Cara o Cruz
Raúl Peñaranda U.
Miércoles, 19 Abril, 2017 - 15:31
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El Vicepresidente Álvaro García Linera se ha metido en honduras por haber reaccionado como lo hizo ante el documento firmado por expresidentes y otros líderes políticos bolivianos que salieron en defensa de valores democráticos. Los desafió a debatir, quizás como producto de un lapsus, siendo que era obvio que varios de ellos aceptarían de inmediato, con evidentes indicios de que lo vencerían si ese debate se produjera. Para salir del paso, tuvo que mostrarse aún más arrogante que lo usual, y dijo que debatiría con los seis dirigentes opositores juntos para “que no se quejen (luego) que los he abusado uno por uno”. Yaaaaa.
Haber pedido esto como condición fue una manera de evitar el debate, porque él sabe que con esas condiciones ese encuentro no se realizará. Se corrió, como se dice vulgarmente. Escapó. Y hasta un hashtag en las redes sociales estuvo dando vueltas por varios días: #AceptáBachiller.
Ante todo eso, me puse a fantasear con la idea de qué pasaría si yo pudiera debatir con él. Obviamente que no sería fácil para mí hacerlo, considerando que García Linera es una persona cultivada, un intelectual reconocido en los círculos izquierdistas de Bolivia y la región y un importante polemista. Pero tiene falencias, que yo trataría de aprovechar: su ideologismo, que lo hace repetir mecánicamente algunas ideas; su ego, que le hace perder de vista el valor de sus rivales; las contradicciones e impostura de su comportamiento; y las serias falencias de su Gobierno.
Así enfrentaría yo ese imaginario debate. Al empezar, y como para tranquilizarme un poco, le lanzaría uno o dos chistes. Algo así como “lo veo con corbata, Vicepresidente, para mí es bueno debatir con ‘corbatudos’”. Para no dejar la presión, me presentaría como “licenciado en Comunicación”, como una forma de referirme a que el él le mintió al país al señalar que obtuvo un grado académico en México. Llevaría impresas todas las declaraciones contradictorias y falsas realizadas por García Linera al respecto, por si él quisiera negar que mintió.
Luego procuraría demostrar sus contradicciones personales: ¿cómo es posible, por ejemplo, autocalificarse como un “marxista clásico” y “un revolucionario” y, al mismo tiempo, casarse por la Iglesia e invitar a modelos y reinas de belleza a un ostentoso evento? No descarto que pudiera dar alguna explicación valedera.
En el curso del debate seguro que él atacaría a “la derecha” con su conocida letanía de calificativos, entre los que le gusta hacer hincapié en que “es mentirosa”. Y allí yo preguntaría directamente por qué dijo que Evo Morales le informó que había conocido a su supuesto hijo. O mintió Morales al contarle eso, o mintió García Linera para ayudar a su Jefe. Pero, como ahora resulta que el niño nunca existió, alguno de los dos faltó a la verdad.
Los temas importantes, obviamente, serían otros, agrupados en tres: las violaciones a las libertades democráticas, el modelo de desarrollo que ha generado una “década perdida” en el país y la corrupción.
Sobre el primer punto, cuyas características todos conocen, solo mencionaré aquí el hecho de que Morales y él se beneficiaron en el pasado en rasgos de la democracia que ahora niegan a otros: la alternancia en el poder, por ejemplo, le permitió a Morales alcanzar el Gobierno. Y un Estado de Derecho, aunque hubiera sido débil, le aseguró a García Linera haber sido liberado de la cárcel, donde llegó acusado de terrorismo, porque al quinto año de detención un juez no había emitido sentencia. Antes, en el sistema que él adora criticar, la ley se cumplía, aunque sea parcialmente, y beneficiaba incluso a quienes optaron por métodos violentos, como colocar bombas en torres de alta tensión o robar remesas de universidades.
Sobre la “década perdida”, me muniría de toda la información contenida en el Informe de Desarrollo Humano del PNUD y reportes de otros organismos internacionales, como UNICEF y FAO, que establecen que si bien Bolivia ha mejorado sus indicadores sociales, todos los países de la región lo han hecho también, varios de ellos a mayor velocidad. Estaban más adelante que Bolivia hace diez años y hoy lo están aún más. Esto se debe a que el modelo de desarrollo utilizado por el MAS se basa en procurar darle utilidades al Estado, para permitir al Gobierno tener recursos para inaugurar obras, en vez de intentar efectivamente diversificar la economía y generar empleo sostenible.
Y sobre la corrupción, campo en el que hay tanto que decir, yo me limitaría a dos puntos cruciales: primero, que más del 90% de todas las contrataciones estatales son por invitación directa, cuando en los gobiernos anteriores ese porcentaje era mínimo. Esas invitaciones directas hacen que existan sospechas de sobreprecios en la construcción del teleférico y en la mayoría de las grandes obras que emprende el Gobierno. Si hubiera competencia de propuestas, en vez de invitaciones directas, tal vez esos precios serían menores. Segundo, el Fondo Indígena, en el que el régimen autorizó que 686 millones de bolivianos se depositaran en las cuentas bancarias particulares de 1.040 dirigentes sociales afines al oficialismo. Fue un mecanismo para cooptar y corromper al movimiento indígena boliviano.
Llego hasta aquí. Con certeza, los hábiles dirigentes que se ofrecieron a debatir con él tendrían mejores y más atildadas ideas para enfrentarlo. Por eso el Vice se corrió. / Raul Peñaranda U. es periodista. Twitter: RaulPenaranda1
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