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AMAZONÍA EN PELIGRO

Guillermo Siles Paz, OMI

Estos días con mucha preocupación veía informaciones de la amazonia. Que en cierta forma, lo consideramos el pulmón de nuestro continente. Pero como todas las reservas naturales, de una u otra forma se encuentran amenazadas por intereses económicos y políticos, pero también por la necesidad de explotar su riqueza de la flora y la fauna.

La amazonia tiene un área de más o menos 7,01 millones de kilómetros cuadrados, que corresponde al 5% de la superficie de la tierra y al 40% de América Latina. Contiene 20% de la disponibilidad mundial del agua dulce no congelada; abriga el 34% de las reservas mundiales de bosques y una gigantesca reserva de minerales; 30% de las especies de la fauna y flora del mundo.

No sé si nos damos cuenta, pero parte de nuestro territorio también es amazónico, sin embargo, muy pocas veces hemos escuchado una preocupación por parte de representantes de Estado. Sin embargo en los últimos años muchos activistas medioambientales y también agentes de pastoral de varias iglesias han mostrado un interés para poder comprometerse en la defensa de esta riqueza natural.

Muchas instituciones de la región, promueven acciones conjuntas en torno a la preservación, conservación y cuidado del medio ambiente natural y humano en la Amazonía. El fundamento es porque no se trata solo de vegetación o fauna animal, sino también de grupos humanos, particularmente de pueblos indígenas a los cuales se les ha violentado todo derecho a tener la tierra y vivir en su hábitat natural. La Iglesia católica siempre ha hablado y obrado en relación a estas experiencias de promoción humana y dignificación del ser humano y su entorno. Eso lo expresaron a través de varios documentos.

Muchos agentes de pastoral y obispos han insistido en que debemos hacer una mayor presencia pastoral en las poblaciones y grupos humanos existentes en la Amazonía, con propuestas claras de diálogo intercultural y visión cristiana; seguir buscando un modelo de desarrollo alternativo, participativo, sostenible, integral y universal en torno a los temas de la Amazonía, basado en la ética que incluya la responsabilidad por una auténtica ecología natural y humana; hacer incidencia hacia la aprobación de políticas públicas con participación ciudadana que fomente el cuidado de la creación.

Eso quiere decir que hay mucha actividad, sin embargo no llega hasta oídos de muchos responsables de nuestros países latinoamericanos.  Los conflictos violentos sobre los derechos de la tierra son comunes en la región, donde se sabe que agricultores y hacendados ricos contratan a hombres armados para intimidar a los indígenas a irse de tierras que el gobierno ha reservado para su uso.

Por eso últimamente hubo un encuentro en la amazonia brasileña, en dicho encuentro se reunieron  obispos, laicos, coordinadores pastorales y responsables de varias organizaciones religiosas y laicas. En este encuentro, llegaron una serie de relatos muy dolorosos, son voces proféticas, que piden a gritos, sobre la difícil situación en la que viven los pueblos indígenas, y la amenaza que viven sus tierras amazónicas. Ahí surgen nuevos desafíos pastorales, donde los actores sociales y las organizaciones sociales son parte de esta necesidad urgente.

Ciertamente, hay muchas causas que originan esta realidad. El Papa Francisco dijo: "el dominio del mercado único, el individualismo típico de la cultura actual y la violencia urbana que han destruido lazos y las relaciones tradicionales". Pero además existe una preocupación con relación a la naturaleza, esta es una obra de Dios, el Papa ha insistido hacia un “respeto y protección de toda la creación que Dios le ha confiado al hombre, no para que sea explotada indiscriminadamente, sino más bien para ser convertida en un jardín”.

En este sentido hoy todos tenemos una preocupación por proteger y mirar la realidad de la amazonia. Por casa nos falta más esta reflexión. No podemos ignorar, que en nuestros países existen territorios que deben ser protegidos, y por lo menos nominalmente los Estados los respetan.  Pero como sabemos, muchas veces, las comunidades tradicionales han sido prácticamente excluidas de las decisiones sobre la riqueza de la biodiversidad y la naturaleza. La naturaleza ha sido objeto, y todavía lo es, de agresiones.

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UNA BOLSITA DE PLÁSTICO POR FAVOR

Constantino Rojas Burgos

Si uno va a comprar pan a la tienda regresa a la casa con una bolsa de plástico, si está por el mercado y le falta verdura o frutas, le venden incluida la bolsa de plástico. Compra en la farmacia o en la librería y, de nuevo, tiene su bolsa de plástico.

Las bolsas de plástico se han convertido en la solución para los compradores, que, en su mayoría, tienen la costumbre de ir a comprar con las “manos vacías” y de regresar a la casa con una colección de bolsas de plástico, porque los vendedores hacen uso de estos envases para expender sus productos y satisfacer la necesidad de los clientes.

Prácticamente, no hay nada que no se venda sin una bolsa de plástico, sea pequeño, mediano o grande el producto que se compre: carne, pollo, verduras, zapatos, calcetines, libros, cualquier productosiempre viene acompañado de una bolsa gratuita como parte de la venta del producto.

“Sin querer queriendo”, en la casa se van acumulando bolsas de plástico, puesto que además, cada día que se compra algo es un día en el que aumentan estos envases.

En unos casos, esas bolsas se reciclan y sirven para depositar la basura que luego será echada en un carro basurero. En otros casos, se arrojan en los lotes baldíos y contribuyen a generar más basura, ocasionando daño y deterioro del medio ambiente. Si hace viento, las bolsas vuelan de aquí para allá, hasta que se atascan en algún lugar.

El pedir una bolsa es una práctica tan sencilla que incluso cuando nos sobra comida en el restaurante, se pide una bolsita que es la “salvación” de los comensales que así encuentran una solución práctica y oportuna.

Dejar de usar bolsas de plástico implicará un cambio de actitud y un cambio de hábito en nuestras costumbres que llevaría muchos años, después de haberse enraizado entre los bolivianos desde hace años y no será tarea fácil dejar de lado una costumbre tan cómoda y utilitaria para los compradores que están al paso y que sienten la necesidad de completar algo que falta en la casa.

Cambiar de hábitosobligaría a los compradores a disponer de “sus propias bolsas”, —de tocuyo o saquillo de tela—, que necesariamente se deberá llevar consigo al mercado donde se comprará un producto. Esta actitud permitirá rechazar las bolsas de plástico para incorporar un nuevo hábito,  que a futuro contribuirá a cuidar el medio ambiente y la ecología, motivando un nuevo aprendizaje en los niños y jóvenes, que podrán valorar como decisión sana y constructiva para todos.

El cambio de actitud será lento y aislado, pero es importante señalar que ya existen parejas de esposos que llevan su bolsitaal mercado yrechazan las bolsas de plástico. Son pocos los que llevan la iniciativa, pero ya es un buen inicio, ojalá podamos secundar esta iniciativa para cuidar el medio ambiente y que las bolsas de plástico no sean nuestra prioridad.

Pensar que las bolsas de plástico se degraden y no contaminen el ambiente es solo una ilusión. De hecho, las bolsas que se entierran ni siquiera sufren un deterioro, ni la humedad les afecta, pueden durar años por la consistencia del polietileno, que está fabricada para una larga vida. Será oportuno empezar con campañas para cambiar el hábito en el uso de las bolsas de plástico.

*El autor es periodista y docente universitario

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