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El drama de los indígenas Wayú, en arahuaco hombres poderosos, vuelve hoy a la palestra pública con nuevas denuncias sobre la muerte de millares de infantes colombianos integrantes de esa etnia, debido a flagelos como la desnutrición.
Según el semanario Voz unos siete mil niños pertenecientes a esa comunidad aborigen murieron durante la pasada década en el departamento de La Guajira, su principal sitio de asentamiento dentro del territorio nacional.
Sólo en los últimos cinco años fallecieron más de cuatro mil 700 menores por factores como la desnutrición, de acuerdo con pesquisas que incluyeron el 45 por ciento de los ranchos establecidos en ese paraje, aseguró Javier Rojas, representante de la Asociación de Autoridades Wayú, en declaraciones a ese medio de prensa alternativo.
Aunque las cifras varían de acuerdo con el organismo que las emite, lo cierto es que esa región castigada por la escasez de agua ante la ausencia de sistemas de acueducto u otras variantes, sufre adicionalmente otros males como el desempleo, la pobreza y la desatención sanitaria, advirtió la publicación.
Es inconcebible constatar que un sitio con extraordinaria riqueza natural y cultural esté privado de estrategias acertadas para resolver la carencia del recurso hídrico, insuficiencias en la asistencia médica y una acentuada inseguridad alimentaria, reprobó Voz.
Los Wayú, que representan el 44,9 por ciento de la población radicada en La Guajira, perdieron valiosas hectáreas de tierra y el acceso al río Ranchería como resultado de la expansión de los programas mineros.
Estudios realizados por la universidad departamental revelan que el desempleo alcanza allí el 46,87 por ciento.
A pocos pasos de El Cerrejón, entre las reservas de carbón más grandes del mundo, ese pueblo originario vive una tragedia humanitaria, que pudiera poner en peligro su supervivencia luego de varios siglos de historia, alertó el rotativo.
Obreros del yacimiento hablan ahora de largas jornadas de trabajo bajo altas temperaturas, del no reconocimiento de enfermedades profesionales como la deshidratación de la piel y problemas auditivos, además de la exposición al polvo y a la ceniza.
Los lugareños responsabilizan al consorcio carbonífero, visto en un inicio como promisoria fuente de progreso y oportunidades para la zona, con otros desastres entre los que mencionan la extinción y contaminación de fuentes de agua usadas antiguamente por los pobladores.
Las explosiones con dinamita producen movimientos en la tierra que crean grietas y poco a poco secan los pozos del lugar, consideran expertos.
El presidente Juan Manuel Santos anunció este mes la alianza por el Agua y la Vida en La Guajira, iniciativa auspiciada por la Gobernación, cuatro alcaldías, la Defensoría del Pueblo y varias agencias de Naciones Unidas.
Tal proyecto persigue suministrar el líquido vital a esa región e impedir la muerte de pequeños por desnutrición, explicó el gobernante.
En tanto los hombres poderosos, el grupo indígena más abundante de Colombia, esperan por la celeridad de los programas prometidos para aliviar su azarosa existencia. (PL)
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