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Si antes la vicepresidencia era considerada como la quinta rueda del carro del poder, ahora se puede decir que es el volante, el motor, las ruedas, el chasis, todo (siguiendo con el ejemplo del vehículo). Si comparamos al Vice de hoy con sus antecesores, García concentra poder, no sólo fácticamente, sino constitucionalmente. Si bien el Presidente tiene 27 atribuciones (Art.172 de la Constitución), el Vice sólo tiene cinco, pero que valen por los 27.
Entre sus facultades figuran, a demás de ser reemplazante del Presidente en circunstancias definidas, coordinar las relaciones entre el Órgano Ejecutivo, la Asamblea Legislativa Plurinacional y los gobiernos autónomos. En otras palabras, es el engranaje de la nueva estructura del Estado Plurinacional y por sus manos pasa tres niveles de poder: nacional, departamental y local.
Su tercera atribución es participar en el Consejo de Ministros, lo que en buenos términos significa que el Presidente del Legislativo tiene presencia en la máxima instancia del Ejecutivo, donde se supone se asumen las decisiones más importantes del país. Es decir, puede aprobar un proyecto de Ley en el Ejecutivo y sancionarlo en el Legislativo.
La cuarta atribución llega en términos diplomáticos y dice: “Coadyuvar con la Presidenta o el Presidente del Estado en la Dirección de la Política General del Gobierno”. Coadyuvar es un término blando y significa “contribuir, asistir o ayudar a la consecución de algo”. En ese sentido, se entiende como que apoya al Jefe del Estado en el desarrollo de sus 27 atribuciones constitucionales, salvo una que otra de mero trámite.
Finalmente la quinta atribución dice que el Vicepresidente debe “participar conjuntamente con la Presidenta o el Presidente del Estado en la formulación de la política exterior, así como desempeñar políticas diplomáticas”. Dicho de otro modo, puede fungir de Canciller.
Sospecho que García en persona redactó esta parte de la Constitución y se puso cinco atribuciones claves y generales para cumplir funciones en casi todos los poderes del Estado.
Hasta aquí el lado constitucional o formal. En los hechos, usted conoce mejor el papel de García, ve cada día sus acciones. Define desde estrategias de propaganda para destruir nimios enemigos hasta spots televisivos propagandísticos y decisiones claves de Estado. Un dato más, a su presencia en los poderes Legislativo y Ejecutivo se suma su accesibilidad, por no decir control, del poder mediático acumulado por el gobierno. En resumen, puede formular leyes, definir políticas, aprobarlas, fiscalizar a otros poderes y fabricar opinión pública sobre esas decisiones tomadas, además de vigilar el facebook y el twitter y anotar en su cuaderno de apuntes los nombres de los incómodos “librepensantes”.
¿Bueno o malo? No sé. El propósito de esta columna es intentar describir la distribución del poder actual. García es el estadista, el Presidente, y Evo Morales, el Alcalde de Bolivia (como dice un colega periodista). García se ocupa de definir políticas estatales y Evo Morales de exigir a los alcaldes la construcción de canchas de césped sintético, escuelas, caminos, llamándolos por teléfono a cualquier hora del día para conocer el estado de las obras y si están listas para ser inauguradas.
Morales es el símbolo, el ganador de elecciones, el que siente el arrullo de las masas, el mimado de los votos y García, el gobernante que administra esos triunfos y ejerce el poder. Y… ¿dónde queda Choquehuanca? Él vive en el cosmos, lejos de la política mundana, aunque dicen que es bueno para organizar eventos de masas, pero su terreno natural es la filosofía andina. No sé si realmente asumió en algún momento la Cancillería (donde está y no está y por ello todos hablan del Mar y de EEUU, menos él). Él es el “no tiempo”, el filósofo del Estado Plurinacional, que funciona como un Estado Liberal burgués porque quien lo administra es, precisamente, García.
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