Opinion

¿NUEVO PAPA, CONCILIO NUEVO?
A vuela pluma
José Ros
Viernes, 15 Febrero, 2013 - 20:03

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Ante la renuncia de Benedicto XVI surgen, como siempre diversos comentarios, no faltan las cábalas e incluso se ha llegado a caer en apuestas… Como si acertar quién pueda ser el nuevo papa equivaliera a acertar los ganadores de una quiniela de fútbol… ¿Mejor latino que europeo? Y si fuera latino, ¿mejor brasileño que hondureño?... Y sin embargo, más que la nacionalidad, la consideración más importante   -a mi modo de ver-  es la línea ideológica de quien tendrá que asumir la dirección de la iglesia. ¿De izquierdas o de derechas? ¿Favorable a la teología de la liberación o a propiciar la difusión del catecismo del vaticano?

Y recuerdo los años 60, cuando a la muerte de Pío XII salió elegido Giuseppe Roncalli, Juan XXIII. Un hombre casi desconocido para muchos, un hijo de campesinos que no podría molestar mucho a quienes quisieran mantener el statu quo… pero un hombre que “sí molestó” a los acomodados de la Iglesia. Lo primero que hizo fue convocar a un concilio ecuménico  -el concilio Vaticano II-  de cuya realización estamos recordando   -¿será?-   los cincuenta años sin que muchas de sus propuestas se hayan llegado a aplicar: la iglesia como pueblo de Dios, el sacerdocio de los laicos, la iglesia de los pobres, la liturgia participativa…

50 años más tarde, nos encontramos con una iglesia anquilosada, repetitiva en su discurso, más tradicionalista que creativa… y con el lastre de las denuncias de pedofilia, los escándalos financieros del Banco Ambrosiano, los documentos robados por el camarero del Papa…  Una iglesia, en definitiva, que tiene que cambiar.

En 1973  -¡hace ya cuarenta años!-  viajé al Vaticano acompañando a un insigne obispo aymara boliviano. Bajo la iluminación del concilio y con el impulso de gente joven se había comenzado a preparar la iglesia aymara en el altiplano boliviano: formación de catequistas aymaras, ordenación de diáconos casados aymaras que en su propio idioma anunciaban el evangelio y administraban algunos sacramentos… 

Y surgió el sueño de realizar una iglesia aymara, con sacerdotes propios casados… Y de ahí el viaje a Roma: el obispo, Adhemar Esquivel, llevaba al papa de ese momento, Pablo VI, el proyecto para la aprobación de sacerdotes aymaras casados… El sueño, si embargo, no pasó de eso y, en Roma, antes de la entrevista con Pablo VI, ya algunos cardenales hicieron la advertencia      -¿o fue una amenaza?-   de que en el Vaticano era mejor no hablar de sacerdotes casados.- Y no se habló. Y el sueño inicial se convirtió en pesadilla… 

Ahora, a las puertas de una nueva elección papal, habría que preguntarse si no podría surgir otro iluminado por el espíritu, que convoque a un nuevo concilio, a una gran asamblea que remueva de entre las cenizas aquellos documentos aprobados por el Concilio Vaticano II y que los haga avanzar a las necesidades de nuestro tiempo. Porque ahora, más que nunca, se necesita una iglesia cercana a su pueblo, unida a él, que busque en comunidad ser fermento en esta tierra. Una iglesia que no condene sino que acoja, que no discrimine sino que incluya a mujeres y hombres, a célibes y casados, a divorciados, a gays, lesbianas, transexuales… 

¿Nuevo papa, concilio nuevo?  ¿Sueño? ¿Utopía?  Tal vez, pero si no seguimos soñando y creyendo en la utopía del reino hecho presencia entre todas y todos, ¿qué puede quedarnos?