sexta vez, intervenir el CONAMAQ y dividirlo. Lo hace con gente sin representación ninguna, en contra la legitimidad de las dieciséis regiones y suyus del QONAMAQ. Esto es una muestra de desesperación, en plena campaña electoral. El gobierno, en su hazaña, recurre también a la policía, que coadyuva en la intervención; vulnerando grotescamente los derechos de las naciones y pueblos indígenas, consagrados en la Constitución, además de destrozar los derechos fundamentales.

¿Por qué lo hace en plena campaña electoral? ¿Por qué se arriesga a mayor desprestigio del que ya tiene? ¿Es que, después de encaminarse a un quiebre ético y moral, sin precedentes, después de apostar al extractivismo etnocida y matricida, después de derrumbarse como proyecto politico, no le queda otra cosa que la violencia? ¿Cómo terminan los encaminándose los gobiernos progresistas en no solamente contradicciones profundas, inocultables, sino en una descarnada práctica, indisimulada, de control despótico y represión permanente? ¿Cuáles son las condiciones y los factores que terminan empujándolo a semejante caída política? Parece ser que se trata de la intervención calamitosa de un conjunto de condiciones, que sostienen el avatar de otros conjuntos de “variables”, que se dan, en parte, como herencia histórica y, en parte, como azar desafortunado de eventos, que repiten fatalmente la misma condena: los que se consagran al poder “venden su alma al diablo”.

En esta coyuntura, ante la desenvoltura abierta de la violencia estatal, la defensa de los derechos es prioritaria, la defensa de los derechos fundamentales, la defensa de los derechos de las naciones y pueblos indígenas, la defensa de la Constitución. Nadie puede quedarse callado o callada ante la suma de atropellos; de lo contrario, al ser indiferentes, al callarnos, terminamos siendo cómplices de la violencia desmedida; pero, también de la muerte del llamado “proceso” de cambio. Peor aún, de la suspensión de la democracia.

Lo que parece darse detrás de estas inconductas gubernamentales, además de desesperación por controlarlo todo, con malas artes, es la duda ante las elecciones. Duda ante la respuesta de las ciudades, incluso del núcleo duro del campo. Aunque puede haber cierta apreciación de una victoria pírrica, en comparación con los resultados de las elecciones anteriores, presumible victoria, dificultosamente conseguida, que no parece llegar al 50%,  con gran aprieto superar el 30%, relativo al núcleo duro, comprometiendo la probabilidad de una segunda vuelta. A pesar de las ínfulas de imaginario ganador, de encontrarse desconectados de la “realidad”, publicitar y volcarse a la propaganda desmedida, manifestando una popularidad perdida, en algún lugar prende la duda. Esta duda es como un gusano que se come la fruta. Por eso, se apuesta a la prebenda, en mayor escala, se propone doble aguinaldo, sólo a algunos sectores, no a todos, como debería ser, queriendo ganarse votos de los trabajadores o asegurarlos. Por otra parte, en la misma presunción, se teme a una organización, que no han podido dividir el gobierno, como es el CONAMA;, se teme a su interpelación y consistencia. La desesperación se convierte en bronca, por eso intervienen de la forma bochornosa como lo han hecho, apoyados por los aparatos represivos del Estado. No se oculta nada. A pesar que se efectuó la intervención en la noche y bajo lluvia. Se apuesta a sostenerse con el crédito de los afines, de los partidarios, de los medios oficiales y privados que controla. Se apuesta a cubrir el atropello con humareda, como acostumbran. No es la primera vez que lo hacen; empero, en la medida, que se alarga la lista, cada vez es menos consistente lo que se hace, por más violencia que se emplee.

También interviene, en el desenlace de los hechos, la premura sumisa de los aduladores, de los que quieren hacer buena nota, y se esfuerzan por dar muestras no solo de fidelidad sin razonamiento, sino también de muestras torpes de adhesión, que son estas decisiones de intervención, por parte de una trucha organización “indígena”, armada apresuradamente, con gente de largo recorrido prebendal. Son los que quieren entrar en las listas electorales los que se esmeran por destacar en estos actos exaltados. Al final, el MAS se ha convertido en eso, en una masa gelatinosa de adherentes prebendales, clientelares, dispuestos a todo por formar parte de los entonos de poder, por más que su órbita esté muy distante del núcleo de poder.

Son síntomas de la degradación política. Lo que al principio era discurso populista, con pretensiones de “ideología”, se convierte en acción descarnada sin discurso y sin “ideología”, solo gritos: ¡Salgan de rodillas! Es la venganza del verdugo a sus víctimas vencidas. De esta clase de gente se llenan los cuerpos represivos, que terminan en torturadores. Esta clase de gente es la que hace de grupo de choque del oficialismo, esta clase de gente se presta a las usurpaciones más desacreditadas de nombre y representación. Esta clase de gente no tiene la menor idea de la Constitución y de las razones, causas, condiciones, que abrieron el “proceso” que se debate ante su propia muerte. Esta clase de gente son los sepultureros del “proceso” de cambio.

Como dijimos antes, parece una condena, se repite la trama. Es un guión escrito por el poder, en tanto destino perturbador de los que se entregan a la vorágine de su lógica de captura, de control, de dominio y destrucción. Lo que comienza como esperanza se vuelve frustración, lo que comienza con entusiasmo se convierte en pusilanimidad, las buenas intensiones son piedras del camino al infierno. Los gobiernos “revolucionarios” se convierten en contra-revolucionarios, los “revolucionarios” se convierten en maniáticas caricaturas de la farsa. La lucha contra la clase dominante convierte a los nuevos ocupantes en la nueva clase dominante. La represión a los enemigos se traslada a la represión intestina, adentro, convirtiendo a los críticos o rebeldes en los enemigos más entrañables, más temidos y más odiados, pues les hacen recuerdo a lo que abandonaron. Este desgarramiento es un esfuerzo por el olvido, por imponer una “realidad” condescendiente con sus actos, donde sus fechorías se convierten en buenas acciones.

La resistencia ante la decadencia y la descomposición política, la resistencia ante la restauración de lo anterior, del Estado-nación, de la colonialidad, de las prácticas prebendales y clientelares acostumbradas, de las estructuras y relaciones de poder instauradas históricamente, tiene al QONAMAQ como referente y motor de la resistencia. El CONAMAQ como organización indígena, comprometida en la descolonización, en la defensa de la Constitución, en la defensa de los derechos de las naciones y pueblos indígenas, en la defensa de la madre tierra. La resistencia ante el despotismo cuenta también con la resistencia del TIPNIS. Ambas instancias son las formas materiales y orgánicas de la resistencia. En torno a ellas se genera y regenera la posibilidad de continuar el proceso y profundizarlo, de rescatar el proceso de manos de sus usurpadores, de darse la oportunidad de salir de la condena histórica de la trama del poder. Por eso, es indispensable la defensa del QONAMAQ, la defensa del TIPNIS, la defensa de la Constitución. Un pueblo que no lucha por sus derechos no merece existir. Hay como una obligación, una convocatoria de la memoria social a luchar, a persistir en la construcción de alternativas, a insistir en las acciones alterativas, que inventan líneas de fuga, espacios liberados, y rutas a mundos posibles.          

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BLOQUES ELECTORALISTAS

Raúl Prada Alcoreza

Se entiende que en etapas electorales todos se metan de lleno a las campañas. Lo han hecho los del gobierno, los de la oposición, los del centro; prácticamente todos, a excepción de la posición que busca la reconducción del “proceso” de cambio. Reconducción, que dice no se puede hacer por la vía electoral. Sólo la movilización general puede reconducir el “proceso”. En este escenario, no llaman la atención los argumentos que vierten los frentes electoralistas; ni los de la oposición, ni los del centro; incluso, podríamos decir, ni los del frente oficialista; en general todos usan sus discursos en aplicación de convocatoria al potencial votante. Pues todos justifican la incursión electoral desde sus posiciones consolidadas. La oposición pretende ser la representación de la defensa de la democracia, el centro pretende ser el fiel representante de la institucionalidad constitucional. El gobierno pretende ser la genuina expresión del “proceso” de cambio. En este escenario electoral, lo que llama la atención son los argumentos vertidos por el vicepresidente a propósito del pacto electoral entre sectores obreros y sectores campesinos. Dice que los campesinos, los obreros, lo popular, se han unido; dice que las ojotas, las polleras y los guardatojos se han fusionado en un bloque popular invencible, a la cabeza del presidente Evo Morales Ayma. Este discurso lo emite en un pedestal electoral, en una concentración electoral  de sectores afines al oficialismo. El sentido de su discurso no puede sino ser electoralista.

El bloque popular indígena, campesino, proletario, urbano-popular, es el que abrió el “proceso”, le dio lugar, mediante una movilización prolongada (2000-2005). El bloque popular forma parte intrínseca del “proceso”. El bloque popular es tanto la subjetividad enaltecida como la disposición “material”, corporal, de las movilizaciones y de las luchas sociales. ¿Por qué convertir al bloque popular en un bloque electoral? Con esto se le quita lo fundamental que contiene, su capacidad concentrada de voluntades transformadoras, otorgándole un papel doméstico, como el de apoyar una candidatura. Por otra parte, este mismo bloque popular es el que ha sido destruido por el oficialismo. El ejecutivo y sus operadores han dividido el Pacto de Unidad, separando a las organizaciones indígenas, que asumieron un papel contestatario y de defensa de la Constitución. Después dividieron al CIDOB, en el mar de contradicciones y antagonismos del conflicto del TIPNIS. Antes, no dejaron que el MAS se organice y se estructure como partido o como instrumento político, organizando paralelas a todo nivel; nacional, departamental, de las circunscripciones. El oficialismo quería una caricatura de “bloque” popular, quería una subordinación completa de las organizaciones sociales bajo el mando del gobierno. Es esto precisamente lo que ha logrado, en gran parte, al cooptar las dirigencias de las organizaciones sindicales y de las organizaciones sociales, al separar a las organizaciones rebeldes.

Sobre la base de esta destrucción sistemática del poder popular, por parte del oficialismo, sobre la estructura de las ruinas, sobre el soporte destrozado de lo que queda, en el marco de organizaciones prebendales y clientelares, sin capacidad de lucha, sin capacidad de movilización, pues la han perdido al optar por prácticas paralelas del poder, se da un nombre rimbombante a este espejo del poder, a este espejo del gobierno, en el plano social. Se habla de “bloque” popular invencible.

Estas son las paradojas que se han repetido una y otra vez, a lo largo de la historia dramática del “proceso” de cambio. Como dijimos antes, se ha sustituido el “proceso” de cambio, abierto por los movimientos sociales, por la simulación, por el montaje y la representación de la ceremonialidad del poder. En la atmósfera de la simulación, no interesa que el “proceso” se realice, lo que importa es que se crea que ocurre eso, aunque no acontezca esto. El diagrama de la simulación corresponde al teatro de la representación. La política de los políticos, la práctica política de la clase política, ha reducido a eso, a caricatura, el acontecimiento democrático de la política, al artificio de la simulación y al imaginario conservador de las representaciones. Es esto lo que pasa, no se puede escapar a la reproducción del poder, en sus distintas formas, perfiles y matices. El poder requiere de la simulación para persistir, convenciendo a la gente de que lo que se dice, lo que se difunde como propaganda, lo que se publicita, lo que se representa es “real”. En la práctica desbordante de la simulación han caído tanto gobiernos conservadores como progresistas. En eso no se distinguen, salvo la forma del discurso, en los circuitos colaterales y correlativos del discurso, en el uso de los “objetos”, los “conceptos” y los “sujetos” del discurso.

La pregunta es: ¿si los propios simuladores creen en la simulación, que la simulación, el montaje teatral, es lo que efectivamente ocurre? Este es el punto. Pues si no cree, si saben de la diferencia entre representación y “realidad”, “propaganda” y “realidad”, la situación nos llevaría a considerar una de las variantes de la teoría de la conspiración. En cambio, si creen en lo que dicen, si no se dan cuenta de la diferencia entre discurso y “realidad”, la situación nos lleva a considerar la dramática historia del poder. Los investidos de poder son apenas unos engranajes de una fabulosa maquinaria rechinante de poder. A pesar de la ceremonialidad del poder, donde se les otorga atributos de líderes, caudillos, hasta de “libertadores”; estas creencias, que pueden ser populares, son polvareda ante el funcionamiento depredador del poder. Los líderes, los caudillos, los “ideólogos” del poder, no son más que marionetas en un guión establecido.

El drama de los “revolucionarios” que toman el poder, que se quedan con él, en vez de destruirlo, es que el poder los adopta, los cobija, convirtiéndoles en las criaturas más patéticas del ejercicio de poder. Con el poder no se juega, no hay astucia que valga; el poder es como un campo gravitatorio, hace que los “objetos” y “sujetos” orbiten de una cierta manera. No importando que características tengan; en unos casos las velocidades serán más rápidas, en otros casos las órbitas serán mayores y distantes. El poder no perdona, exige sacrificios, entrega total. Si se pretende quedarse, formar parte del poder, no hay alternativa, se tienen que acatar las reglas del juego. No cuestionar los núcleos orgánicos del poder; no cuestionar los ejes de la reproducción del poder, el campo institucional y el campo burocrático; no cuestionar a la forma Estado como cartografía centralizada, como monopolio de la violencia, como monopolio administrativo y de las leyes. Si el discurso es pretensiosamente “revolucionario”, el discurso es aceptable, en las composiciones del poder, en tanto este discurso solo ocasione ilusiones.

El procedimiento electoral es el procedimiento de reproducción de la clase política. Esto se da tanto en gobiernos conservadores, así como en gobiernos progresistas. La diferencia de los gobiernos progresistas es que, a veces, se mueven en los umbrales de la simulación y de prácticas prácticas transformadoras, sin animarse a cruzar el limbo. Cuando esto ocurre, los gobiernos se enredan en ambos “escenarios”, en ambos espaciamientos, que comprenden agenciamientos diferentes; la simulación es acompañada por modificaciones institucionales, redistribuciones del ingreso, desplazamientos de relaciones, apoyo movilizado de la gente. Cuando esto no ocurre, cuando lo único que diferencia a los gobiernos progresistas y los gobiernos conservadores es el discurso, las características del discurso, los “objetos”, “conceptos” y “sujetos” del discurso, entonces los gobiernos progresistas caen en una suerte de cinismo. No hay otra “realidad”, sino ésta, no hay otro uso del “poder”, sino éste, no hay otra alternativa, sino ésta, la que conducimos. Esta es pues la tesis del fin de la historia. Más allá de nosotros, los gobiernos progresistas, no hay nada.

El problema histórico-político, en las perspectivas abiertas por los movimientos sociales anti-sistémicos, es que con las elecciones, con los resultados electorales, cualquiera sean estos resultados, gane o pierda el MAS, se vaya o no a una segunda vuelta, el “proceso” estaría muerto si es que no hay reconducción movilizada del “proceso”. No hay salida electoral. Es vano el esfuerzo por organizar un “frente de izquierda”; no tiene futuro si no emerge de una movilización general. En un ambiente de polarización electoral, entre el MAS y la oposición, un “frente de izquierda”, conseguiría, en el mejor de los casos, una pírrica suma de votos, que a lo mejor habilitan algunos diputados. Esa pírrica votación legitimaría el accionar de un gobierno progresista, que ha usurpado el nombre de los movimientos sociales. ¿Qué hacer entonces en una coyuntura electoral donde no hay señales de una movilización general en defensa del “proceso”? El problema se complicaría mucho más si se diera una segunda vuelta, donde competirían el MAS y un frente de oposición. ¿Qué hacer en este caso? ¿Insistir con la movilización general, la reconducción del “proceso”?

Estos dilemas son imprescindibles, no podemos dejar de tomarlos en cuenta. Nadie puede hacerse a un lado, sustituir lo que acontece por las razones críticas de un fundamentalismo “intelectual”. Este comportamiento equivale a expectar, mientras los sucesos se desencadenan. Usando los términos acostumbrados, de “izquierda” y “derecha”, aunque no adecuados, diremos que un “frente de izquierdas” no se forma con el propósito electoral, de responder a la premura electoral. Se supone que un “frente de izquierdas” responde al requerimiento de unificar fuerzas, en la perspectiva de convocar al pueblo a la movilización, por la consecución de transformaciones estructurales e institucionales. En este sentido llama la atención las agitaciones efectuadas por sectores de “izquierda”, proponiéndose la tarea de atender a la compulsa electoral. La posibilidad de un “frente de izquierdas” no se encuentra en la convocatoria electoral, sino en la posibilidad de lograr una movilización general por… En esto radica la discusión entre las “izquierdas”. Mientras unas desconocen taxativamente la existencia de un “proceso” político, interpretando más bien este periodo como la continuidad del anterior, neoliberal, otras reconocen la existencia del “proceso” de cambio, señalando sus contradicciones. La interpretación de la coyuntura y del periodo es algo sobre lo que tienen que ponerse de acuerdo las “izquierdas” antes de formar un “frente”. Sin embargo, algo que debería quedar claro para las “izquierdas”, dada la experiencia de la historia de las luchas sociales y políticas, es que no pueden, no se encuentra en su inherencia y composición, organizativa y política, ser electoralistas. Que ciertas “izquierdas” hayan caído en esa compulsa estadística no justifica que se tenga que caer en lo mismo. Para las “izquierdas” las elecciones deben ser sencillamente la ratificación de victorias políticas anteriores, donde se ensambla la empatía popular.

El gobierno está embarcado en elecciones, pues está en el gobierno, y su forma de reproducción es a través de elecciones. El gobierno tiene al MAS, como instrumento electoral, como referente para la convocatoria a los votantes. El gobierno apuesta con todas sus fuerzas a las elecciones; compromete a todas las organizaciones sociales, que pueda preservarlas en los espacios de su dominio. En esta atmósfera de control, no es de ninguna manera extraño que el gobierno haya pactado con la dirigencia de la COB; esto lo venía haciendo desde tiempo atrás. Nadie puede hacerse al desentendido. Los conflictos recientes entre el gobierno y la COB no necesariamente tienen que considerarse como avisos de ruptura de la COB, de hoy, con el gobierno progresista. Ambos, la COB y el gobierno, se consideran formar parte del “proceso de cambio”. Lo que sorprende es que cierta “izquierda” haya depositado sus esperanzas en la dirigencia de la COB, cuando se conformó el Partido de los Trabajadores (PT). La actual dirigencia de la COB no es la misma que la de 1952, que emerge de una revolución armada, tampoco es la misma que la de 1963, cuando los mineros se enfrentaban en Sora-Sora contra el ejército, menos aún es la COB de la Asamblea Popular (1971). Esta COB no es el poder dual, tampoco ha sido el bastión en la movilización prolongada de 2000 al 2005, cuando se abrió el “proceso” en cuestión. Es otra COB, cuya dirigencia medra a la sombra de la leyenda combativa minera y del proletariado boliviano; empero, se encuentran muy lejos de encarnar las legendarias luchas del proletariado. Estamos ante una dirigencia prebendal y clientelar, estamos ante una dirigencia que se circunscribe a la mera lucha economicista, teniendo como principal conflicto, el conflicto con las cooperativas mineras, donde se encuentran otros trabajadores mineros, explotados por el capitalismo salvaje. Esta COB ha optado por la lucha fratricida entre hermanos proletarios, unos sindicalizados, otros cobijados por las llamadas cooperativas mineras. No es pues sorprendente que esta dirigencia haya pactado con el gobierno; la dirigencia está escogiendo a un probable ganador.

¿Hay o no traición en esta conducta de la dirigencia cobista? Alguien diría, depende cómo se mire. Si partimos que es esta misma dirigencia la que ha empujado a la formación del PT, se puede colegir, apresuradamente, que esta dirigencia ha traicionado a su propio proyecto. Si vemos que el mismo bosquejo adolecía de proyección, desde un principio, por conformarse atraída por los resplandores electorales, para afrontar la compulsa votante, ya tenemos, de entrada, la delimitación de los alcances representativos del PT. Si bien se consideraron enunciativamente tópicos estratégicos del programa “revolucionario”, como el curso de verdaderas nacionalizaciones, expropiando a los expropiadores, además de dejar claro el impulso emancipatoria de los trabajadores, estos enunciados no dejan de ser declarativos, cuando en los hechos el interés era participar en las elecciones. Por otro lado, como dijimos, la confianza no puede depositarse en una dirigencia diletante. Al hacerlo, se ha confundido la memoria heroica del proletariado boliviano con el presente conformista. Las ilusiones se pagan irremediablemente en política. El “frente de izquierdas” no puede apostar a ilusiones, sobre la base de “cuadros” ausentes. Las tareas que deberían hacerlas las “izquierdas” no las va a ser la astucia de la historia.

Los problemas que afrontan las “izquierdas” son mayúsculos. En el caso de que se encuentran enfrentadas a un gobierno progresista, entiéndase como se entienda este denominativo, por lo menos se debe contar con la sensibilidad política de comprender las diferencias de este gobierno progresista con los gobiernos anteriores; diferencias que no los salvan, de ninguna manera, de la crítica. Segundo, por lo menos, se debe responder a la pregunta: ¿por qué el pueblo, lo popular, se ha entusiasmado con esta forma de gobierno, al menos, a los inicios de su gestión? Ciertamente, lo difícil es definir el periodo y la coyuntura; ¿es o no un “proceso de cambio”, entrabado en sus contradicciones? No vamos a pedirles a las “izquierdas”, que no creen en este enunciado de “proceso”, que reconozcan que éste se ha dado, que se manifiesta en la sucesión de hechos, donde la “plebe” invade los espacios públicos. Lo que se le pide a estas “izquierdas” es que explique, coherentemente, por qué considera que este “proceso de cambio” no existe, no se ha dado, tomando en cuenta los intensos eventos del periodo. No puede esta “izquierda” seguir respondiendo mnemotécnicamente de acuerdo al esquematismo usual; el enfrentamiento universal entre burgueses y proletarios. Cuando lo que importa es comprender como se da, de manera concreta, en sus formas específicas, la lucha de clases, en una coyuntura determinada y en una formación social dada.

Es indudable que se comparte con estas “izquierdas” varias críticas al gobierno. No efectuó la nacionalización de los hidrocarburos, dio marcha atrás con los contrato de operaciones, ha entregado el control técnico de la producción a las empresas trasnacionales, no se cumplió la agenda de octubre, el gobierno no respeta los derechos adquiridos de los trabajadores, vulnera sus derechos con una ley neoliberal que administra las AFPs, el gobierno se ha vuelto un gobierno anti-indígena al desatar la represión en contra la resistencia del TIPNIS. En fin, la lista es larga; empero, estas características del gobierno no lo convierten en un gobierno equivalente a los gobiernos neo-liberales; la relación con lo nacional-popular, la relación con lo campesino, es distinta. Por esto es importante caracterizar el periodo como “proceso”, aunque esté entrabado en sus propias contradicciones, incluso, en el peor de los casos, aunque haya muerto. La fuerza de la interpelación al gobierno se encuentra precisamente aquí; el gobierno se ha desentendido del “proceso”, se ha convertido en un contra-proceso. La convocatoria es al pueblo para que defienda su proceso, de los usurpadores catapultados.

En la medida que estas “izquierdas” no valoricen las luchas sociales desatadas el 2000 y que continuaron imparablemente hasta el 2005, se distancia del acontecimiento que explica lo que está pasando; por lo tanto, no se liberan de su obstáculo epistemológico, que le impide ver y escuchar lo que acontece. También se produce un distanciamiento político, hablemos de un obstáculo político, que le impide actuar; se distancia de la vinculación con lo nacional-popular, con las naciones y pueblos indígenas, también con el proletariado, que en su gran mayoría no está sindicalizado, sino es un proletariado nómada. La lucha no es la misma en contra de los gobiernos progresistas, no es una lucha parecida a las anteriores, como lo fueron los combates contra los gobiernos neo-liberales. Para describir figurativamente los condicionamientos de las luchas sociales en el marco de los gobiernos progresistas, diremos que se define como en un intervalo; el intervalo de esta lucha contra el diletantismo y demagogia del gobierno progresista se puede resumir de la manera siguiente: se trata del paso del apoyo crítico al paso de la crítica sin apoyo.

La convocatoria política de las “izquierdas” no puede ser otra que la convocatoria al bloque popular movilizado que abrió el “proceso” en cuestión. ¿Sino, a quien se convoca? ¿A un proletariado abstracto, que no está presente? El pueblo que puede salir a las calles y los caminos es el pueblo que ha abierto este “proceso”. El pueblo salió a las calles y los caminos, lo hizo sin las “izquierdas”; puede volverlo hacer. ¿Pueden darse la oportunidad estas “izquierdas” de aprender de su pueblo, de su experiencia, de sus saberes? ¿Puede reeducarse la “izquierda” para fusionarse con la potencia social, la que emerge en las crisis? ¿Puede esta “izquierda” apoyar la construcción colectiva de un contra-poder? Este es el dilema.

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POTENCIA SOCIAL

Raúl Prada Alcoreza

Primera pregunta:
¿De qué mundo hablamos?
Segunda pregunta:
¿De qué América Latina hablamos?

Si la respuesta a la primera pregunta es el sistema-mundo capitalista, entonces, este mundo, geopolíticamente, ha asignado a América Latina el papel de región periférica destinada a la transferencia de recursos naturales al centro cambiante del sistema-mundo. La pregunta entonces es: ¿Cómo romper esta dependencia, esta asignación geopolítica, esta división del trabajo?

Si al hacer las preguntas se tiene la pretensión de valorar la inclinación de los gobiernos progresistas o, si se quiere, el desplazamiento ocasionado por su presencia en la geopolítica regional y, de esta manera, en la geopolítica mundial, entonces, lo que hay que evaluar, en primer lugar, es el alcance de los cambios logrados en la correlación de fuerzas de la geografía política, regional y mundial.

Dejemos de lado otras posibilidades, como la de hablar de un mundo heterogéneo o, si se quiere, de distintos mundos, dependiendo de la perspectiva. Pues parece, que la intensión expresa es valorar el papel de los movimientos sociales en América latina y de los gobiernos progresistas.

En relación al alcance del impacto de los gobiernos progresistas en el mundo, podemos decir lo siguiente:

1.    Los gobiernos progresistas de fines del siglo XX y principios del siglo XXI son una segunda generación de gobiernos nacionalistas y populistas, conllevando repercusiones sociales, políticas y culturales de importancia.
 
2.    Se encuentran limitados, en sus alcances, como ocurrió con los gobiernos nacionalistas de la primera generación, debido a que no logran modificar el perfil dominante de la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Están lejos de controlar las estructuras y las “lógicas” de la acumulación ampliada de capital.

3.    Se puede decir que los gobiernos progresistas han logrado recuperar cierto control, por lo de más de importancia, de sus recursos naturales. Esto mejora los términos de intercambio, empero no los hace independientes; tanto en el sentido dado por los objetivos de la primera generación, esto es, los relativos a la sustitución de importaciones, así como en el sentido de que siguen siendo países dependientes del modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente.

4.    El avance del ciclo del capitalismo vigente hacia una dominancia a secas del capitalismo financiero, ha llevado al mundo a expandir desbordantemente el modelo extractivista, buscando resolver las crisis de acumulación de capital mediante la recurrencia exacerbada de la acumulación originaria de capital, por despojamiento y desposesión de recursos naturales y mano de obra barata. Esto es el retorno a formas del capitalismo salvaje, combinadas con formas del capitalismo cibernético. Esta dominancia capitalista, en cierto sentido “barroca”, por sus composiciones combinadas y complementarias, no tanto desiguales, de la acumulación ampliada de capital, signada por  la especulación financiera, ha empujado a las crisis de sobreproducción y financieras, a las crisis de las deudas externas, bancarias, fiscales, convirtiendo a los pueblos del mundo en los eternos deudores de un sistema financiero internacional vampiro, condenando a la muerte en vida a las grandes mayorías poblacionales del mundo.

5.    La composición “técnica” de capital, que corresponde a la composición social del modo de producción capitalista, en su etapa actual, que corresponde al dominio casi absoluto de la ultra-burguesía, que controla el mundo, es la que corresponde a la articulación entre capital financiero y mega-empresas trasnacionales extractivistas. El perfil social de esta ultra-burguesía es la de una élite, extremadamente minoritaria, que ha alcanzado niveles despavoridos de derroche, de consumo, de lujo, acompañados por una insatisfacción compulsiva. Demográficamente, esta ultra-burguesía no llega a más que unos centenares de familias, que controlan el sistema financiero internacional y trece mega-empresas extractivistas trasnacionales.

6.     Frente a este orden mundial, este imperio multinacional, esta geopolítica extractivista, este dominio y control del capital financiero, este dominio tecnológico-militar-cibernético-comunicacional, los Estado-nación subalternos son débiles, si es que no forman ya parte del orden mundial de dominación, contando con una división del “trabajo” de los poderes institucionalizados.

7.    Son los pueblos del mundo, la internacional de los pueblos del mundo, los que pueden hacer frente a esta globalización privatizadora, a esta exacción especulativa financiera, a este dominio casi absoluto de la ultra-burguesía, dominio y control  institucionalizados en el orbe.  Son los pueblos del mundo los inmediatamente afectados, esquilmados y explotados, convertidos en despojo, por esta ultra-burguesía, monstruosamente distanciada de los mortales, los que pueden hacer frente y destruir el poder absoluto de esta oligarquía trasnacional.

Teniendo en cuenta estas consideraciones podemos pasar a responder la segunda pregunta; ¿de qué América Latina hablamos?

¿Es qué hay una América Latina? ¿Es qué hay varias Américas Latinas? ¿Bajo qué condiciones podemos hablar de América Latina o de Américas Latinas? Obviamente, en todo caso, “América Latina” de hoy, ya sea en clave singular o enclave heterogénea, no es la misma que la del siglo XIX y la del siglo XX. No se trata sólo de saber en qué ha cambiado, pues también han cambiado sus representaciones, sus imaginarios, sus formas de expresión. La emergencia de los pueblos indígenas desde 1994 hasta la fecha, desde el levantamiento zapatistas en la selva Lacandona hasta las resistencias de las comunidades a la expansión de la frontera agrícola, a la ampliación de la frontera extractivista, al incremento de las concesiones depredadoras mineras e hidrocarburíferas, tanto en la región de los Andes, como en la región amazónica y chaqueña, así como en la Patagonia, pasando por la movilización prolongada boliviana (2000-2005), ha derrumbado las representaciones homogéneas de América Latina.

Un perfil, harto explotado, de esas representaciones, corresponde a la narrativa romántica. Hablamos de una América Latina de la eterna rebelión; América Latina rebelde, turbulenta, en constante asonada. Otro perfil, menos difundido que el anterior, aunque de cierta antigüedad colonial, es el de subcontinente del “Dorado” o del “Potosí”, de la riqueza a cielo abierto, a la mano. Tierra de aventureros y osados. Sobre esta narrativa, mas bien, colonial, se ha de asentar el imaginario de la modernidad o, si se quiere, los imaginarios de la modernidad; la modernidad barroca, la modernidad de la revolución industrial, la modernidad de la globalización. Hablamos de la América Latina del desarrollo, encaminada al desarrollo, de la América Latina de los Estado-nación. También la América Latina de los gobiernos nacionalistas, de los gobiernos populistas, de los gobiernos que amplían los derechos sociales y los alcances de la democracia formal. La continuidad de esta narrativa nacionalistas es la narrativa que se teje ahora como narrativa de los gobiernos progresistas.

Todos estos imaginarios, de alguna manera han compartido y disputado, a la vez espacios de influencia e irradiación. Unas narrativas han servido para impulsar proyectos de liberación nacional, incluso de profundización democrática; otras, en cambio, han servido para legitimar proyectos conservadores, de restauración oligárquica, incluso de dictaduras militares. La narrativa romántica ha sustentado, intermitentemente, proyectos guerrilleros de toda índole. Sin embargo, todas estas narrativas hacen a una América Latina sin indios. Las naciones y pueblos indígenas emergentes, las movilizaciones descolonizadoras, hablan de Abya Yala, no de “América Latina”.

La “América Latina” de hoy corresponde a lo que llamaremos la narrativa de los “indígenas”; los ancestrales, resistentes, re-emergentes, actualizados, que devienen de la memoria larga; también los nuevos “indígenas”, que aunque mestizos y criollos, “indígenas” urbanos, interpelan lo público y lo privado, interpelan al capital y al Estado. Demandan autogestión, recuperar lo común, la conformación de un mundo de comunidades autogestionarias. Son los jóvenes movilizados en las ciudades en la defensa de la madre tierra, en la defensa del agua como bien y derecho, movilizados por la democracia participativa, así también por el acceso  directo a los bienes, como la gratuidad del transporte. Esto último ocurre ahora en las ciudades del Brasil. Estos nuevos “indígenas” recuperan el lugar, lo común, los territorios, como lo hacen los “indígenas” ancestrales. Ambas emergencias coinciden en el enfrentamiento contra la colonialidad, el capitalismo, el poder, la institucionalidad fosilizada.

Esta narrativa “indígena” corresponde al entusiasmo de las multitudes, de los movimientos sociales, de las comunidades, las ancestrales y las posibles. Si podemos caracterizar a esta narrativa, podríamos decir que se trata de una narrativa molecular. Una narrativa que compone distintas narraciones o, si se quiere, sub-narraciones; la narrativa de la defensa del agua, la narrativa de la tierra y los territorios, la narrativa de la madre tierra, la narrativa de la participación no representativa y no delegativa, tampoco “vanguardista”. La narrativa de los cuerpos, de las pieles, de los erotismos emancipadores, de las estéticas transgresoras. Se trata de narrativas sin autores, sin “intelectuales”; narrativas colectivas. En vano buscar y encontrar a los “líderes”, como hacen los medios de comunicación o los investigadores testimoniales. Cuando los encuentran lo que hacen es sacar del magma incandescente a un individuo, que al salir de su fluido, queda solitario, desarticulado de la fuerza social, convertido en un personaje mediático. Estos “lideres” pueden creer el cuento de los medios y de los investigadores, al hacerlo se convierten en “representantes”, en dirigentes, que entran al juego ignominioso del poder.

Los medios y los investigadores están equivocados, los medios y los investigadores pertenecen a narrativas pasadas, en los mejor casos narrativas “heroicas”, mejor dicho románticas; en el peor de los casos narrativas apologéticas de la institucionalidad, es decir, narrativas burocráticas y de propaganda. En todo caso, si usamos sus términos, los “personajes” son las multitudes, los movimientos, las comunidades. Estos colectivos apasionados, estas fuerzas en conjunción constante, componen las figuras de la alteridad.

Ante este estado de las fuerzas y de las expresiones, se observa que es anacrónico el esfuerzo propagandístico de los gobiernos progresistas por inventar mitos, al estilo de la narrativa romántica o al estilo de la narrativa nacionalista, al estilo de la narrativa de la soberanía. Estas narrativas no convocan, legitiman; estas narrativas no combaten, restauran. Estas narrativas no solamente pretenden disputar con las narrativas conservadoras de las oligarquías, sino, sobre todo, pretenden descalificar las narrativas “indígenas”. En la “América latina”, la Abya Yala emergente, la narrativa romántica y la narrativa nacionalista está más cerca de la narrativa conservadora, y muy lejos de la narrativa “indígena”.

El discurso institucional progresista

Los apologistas y propagandistas, los voceros, de los gobiernos progresistas, dicen que la interpelación “indígena” - que a veces la nombran como “ultra-izquierda”, otras veces, de manera poco ingeniosa, hablan señalando “resentidos” -  coadyuva a la “derecha”. Este es un argumento simplón. La “derecha” no necesita de ninguna “izquierda” para conspirar; se fortalece con los errores de los gobiernos, con las contradicciones  gubernamentales, sobre todo con la repetición grotesca de las prácticas prebendales y clientelares de los gobiernos de “derecha”. Si fuese el caso, si  hubiese alguna “izquierda” despistada, que se alíe a la “derecha”, aquélla ha dejado de ser contestataria para convertirse en una expresión conservadora. Esta “izquierda” habría confundido el papel, creyendo que se trata de acabar con el “tirano”, olvidándose que lo que se enfrenta son estructuras de poder consolidadas. En todo caso, hay que comprender que el gobierno progresista sigue siendo progresista en la medida que se deja empujar por el torbellino social, profundizando las transformaciones. En cambio deja de ser progresista, en la medida que se toma en serio su rol, ser gobierno, forma de Estado, propugnando realismo y “pragmatismo”. Por esta ruta se termina enfrentando al pueblo, a los movimientos sociales, que abrieron el camino para su asenso.

El gobierno progresista no es el fin, tampoco resume el “proceso” de cambio, menos lo concentra. Es sólo un medio provisional en el camino de las emancipaciones y liberaciones, múltiples y descolonizadoras. Los gobiernos “revolucionarios” del siglo XX tampoco eran ningún fin; sin embargo, se asumieron como tal, se creyeron ser el telos de la historia, adelantándose a  la tesis tardía de Francis Fukuyama, que barnizó con la tintura del fin del la historia al Estado liberal. Esta tesis, esta posición teleológica y finalista, fue el comienzo del derrumbe de la “revolución”.  La “revolución” no puede subsistir sino continuando su tarea transformadora.

Lo mejor que les puede ocurrir a los “procesos” políticos en “América Latina” es que se fortalezca la interpelación y la movilización “indígena”, lo mejor que les puede pasar es que se fortalezca la crítica y la interpelación participativa, pues la defensa de los “procesos” de cambio radica precisamente en la crítica, en la participación y en la movilización.
Los apologistas de los gobiernos progresistas creen que esta crítica y estas movilizaciones interpeladoras debilitan a los gobiernos en cuestión, a sus “líderes”; los apologistas confunden la defensa de los “procesos” con la defensa de los gobiernos progresistas. Nada más equivocado. Lo que hay que potenciar son los “procesos”, no los gobiernos; lo que hay que fortalecer es la capacidad participativa y autogestionaria de las comunidades y de los movimientos, no a la imagen patriarcal de los “líderes”. Actitud que delata la dependencia conservadora de los apologistas. El secreto de la continuidad de la “revolución” no está en los gobiernos, tampoco en los “lideres”, que en todo caso son provisionales; el secreto está en la capacidad auto-determinativa de los pueblos, de las comunidades, de los movimientos sociales.

No se trata, de ninguna manera, de hacer caer a los gobiernos progresistas. Esta es la tesis de los gobernantes y sus ministros, basada en la desgastada “teoría” de la conspiración. Se trata de lograr espacios autogestionarios, espacios participativos de decisión, espacios de construcción colectiva, espacios que se amplifiquen, empujando las transformaciones como acciones colectivas y participativas, formando saberes constructivos de lo nuevo, basados en los saberes experimentados del activismo y de las luchas. Inhibir la potencia social, bajo el argumento que hay que defender al gobierno y cantar loas a los “lideres”, es el más craso error reiterado. Al final los gobiernos progresistas se quedan sin pueblo que los defienda, abatidos por el desgaste de sus contradicciones y retrocesos; solitarios ante la contingencia demoledora de la trama política, protegidos por los fantasmas de sus ilusiones y su autoengaño. La única manera de contar con un pueblo dispuesto a pelear y defender el “proceso” es liberar su potencia social, su capacidad creativa, sus posibilidades críticas; la única manera de hacerlo es potenciando su autodeterminación.

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LA GOBERNABILIDAD TRAMPOSA

Raúl Prada Alcoreza

Dedicado a Pututu, agrupación política que apoyó las candidaturas de Marcelo Quiroga Santa Cruz, sobre todo a su programa de nacionalizaciones, cuando la UDP había renunciado a esta tradición nacional-popular, cuando el FRI, el frente de izquierda, también veía que no era el momento. A pesar que Domitila Chungara propuso también asumir un programa de nacionalizaciones, pero fue reprimida por  los jerarcas del Partido Comunista ML, recordándole que la coyuntura no era para eso. Pututu se conformó con varias corrientes de izquierda, diseminadas por su propia crisis, después de la derrota de la Asamblea Popular. Había troskystas, como Walter Milligan, que venía de las disidencias del POR, estaban radicales del proyecto guerrillero, como José Antonio Quiroga, que venía del PRT, estaban también troskystas de la izquierda nacional (Grupo Octubre), como JuanPelerman, Pedro Suz y mi persona, que meadherí, después de mi distanciamiento del Grupo Octubre, al POR de Pie, otra disidencia del POR. Así mismo estaban Enriqueta AlzérrecaBarbery, que venía de los grupos de estudios del POR, que dirigía Juan Pablo Bacherer, como también Pilar Prudencio, que buscaba, en plena alba juvenil, participar de la lucha política.

Pututo se deshizo cuando Marcelo Quiroga Santa Cruz invitó a ingresar a sus miembros al PS-1. Pututu había planteado puntos de discusión: La cuestión del partido, que, en ese entonces, todos entendíamos que era el partido bolchevique; la cuestión de la lucha armada o la insurrección; la cuestión de la transición, la combinación de las tareas democráticas-nacionales con las tareas socialistas; la cuestión de la formación, y la cuestión electoral. Marcelo propuso que esos temas se los discutan dentro del PS-1. Todos los miembros de Pututu ingresaron al PS-1, a excepción de mi persona, de Enriqueta y Pilar.  Los que ingresaron no pudieron resistirse; Marcelo era no solamente toda una referencia histórica intelectual y política, además de ética, sino también un exuberante orador, además de contar con una afabilidad seductora. Los miembros de Pututu tuvieron tareas importantes en el PS-1, formación de cuadros, el periódico Mañana el Pueblo y otras tareas importantes. La ventaja de Juan Pelerman y Pedro Suz  era que podían articularse al eje constitutivo más importante de Marcelo, el devenir de las tradiciones fuertes de la episteme boliviana, la de la defensa de los recursos naturales, la cuestión nacional y un marxismo latinoamericano. No ocurría, como pasó con la otra izquierda que ingresó también al PS-1, que venía de tradiciones socialista, incluso guerrilleras. La decodificación que hizo esta izquierda de Marcelo Quiroga Santa Cruz fue a partir de generalidades del socialismo, no desde la incumbencia de la dramática historia insurreccional nacional-popular y social.  Entonces dedicó este escrito a este grupo fugaz, que llegó a sacar un periódico, que se difundió rápidamente; el nombre del periódico era también Pututu, el título del primer número era sugerente: ¿Quién pagará la crisis?
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POBLACIONES NATIVAS

Raúl Prada Alcoreza

ANÁLISIS SOCIODEMOGRÁFICO DE LAS  POBLACIONES NATIVAS DEL “ORIENTE”, CHACO Y AMAZONIA
Según el “Censo” Indígena de 1994
 
1.- Diferencias Culturales y Características Sociodemográficas
 
1.1.- Conceptualización
 
Ante  todo  tenemos  dos  campos  de  conceptualización,  uno  de  carácter
sociodemográfico  y  otro  de  carácter  antropológico.  El  primero  más
inclinado a  la descripción de  los  fenómenos poblacionales, concebidos no
sólo desde una perspectiva meramente demográfica, sino articulados a las
condicionantes sociales, políticas y económicas; el segundo más  inclinado
a la tradición taxonómica y hermenéutica de las ciencias humanas. Por lo
tanto  requerimos  definir  lo  que  entendemos  por  características
sociodemográficas,  por  un  lado,  y  lo  que  entendemos  por  “población
indígena”, por otro.

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