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Cultura
Este sábado y domingo la gente podrá ir a ver su película favorita, pagando un módico precio de Bs20, pero si van en pareja, la persona acompañante pagara el mismo precio pero en billetitos de Alasita.

LA TIERRA SIN MAL

Ubaldo Padilla Pérez

Elio Ortiz García es el más lúcido y sincero investigador Guaraní que conozco; Juan Carlos Valdivia, el cineasta boliviano más destacado de la última década. A Elio, lo  conocí hace 20 años; a Juan Carlos hace 8, cuando vino a Camiri con la idea de hacer una película sobre los Guaraní. Con Elio compartí muchos sueños; gracias a sus libros y a las entrevistas que le hice, conocí un poco más al ser guaraní y aprendí a entenderlo.

Juan Carlos Valdivia conoció a Elio  hace 4 años y al conocerlo cambió la idea original de su película; “yo le pasé todos mis escritos, él iba leyendo y se iba complicando la vida, desde hace 3 años comenzamos a reunirnos para conversar; conversábamos días enteros, era solo hablar todo el tiempo; él se iba haciendo una idea, una nueva idea sobre los Guaraní y la película muestra prácticamente eso, a  Juan Carlos Valdivia y sus complicaciones luego de su encuentro conmigo” me confesó Elio la tarde cuando nos re-encontramos en Camiri.

La Película que será estrenada  el 12 de octubre en Ivo, comunidad donde en 1892 se produjo la masacre de Kuruyuki; según Elio, muestra a un cineasta (Andrés) que ha encontrado unas imágenes antiguas de unos Guaranís (1910) que lo entusiasman para hacer una película sobre ellos; “en la película, este cineasta es un tipo muy ético y se complica demasiado tratando de hacer su película sobre los guaraní sin dañarlos, sin dañar su cultura y su cosmovisión” me cuenta Elio, que en la película se llama Yari y que coprotagoniza con Valdivia.

¿Que ganan los Guaraní con la película y que ganás vos? Le pregunté y me respondió de inmediato “yo creo que mucho; mucho discurso político hacia afuera, la filosofía de vida guaraní, su cosmovisión, su riqueza cultural y  su actualidad será vista gracias a la película; y yo…..creo que gané el hablar de lo que tanto me gusta hablar pero proyectado hacia mucho más lejos, porque la película se va a presentar en toda Bolivia, pero también en muchos festivales internacionales de cine” comenta y sonríe satisfecho el escritor y ahora actor Elio Ortiz García.

La Película que en guaraní se llama YvyMaraëy (tierra sin mal) mostrará al guaraní como es, “un ser humano como cualquier otro, con sus virtudes y sus defectos, no como el pobrecito cuyos valores son sagrados y que hay que respetar a ciegas; la película rompe esa visión que se tiene del indígena y en su trama Andrés (el protagonista) tiene que sufrir mucho para entender a su compañero de viaje Yari  y todos los que encuentra durante el viaje, sin necesidad de indigenizarse, es una película muy divertida pero profunda, es la historia de un viaje de dos amigos (uno Guaraní el otro Karai) por la geografía guaraní en busca de la Tierra Sin Mal y a la vez, un viaje espiritual del protagonista” cuenta Elio.

Durante los 2 meses de rodaje, unas 60 personas entre actores y técnicos de Bolivia, México  y Estados Unidos, montados en más 30 vehículos, partiendo de la ciudad de La Paz, recorrieron gran parte del territorio chaqueño, para grabar las escenas que estamos esperando ver el próximo 12 de octubre en Kuruyuki y desde luego para aplaudir y abrazar a nuestros hermanos guaranís como Elio que gracias al arte de Juan Carlos Valdivia transcenderán en el tiempo y el espacio.

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¡¡FIESTA!!

Rodrigo Ayala Bluske

No es casual que en nuestras culturas, en muchos casos, los actos de recibimiento (alegría) y despedida (tristeza), estén emparentados. Seguramente por eso es que también “celebramos”, nos reunimos, cuando acabamos algún emprendimiento de larga data. Obviamente nos alegramos porque el trabajo de tanto tiempo por fin ha dado su fruto, pero nada puede impedir que al mismo tiempo tengamos un sentimiento de vacío, simple y llanamente porque se va algo con lo que hemos convivido intensamente mucho tiempo, que se volvió parte de nuestra vida cotidiana y que a partir de ahora se alejará, aunque sin irse completamente, nunca.

La mejor descripción del dolor inherente a la creación artística que recuerdo haber visto, es la del episodio de “El Campanero”, inserto en “Andrei Rublev”, filme dirigido por Andrei Tarkovski. El protagonista de la película ve como los aldeanos de un pueblo ruso de la edad media, van a pedir a un niño de trece años que fabrique una campana para  su Iglesia. El niño es hijo de un célebre campanero que falleció hace poco, y afirma ante sus vecinos que su padre le heredó los secretos dicho arte. En el proceso de construcción de la campana, vemos como el niño se va convirtiendo poco a poco en un tirano cruel; hace que los vecinos trabajen sin parar día y noche, ordena a los soldados que den latigazos a un amiguito que ha osado discutir sus ordenes y exige a ricos y pobres que le den plata y oro, sin parar, porque con esos ingredientes la campana sonará mejor. Finalmente llega el gran día; todo el pueblo se reúne para ver si la campana suena y para evaluar realmente cual es la calidad de su sonido. En los segundo previos el niño – tirano hace lo posible por controlar sus nervios, finalmente la campana se prueba y el sonido es maravillo; el niño entonces cae al suelo y empieza a llorar sin parar. En ese momento Rublev, que ha estado observándolo en silencio todo el tiempo, se acerca y lo abraza.

Como todo emprendimiento de este tipo, hacer una película es un proceso muy complejo. Requiere grandes dosis de esfuerzo creativo y financiero, que tienen que ir usándose en un periodo relativamente largo. Son muchos factores que se cruzan y que tienen que estar adecuadamente coordinados para que el resultado sea satisfactorio. En un proceso tan complicado, el responsable va involucrando gente que de una manera u otra, apuesta por la película; son una serie de cómplices y de amigos que se van ganando en un proceso que también implica una responsabilidad, porque del director depende que todo ese apoyo otorgado de manera generosa, cristalice en un buen producto, que  no defraude las expectativas puestas en sus espaldas. Se arriesga creatividad, se arriesga recursos y se arriesga también confianza.

En el caso de “La Huerta” implica el fin de un proceso que ha durado tres años y que es parte de un emprendimiento mayor; hace seis o siete años nos propusimos producir una trilogía de comedias, que reflejara la idiosincrasia de Tarija en un momento en que el cine en este departamento, era completamente incipiente. Siete años después estamos en la pelea, y evidentemente es un buen motivo para celebrar.

La celebración sirve para agradecer a todos los que participaron en el proyecto; actores, técnicos, auspiciadores, y presentar el producto ante su destinatario final. Sirve también para agradecer a todos los que nos dieron señales de apoyo (el caso de mi colega en este espacio, Juan José Toro que en su momento nos brindó un respaldo genuino, sin que hasta este momento haya podido conocerlo personalmente y darle un fuerte apretón de manos).
Esta es la semana en la que estaremos presentado “La Huerta” en todo el país, con diversos actos en distintas ciudades. Una hermosa semana para festejar.

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