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La última polémica surgida entre Bolivia y Chile, de las tantas que se han producido recientemente, es la que se refiere a la posibilidad de que nuestro país obtenga un enclave soberano en la costa chilena. El diario La Tercera dio la información el domingo, señalando que Bolivia había propuesto en diciembre retirar la demanda ante La Haya a cambio de lograr el mencionado enclave. Los dos gobiernos desmintieron la información.
El tema de un enclave para Bolivia se ha debatido en las últimas décadas entre los dos gobiernos en varias ocasiones y es, a mi entender, una opción que Bolivia debe estudiar con cuidado. Nuestro problema es que no tenemos realmente una posición oficial para presentar ante Chile. Lo que menciona la demanda en La Haya es que el país desea lograr una “salida soberna” al Pacífico, pero no dice con qué características específicas. Generalmente se considera que Bolivia quisiera retomar las negociaciones que se dieron en torno al denominado “Abrazo de Charaña”, es decir tener una franja de territorio continuo que una el sur del departamento de La Paz con el norte de Arica y que sea paralela a la denomina Línea de la Concordia.
El gran problema de esa solución es que el Gobierno peruano, de acuerdo a lo que señala el Tratado de 1929, debe dar su aprobación, considerando que ese territorio le pertenecía ese país, y no a Bolivia, antes del inicio de la guerra.
Para evitar esa eventual negociación con Perú, que ya fracasó en 1978, queda la posibilidad del enclave. En febrero de 2011, el exvicecanciller boliviano Hugo Fernández le dijo en exclusiva al diario El Deber que delegaciones de los presidentes Evo Morales y Michelle Bachelet se habían reunido varias veces en secreto entre 2007 y 2009 para negociar un enclave que iba a ser ubicado cerca de la quebrada de Camarones, al norte de Iquique. En esas reuniones, dijo Fernández, Bachelet ofreció el mencionado enclave, de 28 kilómetros de extensión lineal, en el que Bolivia construiría una ciudad, un puerto y un polo económico. Fernández añadió que técnicos cartógrafos chilenos y bolivianos se trasladaron en reserva a la zona, en helicóptero, para fijar y medir el lugar del enclave. Fernández no fue, en ese entonces, contundentemente desmentido por las autoridades de ninguno de los países. Tampoco Bachelet estaba tan fuera de foco ya que, en 2004, el expresidente chileno Ricardo Lagos le ofreció en una agitada sesión al exmandatario boliviano Carlos Mesa en Monterrey, México, la entrega de un encave sin soberanía.
Pero ambas ofertas, la de Lagos y Bachelet, no podían tener soberanía boliviana considerando que estaban en territorios previamente peruanos y por lo tanto ese país debe dar su no objeción.
Aun así, ese es un extraordinario punto de partida para nuevas negociaciones, ya sea que el Tribunal de La Haya acepte la demanda boliviana o no. Habrá que elegirse otro lugar, por ejemplo Cobija o Mejillones, y demandar que sí tenga soberanía boliviana. Los mismos 28 kilómetros lineales de costa ofrecidos por Bachelet, que ha vuelto al poder, serían la base de las conversaciones. Pero como Chile no cederá aquello a cambio de nada, debe considerarse la idea de un truque de territorios. Hace tres años, Página Siete publicó una encuesta realizada a nivel nacional que reveló que los bolivianos, en su mayoría, estarían de acuerdo con dar a Chile una compensación territorial a cambio de soberanía en el Pacífico. Y esa compensación podría no necesariamente ser territorial, sino concretarse en recursos naturales, como agua o gas, que Bolivia tiene en abundancia, a diferencia de Chile.
El excanciller chileno Alfredo Moreno, contradiciendo a sus pares del primer Gobierno de Bachelet, estaba en contra de la idea del enclave, porque creía, según le dijo en 2010 a un grupo de periodistas bolivianos en Santiago, que ello podría generar “una migración boliviana desordenada” y “desestabilizar” el norte de su país. Ello no es correcto. La migración se produce con o sin enclaves, como lo demuestran miles de bolivianos viviendo en Brasil, miles de peruanos viviendo en Chile y miles de chilenos viviendo en Argentina. Y la migración no genera problemas de seguridad en ningún lugar del mundo, ni siquiera cuando es masiva como la mexicana en el sur de Estados Unidos.
El juicio en La Haya es una oportunidad para seguir mirando hacia adelante. Y el enclave soberano es una opción más para analizar en el objetivo de resolver nuestra centenaria demanda.
Raúl Peñaranda U. es periodista
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