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Cuando en 2007 la exmodelo Maricruz Ribera se mostró desnuda en el primer spot publicitario de Corimexo de ese tipo, no pasó mucho. Se registró alguna que otra protesta feminista y poco más. Nueve años después, en el enésimo producto con esas características lanzado en Youtube por la misma empresa, se ha producido una gran polémica. Literalmente decenas de miles de personas se han enfrascado en un debate sobre ello en las redes sociales, en los centros de trabajo y en la sobremesa del almuerzo. Esa es una muy buena señal ya que demuestra que existe una conciencia mayor respecto de la manera cómo la sociedad percibe a la mujer de la que había en 2007.
Bolivia es uno de los países donde más violencia contra la mujer existe, después de Haití, señalan las estadísticas internacionales. La situación afecta sobre todo a las niñas y adolescentes, que experimentan violencia psicológica, física o sexual en sus casas, barrios o colegios. Pero la sociedad es ciega y sorda ante ello. Al llegar a su vida adulta, más de dos tercios de mujeres bolivianas habrán enfrentado algún tipo de violencia, más que en cualquier otro país de las Américas, nuevamente excepto Haití. Las noticias de ese tipo plagan los noticieros de TV, pero el tema, lamentablemente, casi se ha normalizado. Un nuevo caso de feminicidio no causa ya demasiada impresión.
La raíz obvia de ese comportamiento es el machismo. Un hombre que se siente superior a una mujer, que cree tener más derechos y que es protegido por el sistema judicial y político, se toma la libertad de abusar de las mujeres, por lo general de su pareja. Todo confabula para que ello suceda: el machismo está atizado por elementos desde las declaraciones del presidente Morales que dice que en las panzas de las mujeres embarazadas se lee “Evo cumple”, hasta “los usos y costumbres” de comunidades rurales, pasando por la publicidad de Corimexo y los concursos de belleza, que solo valoran a la mujer por su físico, no por su inteligencia, su sensibilidad o su tenacidad.
El resultado final es la “cosificación” de la mujer. Si la mujer es una cosa, por ejemplo un mueble de cuero, el varón cree que puede hacer lo que desea con ella. Nuestros niños y jóvenes crecen por ello pensando que ese es el “orden natural” de las cosas y, cuando son universitarios e intentan toquetear a una de sus compañeras de curso, se sorprenden si son rechazados. De ahí a ejercer violencia puede haber un paso.
Obviamente por sí solos, los spots de Corimexo no generan el problema: pero como decimos, la suma de influencias, por ejemplo la obligatoriedad del servicio militar, con su abrumadora carga machista, los programas de TV basura, al estilo del de Tinelli, tan propenso a mostrar potos y tetas, e incluso los nacionales con segmentos de mujeres moviéndose o bailando de manera sugerente para saciar el apetito de los espectadores, genera el sustrato en el que germina la semilla de la violencia machista. La lógica es la siguiente: “si la mujer es una cosa, entonces puedo hacer con ella lo que quiero”.
Obviamente no todos los desnudos cosifican a la mujer. No lo hacen cuando la propia persona decide usar su cuerpo como le venga en gana. No es el caso de Stephanie Herela, la actual modelo de Corimexo, que aunque no lo considere así, se convierte en una parte de una maquinaria de pensamiento machista en la que ella es solo un engranaje. Sirve para vender algo. Muy distinto, por ejemplo, es el desnudo de Amina Sboui, la muchacha tunecina de 18 años que en 2013 publicó una foto de sí misma en Facebook, curiosamente sentada también en un sofá de cuero, con la frase "Mi cuerpo me pertenece y no es la honra de nadie" escrito en su pecho. Ese desnudo fue un grito feminista, un desafío a las autoridades políticas y religiosas de su país, que la enjuiciaron y encarcelaron. Túnez (un país musulmán más secular que otros), vivió un remezón con la protesta de Amina, y empezó a hablar de los derechos de las mujeres. Después de unos meses fue liberada y pasó una temporada en Francia, y hoy Amina está de vuelta en Túnez donde publica una exitosa revista feminista, aunque bajo riesgo permanente de clausura.
Tampoco “cosifican” a la mujer las protestas que realizan, desnudas o semidesnudas, las integrantes de organizaciones feministas de varias partes del mundo, entre ellas el grupo Femen, que se quitan la ropa para protestar contra los abusos que sus sociedades cometen contra grupos vulnerables, como otras mujeres, migrantes, etc.
La religión ha convertido en el cuerpo en un tabú y luchar contra éste ha sido parte de las batallas de las mujeres. En los años 60, el hecho que hubiera modelos posando desnudas en Playboy era señal de liberación femenina. Pero cinco décadas después parece un simple mecanismo para agradar a los varones. Así que el desnudo femenino, como el de la Maja Desnuda, de Goya, o el de las chicas de Pussy Riot, el grupo punk ruso que lucha contra el dictador Vladimir Putin y el corrupto patriarca de Moscú, puede significar varias cosas. Usarlo para vender muebles es la peor opción.
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