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Sereno pero con una amplia sonrisa, el coprotagonista de la reciente producción cinematográfica de Juan Carlos Valdivia, “Yvy Maraey: Tierra sin mal”, Elio Ortiz, respondió algunas interrogantes sobre la creación del film, cuyo contenido parece incorporarse al debate sobre los conceptos de interculturalidad y descolonización. Sin duda, una película que invita a pensar en la necesidad de conocer más acerca de las culturas que habitan nuestro territorio.
“Todo depende del cristal con que se mira”, reza un viejo adagio popular que representa un criterio, que a merced de parecer de fácil entendimiento, tal vez no sea tan sencillo. Sin embargo, quizá sea una herramienta útil para pensar en cada uno de los habitantes de este país, cuyo vínculo de identidad no acaba en la nominación de un gentilicio o algunos límites regionales, sino en ese amplio caudal de sabiduría de conocimientos ancestrales que marcan ese dialogo de culturas al que apostamos hace poco tiempo. Esta es la oportunidad de Elio y su perspectiva sobre película que muestra la cosmovisión de la cultura guaraní, su pueblo.
Entrevistador (E).- ¿Cuál fue la impresión del público con “Yvy Maraey”?
Elio Ortiz (EO).- Yo creo que hay una extrañeza. La película es algo rara para mucha gente porque es una cultura desconocida en cuanto a filosofía, imagen, paisajes, etc., que los bolivianos no conocemos. Mucha gente ha quedado muy extrañada con la película. Que creo que fue la intención de la película, con lo cual yo estoy muy contento porque le estamos dando una lucecita a la gente, recordándoles que son bolivianos y necesitan saber de la cultura guaraní. Si uno no ha entendido mucho la película, entonces creo que debemos agarrarlas maletas y viajar a conocer a mi cultura.
E.- ¿Qué elementos de la cosmovisión guaraní se ve en la película?
OE.- Se ve mucho la espiritualidad del guaraní, la forma como son hechas las cosas, como se mueve el universo, como se construye la vida y como hay que sostenerla a lo largo de la historia cultural de uno mismo. El guaraní se pregunta ¿Quién soy? ¿De dónde provengo? ¿Para qué estoy aquí? ¿Con quién tengo que estar? Y esa última pregunta habla mucho del “caraí”, que es el otro. El guaraní es un amante del “caraí”, aunque parezca fuera de todo contexto.
E.- ¿Es decir, valorar a los demás?
EO.- Es que la vida de uno depende de cómo se construye como indígena y cuanto uno es capaz de invadir el espacio ajeno. Para que nuestra invasión le sirva tanto a los demás como a nosotros mismos. De eso se trata, no es que al invadir al otro estamos conquistando para que los ellos se acomode a nuestro pensar, sino es para que uno se acomode a los demás y ellos también lo hagan. Es una renuncia a medias que produce la interculturalidad. Cuando uno es intercultural pierde un poco, pero gana conocimiento. Así como también el otro se ha interculturalizado con nosotros, pierde otro poco y gana otro pensamiento.
E.- ¿Por qué “YvyMaraey”?
EO.- “Yvy Maraey” significa tierra sin mal. La tierra sin mal que han ido buscando los guaraníes antes de la colonia. Cuando los tupi guaraníes vieron que el espacio donde habitaban antiguamente, ya había la peste y las guerras dijeron: “vamos a buscar la tierra sin mal”. Vinieron desde el Caribe, orillando todo lo que es el atlántico hasta el Paraguay, llegando al finalmente al Chaco, y pensaron que habían encontrado es lugar La tierra sin mal es una utopía pero es real a la vez. No significa que en la tierra si mal no exista el mal, sino de un lugar donde tienes todas las posibilidades para vivir. Tienes al caraí al norte, tienes al andino, al amazónico, al chaqueño, en suma, tienes mucho de que valerte para vivir. La tierra sin mal es eso, crearte las condiciones sociales, políticas y económicas para poder vivir, y el guaraní lo encontró en el Chaco.
E.- ¿Qué nos cuentas acerca de tu participación en el film?
EO.- Yo estuve con Juan Carlos Valdivia desde el inicio, desde cuando se empezó a pensar en la película, hace 9 o 8 años atrás. Cuando ingresé a formar parte del proyecto, ya había ciertas ideas pensadas. Doté de muchos insumos filosóficos del mundo guaraní, recogido de los libros, y de las voces de mis abuelos que había grabado en cintas de audio, porque yo había empezado a trabajar en radio a los 19 años y andaba en las décadas del 80 y 90 con mi grabadora en las comunidades. Muchos de esos grandes pensamientos y palabras de los abuelos que ya no existen, los traje y empecé a extraerles la sustancia, lo conceptos fundamentales que le pase a Juan Carlos. Ese fue mi aporte para armar el guión. En el guión aparecí poco, pero si en el argumento y en la filosofía que sostiene la película.
E.- ¿Y qué respecto a tu incursión en el mundo de la actuación cinematográfica?
EO.- Yo no había previsto ser actor y menos coprotagonista en la película. Eso paso a menos de un mes del rodaje porque el actor que estaba destinado a ese papel tuvo problemas. Así recorrimos todo el territorio guaraní y no guaraní, empezando por el parque Cailla que esta por el sur del país y terminando en Potosí.
E.- ¿Cuál crees que es el aporte de la película en el proceso de formación de los conceptos de descolonización e interculturalidad?
EO.- Creo que ha llegado un momento especial dentro de la historia de Bolivia. De ponernos a pensar en que la descolonización quizás no pasa tanto por despojarnos de ciertas cosas que nos han llegado de afuera, o de echarlo o de quemarlo. Yo creo que la descolonización pasa por fortalecer y resembrar lo nuestro. Pero también creo que toca al indio, como decimos por allá sin ninguna intención despectiva, conquistar al otro. La película habla de eso, y ella misma es un instrumento de descolonización, porque se muestra a un indígena actuando en él, un indígena que promueve su cultura y habla de ella hacia afuera. Entonces, creo que esa es la lógica con la que deberíamos movernos.
E.- ¿Podemos hablar de los personajes como precursores de esa interculturalidad?
EO.- Verán en la película a dos personajes que son totalmente distintos en su cultura, en sus principios y en todo. Pelean constantemente, se chocan y conflictuan constantemente, y de eso se trata la vida social en el país. De que a pesar de nuestras diferencias sepamos encontrar lo bueno que tiene el otro, y eso no lo encuentras de lejos, tienes que encontrarlo conviviendo con el otro, conociéndolo, hablando con él, intercambiando experiencias. Esa es la única forma en la que puedes llegar a entender al otro, invadiendo su espacio, de otra forma no. Si los paceños, cochabambinos u otros, creen que conocen al guaraní, a través de los libros o la prensa, eso no es suficiente. Hay que estar con ellos, hay que traerlos o ir con ellos, esa es la forma. Ese es el problema, somos bolivianos pero no nos conocemos, hay lugares tan interesantes culturalmente donde no hemos llegado. Yo como guaraní he tenido la suerte de poder llegar a toda Bolivia, y me considero un afortunado por eso.
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