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La definición más formal de gobernar, según la ciencia política, es el doble ejercicio de conducir personas y administrar los bienes del Estado. Y que ello se hace mediante la toma de decisiones, que resuelvan los problemas de coyuntura y, a la vez, consideren la solución de cuestiones estructurales, es decir de largo plazo. Con eso lo que se hace es conducir a una sociedad a un determinado punto. Aquí la definición toma sentido según el origen etimológico del término. En latín, “gubernare” significa pilotar un barco, conducirlo a un puerto.
El presidente Evo Morales se ha quejado en las últimas semanas porque no puede salir de la residencia presidencial debido a la operación de la rodilla que le practicaron. “Estos días me siento como un Presidente neoliberal, no salgo de la residencia”, dijo. Agregó que se percibe como si estuviera “en un calabozo”. Y que extraña el contacto con la gente.
Ante su ansiedad de no poder salir de la vivienda, el Mandatario ha adoptado el desenfrenado modo de convocar a conferencias de prensa, casi a un ritmo de una por día. Para algarabía de la oposición.
Es por lo menos inusual que un Presidente que tiene un problema en la rodilla crea que ha perdido parte de su capacidad de gobernar. En la historia hemos tenido casos de mandatarios que sufrían algún tipo de discapacidad y no por ello redujeron en un 1% la capacidad de conducir la nave del Estado, para seguir con la metáfora del barco. Roosevelt usaba silla de ruedas, Balaguer era ciego. En el mundo antiguo, Balduino IV, rey de Jerusalén, derrotó a Saladino en 1177 pese a padecer nada menos que lepra.
Para mí la declaración del Primer Mandatario de que se siente en un “calabozo” es aclaratoria de cómo ve él mismo su rol. Quedarse en la residencia o en el Palacio de Gobierno es propio de los “neoliberales”, dice. Inaugurar pequeñas obras (y algunas grandes), discursear ante el gentío, hacerse vivar y finalmente interactuar con el público, por lo general jugando fútbol, es, por el contrario, realizar una gestión “a favor del pueblo”.
Pero Morales prefiere viajar a dos o tres localidades por día. Y Hablar. Y jugar fútbol. Así siente él que no está “traicionando a su pueblo”.
¿Entonces quien conduce el barco mientras el capitán está en la sala de juegos? No lo hace el Vicepresidente, que tiene el mismo ritmo que el Jefe de Estado. García Linera también está en dos o tres localidades diarias, generalmente hablando con bachilleres, a quienes gusta traspasar sus específicas ideas. Si se considera el tiempo que implica solo los traslados a dos o tres localidades diarias, la llegada a los aeropuertos, los embotellamientos del tráfico y los discursos propiamente tales, Morales y García Linera deben gastar el 80% de su jornada laboral o asistiendo a actos o viajando entre un evento y otro. Ta vez toma decisiones en el avión o en el auto, pero no son los mejores espacios para analizar, con precisión, los altos asuntos estatales.
Entonces son los ministros los que realmente gobiernan. Obviamente Juan Ramón Quintana es el más importante de ellos. El sí está en su oficina, entre 10 y 12 horas diarias, reflexionando, resolviendo problemas, proponiendo planes, ajustando clavijas. No digo que lo hace bien, y sabe el lector que soy sincero en eso, pero de que gobierna, gobierna. Está concentrado. Está reunido. Analiza documentos. Sopesa escenarios. Toma decisiones. Y una buena parte de su jornada la ocupa supervisando, al milímetro, la alocada agenda del Presidente y el Vicepresidente. Es una especie de Primer Ministro, bajo la idea de que el monarca reina, pero no gobierna. Toma, digamos, las más importantes decisiones políticas de corto plazo.
Dos superministros, el de Economía y de Gobierno, manejan con amplia libertad sus propias áreas, lo que se ve favorecido por la relación distante que tienen con el Primer Ministro, a quien no rinden cuentas. Sí lo hacen con el monarca, pero éste tiene poco tiempo para atenderlos. Así que hacen su trabajo con autonomía, y nada mal, la verdad.
El resto del gabinete depende sucesivamente del Primer Ministro o los dos superministros, y su rol es menor, a veces casi teatral, como Reimy Ferreira, el primer ministro de Defensa que se tenga memoria que dedica su tiempo más a hablar de la exnovia del Presidente que a administrar las FFAA.
No es que este modelo sea equivocado, necesariamente. No. De hecho el régimen está en su décimo año y el Gobierno ha sido sólido durante largos períodos. Y no se descarta que Morales gane un nuevo período presidencial para la gestión 2020-2025. Así que el modelo funciona.
El problema es que está ausente la visión de largo plazo. ¿Qué Bolivia tiene uno de los índices más bajos del mundo en productividad? ¿Qué el 90% de nuestras exportaciones son materias primas? ¿Que en 2019 debemos negociar un nuevo contrato de gas con Argentina y no hay reservas certificadas suficientes? ¿Qué el estado de la salud y de la educación es calamitoso y requiere reformas urgentes? ¿Qué las relaciones con Perú y Brasil están en su momento de mayor frialdad en décadas? ¿Que se ha reducido notoriamente el ritmo de erradicación de cocales? ¿Qué la justicia está en su peor crisis? ¿Qué la seguridad ciudadana está en caída? De eso nadie se encarga. No alcanza el tiempo. / Raúl Peñaranda U. es periodista. Twitter: RaulPenaranda1
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