ALIMENTOS

Economía
La empresa de alimentos prevé abrir sucursales también en El Alto, Oruro, Cochabamba y Potosí.
Social
La alimentación en Bolivia se está homogenizando, “hay pollo por todas partes y en todas las formas, es comida barata y está al alcance de todos”, dijo María Julia Jiménez, representante de SlowFood Bolivia.
Economía
Ballivián explica que el objetivo de este proceso es que sea amplio, participativo, transparente y también contar con datos de unidades productivas para que sean el motor local y regional en la producción de alimentos.
Regional
Lucy Condorí, Presidenta del Comité Cívico del área urbana de Teoponte destacó el apoyo de la gobernación, puesto que se beneficiará a las personas más empobrecidas de la región.
Regional
“No sabemos cuánto va a durar el paro general indefinido, pero es hasta que abrogue el Código del Sistema Penal”, declaró un dirigente de la Federación de Juntas Vecinales.

Ají

Juan José Toro Montoya

El ají es una especie vegetal del género Capsicum que está muy vinculada con las culturas andinas debido al frío de sus territorios. Esto se debe a que comer alimentos picantes, o con mucho ají, provocan calor y eso ayuda a combatir las bajas temperaturas.

Uno de los deleites de la investigación historiográfica es que permite descubrir hechos generalmente desconocidos como, por ejemplo, la evidencia de que, pese a estar vinculado con los picantes, el ají no es originario de la región andina.

Partiendo de su género, Capsicum, hay que advertir que estas son plantas angiospermas, dicotiledóneas, de la familia de las solanáceas, nativas de las regiones tropicales y subtropicales de América. A partir de ahí, no se puede hablar de un origen andino.

Vino de algún lado pero… ¿de dónde?

La versión más repetida sobre su origen dice que fue el propio Cristóbal Colón quien se encontró con esas plantas en su primer viaje a América. Creyó que era pimienta negra, una especia de la India, y eso reforzó su creencia de que había llegado a ese país. Debido a ello, los españoles llamaron pimiento al ají.

Sin embargo, una transcripción del diario de a bordo del almirante aclara la versión. En las anotaciones correspondientes al 15 de enero de 1493 reporta la existencia de oro y cobre en la isla La Española y agrega que “también hay mucho ají, que es su pimienta, della que vale más que pimienta, y toda la gente no come sin ella, que la halla muy sana”. Si se da crédito a esa transcripción, Colón no se había confundido sino que asimiló el ají a la pimienta.

Como se sabe, el primer asentamiento español en América fue en La Española, una isla del Mar Caribe sobre la que tienen soberanía las actuales Haití y República Dominicana. La etnia que la habitaba en tiempos de Colón era la arawak y el nombre que esta le daba a la planta de la que hablamos es haxi, de donde vendría ají.

De allí, el ají fue llevado a Europa, donde ocasionó el desplome de los precios de la pimienta, y ocasionalmente era transportado tierra adentro, hacia Sudamérica, donde la nación Kallawaya le dio valor ritual y religioso.

Antes de la llegada de los españoles, cuatro objetos tenían tanto valor entre los andinos que eran empleados para el intercambio, como monedas-mercancía: el mullu o Spondylus, la chaquira, el ají y la coca.

El Spondylus es un género de moluscos bivalvos de la familia Spondyliade. Como procedían de las profundidades marinas, eran consideradas “hijas del mar”. Su concha era utilizada como objeto de intercambio. Las chaquiras eran collares pero no de cuentas sino de mullus así que eran la suma de las conchas de esos moluscos.

La coca sí es un producto andino. Pedro Cieza de León escribió que “en los Andes desde Guamanga hasta la villa de Plata se siembra esta Coca” y agregó que “algunos están en España ricos con lo que hubieron del valor de la Coca, mercándola, y tornándola a vender: y rescatándola en los tianguez o mercados de indios”.

El ají fue asimilado al mundo andino pero constituye un patrimonio americano. Ya es posible decir que le pertenece al continente entero pero no por eso se debe negar su origen.

Su origen es taíno; es decir, del pueblo amerindio del gran grupo lingüístico arawak que estaba establecido en La Española, y también en Cuba y Puerto Rico, cuando Colón llegó a América. Ahora se usa para preparar un sinnúmero de comidas, tanto de tierras altas como de tierras bajas, pero no sería ético proclamarlo como patrimonio exclusivo de un municipio.

Que la Alcaldía de La Paz lo tome en cuenta.

 

 

 

 

  

 

 

 

(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

icono-noticia: 

TRAS LA PISTA DE LA COMIDA

Katherine Fernández

Desde siempre conocemos que la relación entre el cuerpo y el alimento es mediada por la tierra y la semilla, sin embargo en el último siglo la intensa urbanización y el crecimiento de las ciudades han introducido una brecha muy grande incorporando fundamentalmente a la industria que fabrica y vende alimentos, a tal grado que pareciera que para comer ya no son necesarias la semilla y la tierra, sino solamente el dinero y la tienda.

 

Existen países donde el campesinado como productor de alimentos ha desaparecido y la sociedad está conformada por trabajadores que dependen del sueldo para comprar la comida; la agricultura como tal pertenece a una fase ajena a su vida cotidiana y la distancia entre el productor y el consumidor es muy grande, tanto que ya no se reconocen entre sí debido a la larga cadena de intermediarios que han proliferado.  

 

En el caso de Bolivia, muy a pesar de ser un país agrícola y boscoso, tiene un sistema alimentario  alarmantemente contaminado con elementos como la semilla transgénica, la biotecnología mal utilizada, el plaguicida sintético, la publicidad desinformante, las franquicias de comida automatizada, el monocultivo, el azúcar y la grasa como base de la dieta cotidiana, la proliferación del conservante y el obedecimiento a las modas consumistas con resignación y sometimiento consciente a los azahares del cáncer consentido.

 

Este tipo de situaciones extremas y caos dan lugar a corrientes de pensamiento alternativo, levantamientos populares, enfrentamientos y también nuevos instrumentos de lucha en escenarios menos descarnados que una guerra y más sensibles a la vida. Uno de los métodos es recuperar la relación con la tierra, de manera que el comprarle directamente al productor y el aproximarse nuevamente a la naturaleza se convierte en la opción frente a los suministros hegemónicos. Es curioso pensar cómo se ha volcado la realidad, pero es un hecho, hay tanta incertidumbre y confusión que es cada vez más difícil confiar en lo que uno está comiendo, por eso ahora los nuevos revolucionarios son todos aquellos buscadores que van tras la pista de la comida.

 

Los mecanismos y movimientos internacionales como el comercio justo, las certificaciones, la defensa del derecho a guardar la semilla, las marchas contra Monsanto, las declaratorias madretierristas, el veganismo o la medicina homeopática, se balancean entre el tráfico de tendencias, la mercantilización del ingenuo modelo y el desenvolvimiento de una ideología alimentario-ambientalista en defensa de la célula, la vitamina, la proteína, la fertilidad y el almácigo, frente a la clonación industrial, la reproducción sin padre ni madre ni polinización y las patentes del presente y futuro genético.

 

El rastro de la comida natural con todas sus bacterias, hongos y vacunas sigue luchando por  restituir el vínculo entre los elementos básicos de la naturaleza que solían ser el agua, la tierra, el aire, la biodiversidad y los antídotos espontáneos de la larga cadena alimenticia que solía tener equilibrios interconectados.

Ya sabemos que la naturaleza no siempre ha sido la misma, los cambios que dan paso a nuevas eras son normales, pero el forcejeo hacia una transformación acelerada es irresponsable y para nada necesaria, mucho menos en un mundo que no hemos acabado de descubrir ni de disfrutar. Por eso los esfuerzos de productores y consumidores por reencontrarse de manera natural se convierten en auténticas revoluciones ciudadanas comestibles a la vez que propositivas, creando espacios valientes por la salud, grandes y pequeños, clandestinos, itinerantes, ilegales, sin registro, sin permiso, callejeros, obstinados, virtuales y también de contacto cercano, llenando las canastas de compromiso, recordando recetas o innovando en busca del mejor sabor para reconquistar a los niños, rescatando el grano despreciado, las plantas medicinales, haciendo huertitos urbanos, compostas, criaderos de lombrices y aunque sobrecarguemos exageradamente a las abejas de toda nuestra esperanza de vivencia, ayudarlas a seguir existiendo es un acción de entendimiento de lo que está pasando.

 

 

---o0o---

icono-noticia: 

Comer “orgánico” o transgénico…

Gary Antonio Rodríguez Álvarez

Los activistas comerciales dicen que la producción “orgánica” de alimentos es la panacea, en oposición a la producción convencional que fertiliza y combate con “químicos” las malezas y bichos. Como fervientes fetichistas, su principal arma de persuasión es sacralizar lo orgánico y satanizar lo demás.

Machacan en que lo orgánico es saludable y que lo que no lo es, hace daño. Pero no dicen la verdad. Por ejemplo, mienten al decir que sus mentados productos no tienen químicos, cuando todo -hasta ellos mismos- contiene elementos químicos. Pregunte, cualquier Profesor de Química le dirá que es así.

Engañan con su cliché de “orgánico”, como si todo ser viviente no lo fuera…Deberían hablar con más propiedad de un estilo de producción que dice serorgánico frente a la producción convencional que usa fertilizantes/plaguicidas (químicos) y la agricultura de precisión (con biotecnología) que gracias a las semillas genéticamente mejoradas utiliza menos fertilizantes/plaguicidas.

Pero, si la producción orgánica es atacada por plagas ¿cómo es que las controlan? Con lo que llaman pesticidas autorizados, sin embargo, como explica Cecilia González Paredes, Ingeniera Biotecnóloga Ambiental graduada en México, con Especialidad en Alemania y Maestría en EEUU, el piretro que usan como insecticida y el sulfato de cobre como fungicida, no son inocuos. Está reportado que en 1996 quienes trabajaron con sulfato de cobre en viñedos de Francia enfermaron de los riñones (puede causar anemia, además). El 2002 otro estudio reveló la relación del piretro -insecticida obtenido del crisantemo- con el cáncer: la leucemia subió 3,7 veces en los agricultores que lo usaron.

El marketing de los activistas comerciales en pro de los alimentos libres de químicosy OGM hizo que el 2015 medio millar de personas sufran una infección por Salmonella o Escherichia coli (E. coli) cuando una conocida cadena de comida rápida “saludable” empezó a usar orgánicos. ¿Curioso, no?

El 2006, tres personas murieron en California por comer espinaca orgánica y unas 200 enfermaron con E. coli ¿por qué? Porque los cultivos orgánicos suelen abonarse con estiércol (bosta, caca). Un brote de E. coli enfermó en Japón el 1996 a cerca de diez mil personas por un germinado de rábano orgánico. Pero lo peor pasó en Europa donde decenas murieron el año 2011 por comer brotes de un frijol orgánico. Hasta la BBC lo reportó…

Ahora consulto: si en 20 años nadie murió por consumir alimentos transgénicos ¿qué opina Ud., de lo uno y lo otro?

(*) Economista y Magíster en Comercio Internacional

 

 

Santa Cruz, 31 de mayo de 2017

icono-noticia: 
Regional
Se planea eliminar la sal en la elaboración de los alimentos e incorporar frutas deshidratadas (banana, manzana, papaya), almendra, salvado de trigo, sésamo, amaranto, linaza en grano, jugo de camu camu, chía y un zumo conjunto de zanahoria, naranja y cañahua.
Economía
Se espera que con este Convenio se dé lugar al desarrollo de actividades que beneficien al sector agroproductivo cruceño en la perspectiva de triplicar la producción de alimentos hasta el 2025, cuando se festeje el Bicentenario de Bolivia.

Páginas