Regional
"Si la escuela se cierra, nos iremos", dice prof. Ambrosio
Lajra Huisa, un pueblo que se quedó sin varones

Miércoles, 29 Noviembre, 2017 - 18:11

Texto: Juan Carlos Enríquez (Radio Pío XII-ERBOL)

“Si la escuela se cierra, nos vamos”, dice en un quechua bien fluido y perfectamente pronunciado Zenobia Laque Cari Cari, de cabello negro, torcido en trenzas largas, rostro moreno, fornida y de polleras amplias calza abarcas o sandalias de goma y carga a 2 de sus 5 hijos pequeños.

Sus 2 hijos mayores fueron a la escuela, ese viernes 24 de noviembre del 2017. Con una voz aguda relata que hace 10 años vivían allí 30 familias, hoy quedan 7.

Luego de una larga conversación califica al profesor Ambrosio Chambi Chocotea, el único maestro de la comunidad, “bien nomás está enseñando, nuestras wawas ya saben leer y escribir”.

Pocas semanas antes la comunidad evaluó el trabajo del profe, organizaron la salida de los niños a la ciudad de Uncía, distante a 4 horas de caminata a pie y 45 minutos en movilidad, a presentar la historia del cóndor y del zorro presumido en el Festival de Dramatización y Teatro del municipio de Uncía.

En Lajra Huisa se quedaron mujeres y niños, todos los hombres se fueron a Chile a trabajar en la cosecha agrícola.

Los más pequeños, 10 niños y niñas, se quedan en la escuela de Lajra Huisa. Los más grandes, unos 5, van hasta Cala Cala, una población urbana distante a media hora, haciendo el recorrido en la única movilidad de transporte escolar que ingresa allí a las 8 de la mañana para recogerles y a las 3 de la tarde devolverles con sus mamás.

La increíble historia de Ambrosio Chambi Chocotea

A la muerte de su padre, respondió a la vida trabajando. Se hizo minero de la cooperativa en Uncía.

Nunca olvidó a su profesor de escuela, siguió sus pasos, estudió y hace 11 años acabó el magisterio. Los mismos 11 años que vive en Lajra Huisa, en el confín de los ayllus Layme Puraka, cerca del ayllu Qaqachaka de Oruro.

 Allí duerme de lunes a viernes, sueña una y mil maneras de enseñar mejor, convive con los niños unas 6 a 7 horas al día y en las tardes y noches abandonado en su soledad, tiene tiempo para soñar más la dura tarea de ser maestro.

Sus clases empiezan a las 9 de la mañana y terminan a las 3 y 4 de la tarde.

Sus preocupaciones: que los niños aprendan a leer y a escribir, que la escuela no se cierre y que los papás tengan empleo para no abandonar la comunidad.
En el aula de tamaño irregular, 4 metros y medio de ancho por 4 metros y medio de largo, con cuatro pizarras, enseña los secretos para enfrentar la vida. Tiene 3 niñas de kínder o nivel inicial, 2 niños en primero, 2 niñas y 2 niños en segundo y una niña en tercero de primaria, es lo que llaman un maestro polivalente.

Pequeños líderes aprenden a leer y a escribir con canciones, historias del zorro, antiguos recuerdos de la siembra

Ese lunes 24 de noviembre Deisón comanda al grupo y pide gritar los nombres de quienes aún no llegan a la escuela.

“Apurate Willma…apurate Jannet…apurate José” gritan todos rompiendo la quietud del aire en Lajra Huisa.

Los atrasados corren e ingresan a la escuela cargando sus mochilas. Deison pide que los que acaban de llegar den la mano y saluden al reportero de la Radio PIO XII.

Luego de una “media vuelta” y un “arriba las manos” y “saluden a los compañeros” cantan la canción de la escuelita y van a clases.

Lectura y escritura con abreviaturas para la niña de tercero quien esta jornada aprendió mucho más el significado de la palabra celular, y es que tuvo tanta curiosidad por el aparato que traía el reportero de la PIO de Erbol.

Las oraciones con el zorro que hace poco mató y se comió cordero en la comunidad y números del 800 a 1.500, transformándolos en oraciones en el cuaderno para los de segundo.

Precios de las palas, picotas, lámparas, dinamita para los niños de primero, dibujando los billetes y las monedas y entendiendo el valor monetario, comprendiendo cuánto costará equipar con todos esos instrumentos de trabajo a sus padres que en diciembre de este año trabajarán la mina de cobre cuyo socavón abrieron recientemente en uno de los cerros cercanos.

Y las niñas de inicial miran sus uñas, tocan sus cabezas, se miran los rostros, aprenden la vocal U, pronuncian las palabras en quechua y castellano: uma, uya, uña.

Reescriben la vocal, la dibujan en grande y luego van forrándola con papelitos de colores.

A las 10 de la mañana hay cansancio y el profesor corre a su dormitorio, regresa cargado de una guitarra y los niños y niñas cantan. Una de esas canciones dice “minero kani llajtaymanta, minero jina kausakuni, minero kaspa munakuwanki, sonqetullayta qopusqayki”.

Inventor del RAT-MAT y del MARU MIRACHINA

En la soledad de su cuarto, acompañado por el silencio de los cerros y de la noche, Ambrosio Chambi inventó el ratón matemático, un juego que combina el sapo y la rayuela.

Hizo cabecitas de ratón o “juk´ucha” con la boca abierta, en base a botellas de plástico. Con las manos hicieron bolitas o cachinas pintándolas de colores, marcaron la tierra con decenas, centenas.

Entonces empezó el juego del rat mat, sumar el número de bolitas que ingresaron a la boca del ratón, multiplicar por las decenas y centenas.

En otro de sus insomnios nació el maru mirachina, o la tabla de multiplicar, maru es tabla y mirachina es multiplicar en quechua, dice el maestro, los niños multiplican con lanas de oveja hiladas por sus mamás y hacen lo mismo con habas, arvejas, maíz, todo, todo sobre la tabla o el MARU donde hay dibujos o matrices para la multiplicación.

La mina, el trabajo y la migración.

Sus conocimientos de minero le valieron para orientar el trabajo de los papás que quedan en la comunidad. Averiguó precios de la dinamita, las puntas, combos, perforadora, lámparas y también los trámites para hacer funcionar la mina de cobre.

Esta iniciativa retuvo a algunas familias que ya estaban abandonando la comunidad y esto permitió que los niños y niñas se queden allí.

Aunque hay energía eléctrica y el gobierno hizo 6 viviendas modelo para las familias, sin embargo los jóvenes y los maridos van a Chile a ganar los pesos que no pueden lograr en Lajra Huisa.

La escuela es el oxígeno de la comunidad y esta es muy brevemente la increíble historia de Ambrosio Chambi Chocotea, que una de estas noches de insomnio responderá la respuesta clave a la cruel migración que amenaza cerrar la escuela.

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