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Luis Fonsi (39) no estaba totalmente seguro. “En ese momento, la gran pregunta que yo me hacía era ‘¿será una canción lo suficientemente buena como para ponerla en mi próximo disco?’. Porque yo escribo muchísimos temas para después elegir, no sé, 12, 13 o 15, para lo que hago 100, 150 o 200 canciones. Entonces, la pregunta después de esa sesión de composición era: ‘¿será lo suficientemente buena como para lanzarla?’”.
El puertorriqueño, uno de los baladistas hispanohablantes más populares de las últimas dos décadas, estaba una tarde de fines de 2015 en su estudio en Miami junto a su amiga, la reputada compositora panameña Erika Ender, dando cuerpo a su nuevo sencillo, el que acabaría con tres años de silencio y lo devolvería a la rutina de promoción, entrevistas y conciertos en toda Latinoamérica, su hábitat natural.
Esta vez -guitarra en mano e intentando dar una y otra vez con la melodía precisa- ansiaba algo con más ritmo, servido para el baile, como una manera de sacudirse su etiqueta de cantante atado a ese romanticismo flagelante de éxitos como “No me doy por vencido”, y también de vincularse a estilos en boga como el reggaeton.
“Pero cuando terminamos, sólo se quedó ahí. No soy de esa gente que se emociona antes de tiempo. No celebro antes de que se acabe un partido. No me adelanto a las cosas hasta que se den. Es mi forma de ser en todo, no sólo en la música, sino que en la vida. Aunque uno vaya ganando diez a cero y queden dos minutos, no festejo hasta el minuto cero. Y no soy pesimista, para nada, soy una de las personas más optimistas del mundo. Pero con mucha humildad nos miramos con Erika y nos dijimos: ‘tenemos aquí algo muy especial y si lo llevamos por el camino correcto, vamos a tener algo importante’”, recuerda, al teléfono precisamente desde la residencia en Miami donde comenzó todo.
Y luego de un par de días, descubrieron la ruta exacta. La composición pasó por las manos de varios productores, adoptó un sonido mucho más festivo y carnal, su autor telefoneó a su compatriota Daddy Yankee para sumarlo a la fiesta, meses después hasta la superestrella canadiense Justin Bieber cayó flechado por el fenómeno y, como consecuencia de todo aquello, Luis Fonsi nunca más fue el mismo: su vida personal y artística cambiaron para siempre.
“Despacito” se lanzó el 13 de enero y se ha transformado no sólo en el hit más impresionante y universal del año, sino que también en una de las composiciones más resonantes en la historia del pop latino. A mediados de mayo, la versión remix que lo unió con Yankee y Bieber fue el primer single en español que llega al número uno del Billboard en 21 años, luego del mazazo que significó “Macarena”, de Los Del Río, en 1996. Hasta entonces, Fonsi nunca había superado ni siquiera el puesto 90. Cuando llegue el minuto de mirar en reversa y resumir 2017 en una sola melodía, acotar su banda sonora a sólo un par de versos reconocidos por casi todos, de seguro la escogida será esa cancioncilla que invita a agitarse “pasito a pasito, suave suavecito”.
“Con todo esto mi vida ha cambiado para bien, como te puedes imaginar tengo mucho más trabajo, visitando muchos países donde mi música no había llegado antes. Incluso vamos a ponerlo así: países donde poca música en español llega”, explica el artista, para luego desplegar su agenda inmediata y describirla como si se tratara de un viejo navegante a punto de zarpar a la conquista del planeta: “O sea, anoche estaba en Los Angeles, hoy estoy en Miami, mañana estaré en Alemania. Y pasado mañana en París y el domingo en Italia. Para que tengas una idea de mis próximos cuatro días”.
Hace casi un año, el baladista no estaba ni en Alemania, ni en Francia, ni en Italia: estaba en un departamento de Las Condes, instalado por tres meses en Santiago para participar como jurado del espacio The Voice, de Canal 13, mismo período que pasó en 2015 en el país para grabar el primer ciclo del estelar.
En esa vida chilena, Fonsi iba al gimnasio casi todos los días, luego partía a correr por el Parque Bicentenario de Vitacura y a veces llegaba hasta algún supermercado aledaño a abastecerse para el resto del mes. También salía a comer machas a la parmesana, se reunía con Cristián de la Fuente –uno de sus grandes amigos en Chile- y en una ocasión le escribió un tema al ex Rojo Luis “Toco Toco” Pedraza, triunfador de la temporada debut de The Voice.
Con su estatus actual, hoy sería imposible que participara de un programa así o que se instalara a vivir en Chile.Y sí, bueno obviamente no podría hacer ese formato en estos momentos, porque estoy empezando una gira que va a durar un año y medio. Sólo por esa razón. No porque falten ganas. Fue una experiencia que me gustó mucho y me gustaría en el futuro cercano poder hacerlo de nuevo. Lo mejor fue conocer un país que conocía bastante, pero en el día a día, lo que te une mucho más.
En efecto, el boricua empezará este 1 de julio en España un tour que luego lo llevará por territorios casi inexpugnables para el pop de este lado del mapa, como Alemania, Rumania, Suecia y Suiza, además de dos fechas en el Movistar Arena de Santiago para el 12 y 13 octubre (ver recuadro), en un doblete inédito en su relación con el país, lo que por enésima vez demuestra el estado de gracia que atraviesa su presente.
Pero ¿alguien realmente imaginaba que Luis Fonsi, visitante frecuente de tantas teletones y festivales de Viña, hombre que le canta al amor como tantos otros en la siempre sobrepoblada geografía de la balada latinoamericana, fuera a convertirse en la mayor estrella de la música internacional durante esta temporada? La respuesta es simple: nadie. Ni siquiera él mismo.
Yo quería ser mayor
Luis Alfonso Rodríguez López-Cepero nació el 15 de abril de 1978 en San Juan, Puerto Rico, y su primer acercamiento a la música fue a los tres años, cuando imitaba las voces de los integrantes del grupo Menudo. A los seis ingresó al coro de niños de la ciudad, pero cuando alcanzaba su primera década, sus padres debieron mudarse por motivos económicos a Orlando. Fue el inicio de su vida como inmigrante.
“Fue difícil, claro, uno de los cambios más grandes que he tenido”, desliza. Pero lo que suponía un episodio adverso se convirtió en una oportunidad. Ahí ingresó a estudiar música clásica a la Universidad estatal de Florida, con el propósito de adquirir mayor conocimiento y preparación para su futuro, especializándose en teoría, solfeo, apreciación musical y composición. También fue parte del coro de esa casa de estudios, lo que le permitió ir de gira por Estados Unidos e Inglaterra. Tras ese recorrido, lo tomó el sello Universal para depurar su estilo e impulsar una trayectoria que parte en 1998 con el álbum Comenzaré.
“Ese primer disco generó una transformación profunda en mí, quizás es el cambio más dramático a nivel de carrera, mucho más que ahora, porque pasé de ser un universitario que estudiaba música a ser reconocido en la calle, a llenar teatros y arenas. No estoy diciendo que ‘Despacito’ sea menos importante, pero a nivel personal todo lo que pasó en mis inicios fue notable. Yo venía de ser un chico desconocido que tenía que trabajar en un valet parking para pagarme mis estudios y para poder dedicarme a lo que quería, a lo que justamente estudiaba. Estudiar fue una forma de perfeccionarme, de prepararme para esto. En cambio, ‘Despacito’ llega en un momento en que estoy cumpliendo dos décadas de carrera. No deja de ser inmenso el cambio, no deja de ser hermoso, pero lo bueno es que tuve 19 años de preparación”.
Es cierto: el músico acumula una sólida discografía de ocho títulos y aciertos indiscutidos como “¿Quién te dijo eso?”, “Corazón en la maleta” y la misma “No me doy por vencido”. Pero su arrastre se restringía a Latinoamérica, a diferencia de astros como Ricky Martin, Shakira o Enrique Iglesias, todos con sucesos globales que han sorteado las fronteras del continente y que los han graduado como superestrellas del pop, sin el apellido “latino” como timbre de origen.
En esa carrera, Fonsi siempre parecía estar un peldaño más atrás en popularidad e influencia, acechando su momento, observando como otros ya se habían devorado Estados Unidos y Europa siendo apenas veinteañeros. Según un reciente informe de Billboard, el promedio de edad de las figuras que en el siglo XXI han conseguido el primer puesto del listado es de 26,8 años, muy por debajo de los 39 que el centroamericano festejó hace dos meses.
Usted llega a la cima del éxito casi a los 40 y con 20 de carrera. ¿Fue mejor así?
Fue bueno que haya pasado de esa manera, porque me permite digerirlo y apreciarlo más. Si hubiese pasado con mi primer disco, no sé cómo lo hubiese entendido. O no sé si lo hubiese apreciado de la misma manera, porque como todo artista he pasado por momentos hermosos y otros fuertes. Eso es lo que nos hace madurar y nos ayuda a convertirnos en artistas hechos y derechos. O sea, ahora tengo más experiencia, más seguridad sobre el escenario y sobre cómo manejar mi vida personal alrededor de tanta locura y velocidad.
¿Es esa madurez la que le ha permitido sobrellevar este nivel de éxito?
Claro, aunque ojo, una cosa tiene que ver con la otra: por ese mayor nivel de madurez es que precisamente nace la canción. Porque uno va creciendo como compositor y va diciendo: “esto es lo que necesito ahora en mi carrera, un tema que diga esto y que lo diga de esta manera. Necesito crecer, arriesgarme, probar cosas nuevas, necesito llamar a Daddy Yankee para que me haga una colaboración”. Al final del día nadie tiene la bola de cristal y nadie sabe qué es exactamente lo que hace que una canción se convierta en hit, pero al menos uno sabe como artista qué es lo que le funciona y qué es lo que no.
En todos estos años de carrera, ¿siempre guardó la secreta esperanza de tener un hit mundial?
No te puedo decir “no”, porque te estaría mintiendo. Nadie dice “no, no quiero tener un éxito mundial”.
Pero quizás llega un punto donde los artistas tiran la toalla y se conforman con su público de siempre.
Lo que pasa es que no estaba en la mira. Mi plan nunca fue tener un tema que funcionara en Asia o en el mercado anglosajón. No la grabé con ese propósito, no la escribí con ese propósito. Sabía que quería tener una gran canción para mi nuevo disco y que entrara como un cohete, pero no miré mucho más allá de mi público natural, mi público latino. No pensé que esto iba a enganchar tanto a nivel internacional, ni lo busqué. Porque no es que haya intentado tener alguna vez un éxito en otros mercados, no es que tuviera un fallido intento el año pasado, y fallé de nuevo y lo seguí intentando. No.
¿Enrique Iglesias?
Fonsi suena genuinamente sorprendido por un huracán que no vio venir. De hecho, detalla sin repetir ni equivocarse todas las marcas despachadas por “Despacito” en Tailandia, Singapur o el Reino Unido, casi con el asombro de un niño que goza de su mejor año escolar y que sin proponérselo se convierte en el más admirado de la clase.
Quizás como consecuencia de esa alegría, a principios de mes decidió unirse a tres cómicos italianos que semanas antes habían protagonizado un video donde se burlaban del tema, hastiados de escucharlo tanto, aunque al final no podían resistir bailarlo y entonarlo mientras manejaban por las calles. En el segundo registro, Fonsi justo detiene su auto al lado de los protagonistas, los llama y ellos le responden: “¡Enrique Iglesias!”. Además, le confiesan que lo siguen desde los tiempos de “Uno, dos, tres, María”, en obvia referencia a Ricky Martin.
¿Fue una forma de reírse de la imagen que quizás hay de usted en algunos mercados donde aún no lo conocen? ¿Por eso la mención a Enrique Iglesias?
No, no lo analicé como me lo acabas de decir. Uno tiene que saber reírse de uno mismo, soy una persona que se ríe mucho. Soy muy serio para mi trabajo, pero la gente que me conoce sabe que tengo mucho sentido del humor y me gusta echar la broma en todo momento. La primera parodia de los italianos me pareció genial, y cuando estaba en Italia ellos quisieron conocerme y saludarme. Al final del día lo que estamos haciendo es celebrar un éxito que no se pueden sacar de la cabeza. Es una burla sana.
¿Qué viene después de esto? ¿Es una responsabilidad o una presión tener un hit tan grande, y que no sólo se convierta en éxito pasajero?
Responsabilidad, qué te puedo decir. Hay cosas que están fuera de mi control. Lo bueno en mi caso es que “Despacito” no es mi primera canción, ni es mi primer número uno, ni yo empecé mi carrera ayer. O sea, no es como que lancé esto y ahora qué. Tengo una carrera de 20 años, así que no estoy tan preocupado por cuánto tiempo va a permanecer o qué viene después. Es una composición más, como las que he lanzado en los últimos 19 años, lo que pasa es que lo que ha ocurrido ha sido histórico. Estamos haciendo historia. Hay muchos que tienen carreras exitosas y nunca logran tener un tema histórico. Yo lo he tenido.
El compositor no exagera. Sobre todo en medios europeos, la creación que lo unió a Daddy Yankee ha sido catalogada como el track perfecto para hacer frente a la estigmatización que los hispanos han sufrido bajo el gobierno de Donald Trump: una melodía que abre con una guitarra española, de intrínseco pulso latino, cantada en castellano y estelarizada por puertorriqueños.
En ese sentido, Fonsi es el último eslabón de una cadena iniciada por Carlos Santana en los 60, cuando la influencia latina recién se asomaba en la cultura norteamericana; seguida por la banda chicana Los Lobos en 1987 y su versión para “La bamba”, año en que los hispanos ya formaban el ocho por ciento del país y su escalada era imparable; y extendida a mediados de los 90 por “Macarena”, con los inmigrantes ya consolidados como la fuerza que definiría el destino de EE.UU. Ahora, Fonsi hace lo suyo cuando ese vigor demográfico resiste el más duro de los embates.
Como en parte importante de esta conversación, el cantante echa mano al poder de las estadísticas: “Lo de ‘Despacito’ no pasaba hace más de 20 años y la última vez fue con ‘Macarena’. Y antes fue con ‘La bamba’. O sea, en los últimos 30 a 45 años sólo ha pasado dos veces algo así en Estados Unidos, y ahora es la tercera. Esto es algo que pasa una vez por generación y es un privilegio que me haya tocado”.
¿Le parece adecuado verlo como una respuesta musical a Trump?
Me parece fantástico en el momento que estamos viviendo, donde la gente quiere dividir en vez de unir, donde queremos crear barreras y paredes, separarnos en vez de celebrar las diferencias que nos hacen grandes. Que en este momento tan polémico en EE.UU. y tan difícil que están viviendo los latinos la canción número uno durante las últimas cinco semanas sea en español… (se ríe)… me parece bastante especial.
Cuando llegue el minuto de mirar en reversa, no sólo este 2017 se resumirá en una sola melodía; la historia reciente de la música latina de seguro tendrá una de sus estaciones más estelares en ese ritmo que invita a agitarse “pasito a pasito, suave suavecito, nos vamos pegando, poquito a poquito”.
Fuente: La Tercera
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