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Acabo de realizar una corta visita a Lima, capital que he tenido la fortuna de visitar con cierta frecuencia. La ciudad está espléndida, sobre todo algunos barrios como Miraflores y Barranco, con sus limpias calles y avenidas, sus lindos cafés y restaurantes, y sus librerías y tiendas de todo tipo. Han quitado los cables que afeaban la ciudad, las fachadas lucen aseadas y pintadas, no hay un solo papel en el suelo y existen más áreas verdes. Solo el tráfico es endemoniado. El centro, antes desbordado por comerciantes ambulantes, hoy luce ordenado y limpio.
La Paz, por el contrario, no avanza. No ha logrado solucionar sus problemas estructurales más importantes, como son el deficiente transporte público, el enloquecido tráfico vehicular, la inseguridad ciudadana y la situación, al límite, de los sistemas de alcantarillado.
La Alcaldía viene rumiando desde hace años la idea de darle a los buses PumaKatari carriles exclusivos, como ocurre desde hace más de dos décadas en distintas capitales del continente. También analiza desde hace un lustro que los vehículos del transporte público deben tener una placa de color distinto, para ayudar así a controlar la cantidad de esos autos que ingresan a las calles paceñas y, de paso, cooperar en la seguridad ciudadana. Y, finalmente, elucubra los mecanismos que deberían tomarse para sacar de las estrechas calles paceñas a varios miles de minibuses.
No es posible que el alcalde Luis Revilla no ejecute los planes que él mismo ideó y que tome literalmente años en resolver el problema del transporte público. El PumaKatari, una buena idea suya, solamente transporta algo así como el 5% o menos de los usuarios del transporte en la ciudad. Hay que tomar el toro por las astas y de una vez enfrentar el problema. En vez de verse avances, se ven retrocesos: nuevos minibuses, ahora por lo general chinos, ingresan por miles cada año a la ciudad y la segunda tanda de PumaKataris sigue sin empezar su trabajo (a propósito, ¿qué es lo que sucede con ese tema?).
Pero los problemas no se quedan allí. Como ya he señalado anteriormente, la ciudad luce decadente, con zonas que tienen hasta el 90% de sus fachadas cubiertas de grafitis y pintarrajeos. El oficial mayor Pedro Susz se burló de mi idea de hacer una campaña ciudadana, que involucre a las familias y a los guardias municipales, para luchar contra esa lacra que afea las fachadas, quita autoestima a los vecinos y desmotiva a los propietarios de viviendas a mejorar sus casas. Pero el tiempo me dio la razón. Una encuesta de PNUD coloca a estos pintarrajeos como uno de los principales problemas que los vecinos piden sea resuelto.
Para no hablar de las aceras. El 70% de ellas es inexiste o está en mal estado. ¡70%! Y sigo: los cables aéreos son espantosos, una maraña horrible de miles hilos que cruzan de una esquina a otra formando escenas lamentables de deterioro. Santiago se deshizo de ellos en los años 90. Quito y Lima, en los 2000. Las aceras además, están mugrientas. Se necesitan, como en cualquier ciudad capital del mundo, camiones que lavan veredas y calzadas con agua y jabón.
Y los baches, que son ya incontables y que se forman porque la ciudad no ha logrado construir sus calles con cemente rígido y las sigue parchando con delgadas capas de asfalto, que se vuelven a romper cuando pasa el siguiente camión. Esto debe tener algún tipio de control. Camiones, a veces de alto tonelaje, circulan incluso por calles céntricas, sin control de horario.
Tiene que ver también con este tema los despreciables rompemuelles, que están por miles, en todos sitios, arruinando autos y haciendo más lento el ya híperlento tráfico paceño. Frente al parque Bartolina Sisa existen tres de ellos. No uno. No dos. Tres. El fin de semana es un pandemonio para los vecinos y los visitantes. En la bajada de El Alto por Llojeta existen 27, uno cada 250 metros en promedio. Parece un chiste. En cada uno de ellos los pobres pasajeros del PumaKatari deben aferrarse fuerte a los pasamanos porque la oscilación es muy fuerte.
El problema principal, sin embargo, es la falta de una visión de largo plazo para la ciudad. ¿Cuáles son las obras viales que son necesarias para prever el caos que consumirá a esta ciudad dentro de 20 o 30 años? ¿Una carretera al costado del Choqueyapu que conduzca a Río Abajo de forma más expedita? ¿Nuevas vías que únanlas zonas de Chasquipampa y Alto Achumani? ¿Y a Villa El Carmen? ¿Y una nueva ruta que conecte a La Paz con El Alto (sin 27 rompemuelles)?
Y sobre la construcción desmedida de edificios sin mejorar el sistema de recojo de aguas servidas, ¿alguna idea? ¿Y para el recojo de basura? Me temo que el contrato con la empresa que hace el servicio está mal hecho porque las calles están llenas de bolsas de basura, husmeadas por perros vagabundos. A propósito, ¿algún plan para controlar los canes callejeros, que atemorizan a niños y adultos, esparcen enfermedades y ensucian todos los rincones de la ciudad? Nadie lo quiere admitir, pero en la Sede de Gobierno de Bolivia existen jaurías de perros vagabundos deambulando por calles y plazas. Parece París en tiempos de la Revolución Francesa.
Me temo que ninguna de estas preguntas tiene respuesta clara. A la Alcaldía de La Paz solo la mueve la inercia.
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