Opinion

EL ALCOHOL
Tinku Verbal
Andrés Gómez Vela
Lunes, 4 Noviembre, 2013 - 20:31

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Serafín se drogó por primera vez con alcohol, en estado de Chicha, a sus 11 años. Aquel día jugaron con sus amiguitos y amiguitas a las comparsas, imitando a mamás y papás, vecinos y vecinas. Los imitaron tan bien, que terminaron “ebrios hasta las patas” y peleados. Hoy ya tiene 43 años y hace 20 que perdió toda noción de tiempo y espacio y vaga por la vida mendigando algo para satisfacer su adicción. Convoca a la muerte para irse con ella, pero ella no lo escucha ni lo tiene en lista de espera. De aquel joven bien “noble” (como lo llamaban en el lugar donde nació), de mirada de lince y atlética figura, que prometía mucho futuro, sólo queda un pellejo que arrastra su calvario.

Los esposos Benigna y Norberto apadrinaban bodas, bautizos, confirmaciones, promociones. Eran buscados porque la sombra social de ambos era inmensa y “eran de tener”, como suelen recordarlos hoy. A ella le encantaba el kjaluyo “ojos azules” porque coincidía con el color de los suyos, que emborrachó de amor a quien fue su marido a sus 25 años, cuando conoció otra droga envasado en cerveza y singani, que también emborracha. Casi siempre terminaban drogándose con sus compadres o ahijados hasta en un cumpleaños de una niña que soplaba su primera velita. Al día siguiente retomaban la droga por un día para curar el “chaqui” (resaca), luego por tres días consecutivos y, después, semanas, y al final, meses.

Él era “blancón”, lo describe doña Dolores, “chaskañawi” y “churco” (crespo); y su mujer era “siquimira cinturita” (cintura de hormiga) y tenía una carita de la “mamita de Santa Bárbara” (Vírgen de Santa Bárbara). Para desgracia o suerte de Benigna y Norberto no tuvieron hijos. ¿¡Cómo tan lindas personas, física y espiritualmente, no han dejado un solo heredero y han muerto consumidos por el alcohol!? Reflexionan hoy amigos y amigas que llevan flores a su tumba, donde hay una descolorida cruz de madera con un epitafio: “nacieron en 1960 y fallecieron el 2000”. Dolores cuenta que “aparecieron nomás muertos en su cama, después del tercer día de una boda que habían apadrinado, dicen que Benigna se ahogó con su saliva y él al ver que no despertaba su mujer tomó hasta morir”. 

Para Sergio, era “de machos chuparse” tres días o durar una semana. “Sólo los maracos o las ñatas huyen del alcohol”, repetía en todas sus sesiones de drogadicción. Le encantaban las fiestas de laaaaargo aliento, como Carnavales o Gran Poder, porque le daba la sensación de vivir adormecido como para soportar los golpes más duros de la vida. La cerveza era su droga favorita. Cuando gozaba de una “buena posición social” lo invitaban siempre a los acontecimientos alcoholizados. Hoy se para en las puertas de los locales esperando que algún amigo o una ex lo reconozcan e inviten a pasar. Pero no, la fama del dinero se termina cuando se acaban los billetes y la sociedad escupe a los andrajosos o indigentes, cuyas historias desconoce.

El alcohol es la droga más consumida y extendida en todos los estratos sociales de Bolivia. Atraviesa edades y culturas. Sus fomentadores han tenido la habilidad de hacer creer que las maratónicas borracheras son parte de la cultura.

Durante la colonia, los colonizadores usaban el alcohol y la coca para anestesiar penas y ahogar rebeldías indígenas. Entonces, nacieron las fiestas de varios días en honor a los santos de “los invasores” y se inventaron excusas como el tributo (challa) al inexistente tío (diablo) de la mina.

El alcohol es la droga que más vidas consume. En lugar de ser un disfrute dosificado y no excesivo, es causante de riñas, peleas, violaciones, asesinatos, homicidios, accidentes de tránsito. Es envasado y promocionado con seductora publicidad como para prostituir culturas ante la paciente mirada social. ¡Salud! Brindemos con un jugo de papaya o una copa de vino o de cerveza, pero una sola copa, para que el alcohol no acabe con otros serafines, benignas, norbertos o sergios.