Tipnis

TIPNIS, A FOJAS CERO

Rubén D. Atahuichi López

La construcción de la carretera Villa Tunari-San Ignacio de Moxos se ha convertido en un asunto de Estado, un asunto infranqueable y sin concesiones para las partes. Por la confusión que ha creado la objeción y el respaldo al proyecto, la única explicación posible del entuerto es política.

Rescindido el contrato con la brasileña OAS, el crédito del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) en statu quo, y el fallo del Tribunal Constitucional sobre las leyes 222 (consulta previa previo consenso) y 180 (constitucionalidad condicionada) en entredicho, el conflicto ha tomado las calles de La Paz y los medios de comunicación.

Siendo optimistas, lo único racional que queda es el diálogo. Pero eso está por definirse, ni para instalarlo hay acuerdo (el Gobierno quiere con corregidores y no con los dirigentes que cuestiona, y éstos piensan lo contrario). Si la misma Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia (Cidob) no se preocupó por eso y, confiada en el respaldo popular, se lanzó a la marcha el 27 de abril, el Gobierno tampoco hizo el esfuerzo de reunirse con los dirigentes durante más de 60 días que duró la caminata desde Trinidad.

Podría decirse que, en el caso de esta última marcha, el pliego de demandas fue presentado un mes después de iniciada la protesta y sin un aparente consenso entre las comunidades vinculadas en el problema. Además, la movilización sufrió una injerencia directa de algunas organizaciones no gubernamentales y de algunos partidos políticos, como el Movimiento Sin Miedo (MSM), y algunos de sus dirigentes fueron cuestionados por varios actos personales.

Aunque esas acciones del movimiento indígena no le quitan legitimidad a su demanda, en defensa del Territorio Indígena del Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS), han creado un escenario apto para la estrategia gubernamental de defenestrar la marcha y sus objetivos. Entonces, políticamente se convierte en un problema difícil de atender por parte del Gobierno.

Pero, debido a sus intereses (geopolítico o de política pública, los más visibles), la administración de Evo Morales ha hecho todo lo posible para enlodar la crisis por sí sola, desde el principio hasta el final. Consciente de que el mecanismo de consulta previa para estos casos es vital, omitió ese trámite, que en julio del año pasado fue el argumento central de los indígenas para objetar la construcción.

A esa acción hay que sumarle una serie de errores políticos, que en el año de las manifestaciones lo único que hicieron fue separar al movimiento indígena del Gobierno, que en las elecciones de 2005 se había arropado de esa condición. Que Morales diga que la carretera se hará “sí o sí”, no fue el mejor mensaje. Pero la represión violenta de Chaparina terminó de consumar ese divorcio.

Sin embargo, el error más grave fue la promulgación de una ley contra otra ley. Si bien la firma de la Ley 180 (que declara la intangibilidad del TIPNIS) pareció resolver el conflicto, la 222 (de consulta previa) germinó la IX marcha.

Aunque el Tribunal Constitucional obliga un punto intermedio entre ambas (consenso para la consulta), la salida en apariencia es política, y ésa puede ser fojas cero: comenzar un nuevo proceso a partir de reglas claras en un consenso sobre la Ley Marco de Consulta Previa.

Sin embargo, ¿querrán ambos acordar eso? La disputa es también política por donde se la vea.

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EVOTAR

Andrés Gómez Vela

Cuando Evo Morales vio la película Avatar, ambientada en 2154, confesó que se identificó con Jake, un marine veterano de guerra parapléjico, invitado para participar en el programa Avatar, un proyecto que transporta la mente de las personas a unos cuerpos artificiales. La película es ambientada en Pandora, una luna del planeta Polifemo, de asombrosa biodiversidad y habitada por los Na'vi, una raza humanoide de piel azul. Los humanos imperialistas quieren expulsar a los nativos del clan Omaticaya de un gigantesco árbol, conocido por ellos como Árbol Madre, para apoderarse de un yacimiento de un mineral muy cotizado. Jake encarna el Avatar e se infiltra entre los Na'vi para destruirlos desde adentro, pero se enamora de una “indígena”, Neytiri, y constata que éstos jamás renunciarán a su tierra, lo que provoca un conflicto armado con los humanos. Ante la disyuntiva Jake decide quedarse del lado de los defensores de la Casa Grande (la naturaleza) y enfrentar a su propia raza.

Cuando Morales se declaró Avatar nunca pensó que iba a vivir una historia parecida pero en sentido inverso y menos dar el argumento de Avatar II a James Cameron, quien bien podría escenificar la segunda parte de la saga en el TIPNIS con un personaje llamado Evotar, que traicionó a sus “hermanos”, los indígenas, después de hacerles creer como Avatar que era su líder espiritual y defensor del Árbol Madre pese a no ser como ellos.  

Avatar y el TIPNIS descubrieron al verdadero Evo. Pues, una cosa es creerse y otra, ser.

Dijo que era defensor de la Madre Tierra, le armaron una Cumbre Climática en Tiquipaya donde propuso un Tribunal de Justicia Climática para castigar a los depredadores; en un año de conflicto quedó demostrado que no tiene ni idea del valor de la ecología y de la necesaria armonía entre la naturaleza, el ser humano y la economía. Menos se ha enterado que preservar el medio ambiente significa preservar el futuro de los hijos de la humanidad. 

Dijo que era izquierdista porque en su gestión cocalera las ongs, los partidos, los políticos de esa línea le respaldaron y defendieron, pero carece de valores tan sencillos pregonados por la izquierda universal como la consecuencia, la igualdad, el respeto al pensamiento diferente, la humanidad, la verdad, la solidaridad y la capacidad de consenso. El TIPNIS lo descubrió como a alguien que desconoce que la izquierda humanizó la política y el Estado para desarrollar las condiciones mínimas de vida en favor de todos y todas, incluidos sus adversarios políticos.

Se presentó o lo presentaron como indígena sólo por haber nacido en un pueblo aymara, sin embargo está muy alejado de la coherencia sembrada por Tomás Katari, Túpaj Amaru, Tupac Katari. Si Fausto Reynaga se enterará de sus últimas acciones volvería a marchar con su letrero: “la tierra no es de quien la trabaja, sino del indio”. 

Dijo que era antiimperialista, pero sólo hasta el grito de Patria o Muerte, pues, presumo que asumió esa actitud nomas porque fue maltratado por la DEA estadounidense en su condición de dirigente cocalero, cuando gritaba “kausachun coca, wañuchun gringos” (que viva la coca, que mueran los gringos, en quechua), pero recibía ayuda de USAID para sus bases. Después del TIPNIS, no hay ninguna duda de que no se enteró de las razones antiimperialistas de Martí, Mark Twain, Sandino, Mariátegui o Haya de la Torre. Si el Che Guevara lo viera le recordaría que un revolucionario antiimperialista no actúa contra su propia clase con las mismas armas del imperio. 

Morales se creía Avatar y muchos se congratularon de tener un presidente de esas características. El TIPNIS lo expuso tal y como era y es. 

El espíritu de los Na'vi y el valor de Neytiri hoy está entre los yuracarés, tsiman y mojeños en el TIPNIS, el próximo campo de batalla por la Madre Tierra, salvo que Evotar recupere la coherencia. Siempre es posible. 

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