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Muchos creen que Enrique Eduardo Rodríguez Veltzé fue el presidente solución, aquel que posibilitó la salida a la crisis que estalló con la guerra del gas de 2003 y se prolongó hasta la renuncia de Carlos Mesa, en 2005.
La lucha política no solo se libró en las calles sino en los escenarios de los tres poderes del Estado. Por eso, no es de extrañar que haya tenido particular fragor en la Corte Suprema de Justicia (CSJ).
En marzo de 2004, el entonces presidente de la CSJ, Armando Villafuerte Claros, cumplió su mandato de dos años. Lo que correspondía era elegir un nuevo presidente pero existía un impedimento: el artículo 117 de la anterior Constitución Política del Estado establecía que “el Presidente de la Corte Suprema es elegido por la Sala Plena por dos tercios de votos del total de sus miembros”. En la anterior normativa, la CSJ estaba integrada por 12 ministros así que eran necesarios ocho para tener dos tercios. Cuando Villafuerte cesó en su mandato, la Suprema tenía cinco acefalias así que solo estaba integrada por siete magistrados. Al no poder elegir constitucionalmente otro presidente, se producía la figura del impedimento temporal que, según señalaba el artículo 53 de la Ley de Organización Judicial (LOJ) de entonces, daba paso a la suplencia que debía ejercer el ministro más antiguo, también llamado decano.
En aquel marzo, el decano era el potosino Kenny Prieto Melgarejo y lo que correspondía era que asuma la presidencia de la corte suprema, incluso automáticamente, pero Rodríguez Veltzé pidió que se aplique otro artículo de la vieja LOJ, el 65, que planteaba elegir al suplente por mayoría absoluta.
El diario El Potosí —que todavía dirijo, para pesar de muchos— leyó la situación correctamente: en la corte suprema no solo se estaba jugando la presidencia del Poder Judicial sino la de la República. La guerra del gas había provocado la renuncia de Sánchez de Lozada quien fue reemplazado por su vicepresidente, Carlos Mesa. Hasta marzo de 2004, la orfandad política del sucesor y sus constantes anuncios en ese sentido hacían presagiar que él también renunciaría. Desprestigiados como estaban sus partidos en ese momento, la gente jamás aceptaría que el presidente del Senado, Hormando Vaca Díez, o el de la Cámara de Diputados, Mario Cossío, ambos del MIR, asuman el mando del Estado. Entonces sí… no era descabellado pensar que el presidente de la Corte Suprema sea el ungido.
Con el marco de ese razonamiento, y pasando por encima de la Constitución, Rodríguez fue elegido presidente de la CSJ con apenas cinco votos. En esa condición me llamó desde Sucre para reclamar por las publicaciones del periódico y, particularmente, por el contenido de la columna “Surazo” del 18 de marzo de 2004, que se refería a este tema. Aseguró que no tenía ningún afán “en relación a una potencial sucesión presidencial”.
Pero llegó junio de 2005 y cuando Carlos Mesa hizo realidad sus anuncios de renunciar a la primera magistratura del Estado, Hormando Vaca Díez se aprestaba a sucederlo. Fue cuando hubo una reacción de resistencia y los mineros marcharon hacia Sucre para impedirlo. En una acción no clarificada hasta hoy, uno de esos mineros, Carlos Coro Mayta, murió de un balazo. Tras ese fallecimiento, la situación política se hizo insostenible y tanto Vaca Díez como Cossío renunciaron a la sucesión presidencial dejando el paso al de la corte suprema. Enrique Eduardo Rodríguez Veltzé asumió el cargo.
Ahora, casi13 años después, muchos creen que fue el presidente solución. Yo todavía dudo que haya sido constitucional.
(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.
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