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Estados Unidos no descarta una intervención militar para responder al presunto ataque químico que ha dejado al menos 49 muertos, entre ellos muchos niños y mujeres, en Douma, un suburbio a las afueras de Damasco. Así lo ha dicho el asesor de seguridad de la Casa Blanca, Thomas Bossert, en una entrevista en televisión. El ataque se considera una afrenta directa a las posiciones de la Administración y su advertencia de que no tolerará el empleo de armas prohibidas por el derecho humanitario. El presidente Donald Trump ha denunciado esta última “atrocidad” y ha acusado personalmente a Vladimir Putin y a Irán de “respaldar al animal Asad”, en alusión al presidente sirio Bashar al Asad. Su Departamento de Estado ha dicho que Rusia tiene la “responsabilidad última” de lo ocurrido y Trump ha advertido que los responsables pagarán “un precio muy alto”.
El ataque llega solo unos días después de que el líder estadounidense hubiera expresado su intención de retirar “muy pronto” a sus 2.000 soldados de Siria, dando prácticamente por finiquitada una guerra en la que Washington se ha centrado en destruir a los yihadistas del Estado Islámico. La nueva vuelta de tuerca podría alterar al menos a corto plazo las intenciones del presidente, cuyas prisas para salir de Siria chocan con los planes de los militares. “Muchos muertos, incluidas mujeres y niños, en un ataque químico sin sentido”, ha escrito Trump en Twitter.
“El presidente Putin, Rusia e Irán son responsables de respaldar al animal Asad. Pagarán un precio muy alto”, ha dicho antes de decirse “asqueado” por lo sucedido. Es muy poco habitual que Trump critique públicamente a su homólogo ruso, aunque su Administración no deja de tensar la cuerda para castigar al Kremlin por sus injerencias en las pasadas elecciones estadounidenses. Esta misma semana el Tesoro sancionó a siete oligarcas rusos, 17 altos funcionarios y 12 empresas por su relación con las “actividades desestabilizadoras” de Moscú.
Base militar
Hace ahora un año Trump ordenó un ataque con misiles Tomahawk contra una base militar siria en represalia por un ataque con gas sarín que mató a unas 80 personas en Khan Sheikhoun. Una investigación de la ONU atribuyó el crimen al Gobierno sirio. “Es vital para los intereses de la seguridad nacional de EE UU prevenir y disuadir la propagación y uso de armas químicas”, dijo por entonces el mandatario estadounidense. Su predecesor, Barack Obama, había amagado cuatro años antes, cuando se negó en última instancia a responder a la “línea roja” que el mismo había trazado, tras un ataque químico en Ghouta oriental, la misma región donde se ha producido este último.
El Gobierno sirio ha vuelto a negar esta vez cualquier responsabilidad en la fechoría que, según los Cascos Blancos sirios, ha asfixiado hasta la muerte a decenas de personas. El régimen sostiene que ha sido “fabricado” por el llamado Ejército del Islam, la facción que controla el sector oriental de la región de Ghouta y que trata de resistir las embestidas del ejército de Asad, apoyado por la aviación rusa y las milicias proiranís.
Pero también ahora el escepticismo es mayúsculo. La Unión Europea ha afirmado que los primeros indicios apuntan al régimen como responsable del ataque y ha pedido a Moscú y Teherán que apoyen una resolución en la ONU para detener las hostilidades. Muy probablemente el Consejo de Seguridad se reunirá el lunes para tratar de dar una respuesta a esta última atrocidad en Siria, donde han muerto unas 500.000 personas desde el inicio de la guerra en 2011. La indignación internacional se ha expresado desde otras capitales como Londres o Ankara.
TOMADO DE EL PERIODICO
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