IGLESIA CATOLICA

Política
“No abocarse a la ‘guerra sucia’, como se ha dicho, a la descalificación del adversario, sino más luchar por exponer esos dos grandes pilares que la Iglesia Católica siempre ha difundido: el bien común y la dignidad de la persona”, manifestó el monseñor Jesús Juárez.
Internacional
Jorge Mario Bergoglio se disculpa ante las víctimas por “los pecados de omisión por parte de la Iglesia”.
Internacional
“Al no ser un dogma de fe, siempre está la puerta abierta”, dijo el pontífice.

PEDOFILIA, VERGÜENZA PARA LA IGLESIA

Guillermo Siles Paz, OMI.

A pesar de la vergüenza en la Iglesia Católica, la sociedad es testigo de que el Vaticano, en la Santa Sede, tomó la decisión de investigar 3.420 denuncias contra sacerdotes por presunto delito de pedofilia, de ellos 884 ya fueron echados del servicio. Además otros 2.572 también fueron sancionados de alguna otra manera, que no fue especificada.

Nadie puede negar que la Pedofilia, trastorno sexual, sea uno de los temas más sensibles y dolorosos para la Iglesia Católica, como lo dijo el mismo Papa Francisco, es una “vergüenza”.

En los últimos años, pudimos presenciar, con cuánto énfasis se fueron revelando datos sobre los casos concretos; muchos de ellos corresponden a denuncias que luego fueron llevados a investigaciones profundas.

El papa Benedicto XVI asumió la responsabilidad de dar a luz todo lo que se fueron trabajando. Ahora, los casos que se han denunciado fueron investigados por las autoridades civiles para que los responsables asuman la responsabilidad. De los casos donde la justicia ha dado conclusiones, que la Iglesia ha respetado. 

Hoy se vive, lo que decimos, “tolerancia cero” porque no se puede admitir una situación tan dura para la Iglesia. Es cierto que hubo, en muchos casos negligencia y procedimientos que correspondían al proceso jurídico, pero también encubrimientos y simplemente los desplazaban a otros espacios. 

El Código de Derecho Canónico contempla penas concretas para estos casos. Según el Canon 1395: “el clérigo que cometa un delito sexual con un menor de edad, sea este por medio de violencia o amenazas, debe ser castigado con penas justas que pueden incluir la expulsión del Estado clerical”. Pero era insuficiente ante las legislaciones civiles. 

Hoy no se puede asumir responsabilidades extrajudiciales. La Iglesia asume la gran responsabilidad ante las víctimas del abuso infantil. Si hay delito debe ser denunciado, sancionado y castigado.

El papa Francisco ha decidido actuar con la mayor claridad.  En los últimos meses ha creado una comisión en defensa de la niñez y adolescencias que es la muestra de la importancia que se da al tema. Él decía en una oportunidad: "¿Nos avergonzamos? Tantos escándalos que yo no quiero mencionar singularmente, pero que todos sabemos cuáles... escándalos, en los que algunos han tenido que pagar caro. ¡Y eso está bien! se debe hacer así... ¡La vergüenza de la Iglesia!".

Aunque las investigaciones afectan al 1,2% de los sacerdotes en el mundo, es evidente que Francisco no quiere ningún acto de corrupción y encubrimiento en la Iglesia. 

Por su parte, la Iglesia Latinoamérica está comprometida en colaborar con la justicia local como exige el papa. Muchas conferencias episcopales van elaborado las líneas de lucha contra la pedofilia. Las iglesias locales están obligadas, en este nuevo período, a regirse por las últimas normas y lineamientos para afrontar de manera “coordinada y eficaz” cada caso de pedofilia. 

A pesar de que la Iglesia tiene un sistema preventivo, pero no se puede descuidar el control sacerdotal en todos los procesos de formación y vivencia de la vida eclesial. Es evidente, todos los que pasan por la formación, asumen muchas responsabilidades. Los sacerdotes saben a dónde y a qué institución pertenecen. Todos estamos comprometidos a vivir la coherencia del evangelio de Jesús. Este período es el momento para asumir la corresponsabilidad. Nuevos problemas traen nuevas exigencias y conductas responsables con el evangelio.

En el proceso de reflexión, es importante preocuparse de las víctimas. En muchas situaciones se necesita tener instituciones y personas cualificadas para mediar en la sanación y el acompañamiento de las personas afectadas. La actitud de la Iglesia debe ser de compasión, misericordia y responsabilidad para devolverles la vida y dignidad a quienes pasaron por el abuso. Tal vez tarde un tiempo, pero ahí está el compromiso para tratar con las secuelas.

La sociedad contemporánea vive procesos de transformación muy acelerada y la Iglesia también es presa del relativismo moral. Por tanto, estamos confrontados; por un lado para construir una sociedad y una Iglesia con esperanza y justicia, pero también ser portadora de construcción del hombre pleno. Los sacerdotes somos seres parte de la sociedad para vivir, soñar y cultivar los valores cristianos.

Como apunte final. Toda denuncia debe ser investigada de acuerdo a las legislaciones locales, aunque la primera tentación es volver al pasado y enfatizar un puritanismo eclesial y sacerdotal, que también debe vivir una vida normal. En algún caso, tal vez sea necesario abrir otro tipo de reflexión sobre el ministerio. En todos los casos de pedofilia se necesita la asistencia especializada para todas estas personas, que son presa de este mal. 

Guillermo Siles Paz es misionero y comunicador social.

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Social
Juan XXIII y Juan Pablo II han sido, en lugares y en tiempos diferentes, ejemplos de fe y paciencia, generosidad y amor a los demás, confianza en Dios y humildad; además de haber vivido una extraordinaria fidelidad y apasionada entrega a la misión que el Señor les encomendó, señala.
Internacional
El papa Francisco pidió perdón este viernes por los daños causados a los niños que sufrieron abusos dentro de la Iglesia Católica.

IGLESIA, NARCOTRÁFICO Y CORRUPCIÓN

Mario Mamani Morales

Cuando Jesús estuvo en la tierra, junto a sus discípulos y rodeado de gente pobre a la que amaba (y ama) dijo algo categórico: “dad a César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, añadió además que “no se puede servir a dos señores; o amará al uno y odiará al otro”. Esas palabras divinas siguen siendo una verdad  (siempre lo fue) para estos tiempos.

Fue noticia en días pasados la opinión de la jerarquía de la iglesia católica  sobre el “narcotráfico creciente y la corrupción pública” en el gobierno actual, La historia recoge que muchos gobiernos, de facto o electo, transitaron de la mano con el narcotráfico, se escribirían páginas escribiendo sobre el caso. De la corrupción, ni qué se diga. Esta última data desde la organización social del hombre, en toda época, nunca se pudo superar; pero existen muestras de que se combatió y se lo hace; pero la debilidad humana es más fuerte, incluida la cúpula religiosa.

¿Quiénes son los corruptos y narcotraficantes? ¿Dónde están? ¿Ellos no va a la iglesia, sea católica o evangélica? ¿No son creyentes en el mismo Dios que creemos? ¿No serán quienes dan ofrenda mayor y hacen aportes significativos para las arcas religiosas? ¿Ellos nunca comulgan? ¿Son personas especiales que no se juntan con los que estamos a pie? ¿No tienen conciencia del daño que se hace a la humanidad?

Según las encuestas confiables, en Bolivia no menos del 70% de la población es católica, protestantes evangélicos van alrededor del 19%, las otras, (Bahí, Testigos de Jehová, sabáticos, mormones, pachamamistas, etc.) apenas suman el 4%. ¿En cuál de los grupos están los narcotraficantes y corruptos? ¿En el 7% que falta y que no son religiosos?

En términos generales, el 90% de la población boliviana cree en Jesús de Nazareth, es decir tiene para sí le Buena Nueva de Jesucristo, ama a su prójimo, es más, con su ejemplo (de católico o evangélico) cumple el mandato de: “id y predicad el evangelio a toda criatura…”. Aquí viene la pregunta: ¿Son los creyentes ajenos a la corrupción y el narcotráfico?

Es fácil deducir que aquellos que están en la práctica de lo ilícito están junto a nosotros: comulgan, participan de la Santa Cena, ofrendan, comparten el abrazo de la paz; pero el evangelio ingresa por un oído y sale por la otra, su práctica es para otros, no para ellos.

Entonces la iglesia tiene su corresponsabilidad en el tema: no se llega a cambiar corazones, son nuestros “creyentes” que están en el pecado que se juzga. El mensaje divino sólo se presenta desde el altar o el púlpito;  no llega al hogar, la familia, el centro del corazón. El pastor (sacerdote) ya no hace las visitas familiares, no tiene seguimiento de las “ovejas”, sólo les reclama “el por qué no vinieron a misa (o culto) del domingo”, el resto de los días la mies o rebaño está entre las espinas o las montañas.

Según estudios de la realidad del narcotráfico se demuestra que está presente más en las ciudades del eje central del país; paradójicamente la mayor concentración de católicos está entre Santa Cruz, Cochabamba y El Alto. Los católicos están más en los centros urbanos que el área dispersa, en ésta última crecen en número los no católicos. Ahora bien, ¿los que están en el gobierno (también los que estuvieron), no son parte de nuestra iglesia? ¿Sólo son los pachamamistas? Si esto es así, entonces, cumpliendo el mandato de Jesús, vayamos a ellos y les prediquemos el evangelio, porque según la cúpula de la iglesia católica, es allí donde se incrementa el narcotráfico y la corrupción pública.

¿No serán ellos los hijos pródigos que relata la Biblia? Entonces no sólo les esperemos con los brazos abiertos, sino vayamos hacia ellos, no levantemos el dedo índice acusador. Dios odia el pecado, pero ama al pecador. Sucede que a lo largo de la historia de la humanidad, en la era cristiana, los de la jerarquía eclesial siempre anduvieron  con el “Cesar y con Dios”, lo otro significaría tener en la iglesia “cristianos fieles con Dios y ciudadanos honrados para con la patria”.

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Social
El secretario general de la Conferencia Episcopal de Bolivia, monseñor Eugenio Scarpellini, aseguró hoy que el narcotráfico en el país crece “fuertemente” y comparó la corrupción en la gestión de Gonzalo “Goni” Sánchez de Lozada, René Barrientos y Evo Morales.

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