Opinion

POTOSÍ SE SUICIDA
Surazo
Juan José Toro Montoya
Viernes, 30 Septiembre, 2016 - 09:59

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Carente de industrias, la economía de la Villa Imperial de Potosí gira en torno a tres actividades: minería, comercio informal y turismo, en ese orden.
La minería es aleatoria y, por lo mismo, insegura. Así como tiene períodos de bonanza, puede llegar a carencias extremas como la del ’83, cuando el desplome del precio de los minerales estuvo a punto de dejar despoblada a la ciudad del Cerro Rico.
El comercio informal es simplemente un sustituto. Ante la falta de fuentes de trabajo, los desempleados se dedican a vender, así sea productos de contrabando. La actividad no tiene beneficios laborales y está muy vinculada a la minería porque tambalea cuando le va a mal a esta.
Frente a esa realidad económica, la única alternativa que tiene Potosí es el turismo, una actividad en la que pesan mucho los buenos servicios y la seguridad de los visitantes.
Desde hace años, los operadores de turismo se esfuerzan en ofrecer buenos servicios pero les cuesta recuperar sus inversiones porque falta lo otro: la seguridad.
Convertido en una actividad económica de primer orden, el turismo ha dejado de ser improvisado y se sujeta a programaciones rigurosas. Las agencias de viaje ofrecen paquetes con meses de anticipación—algunos hasta con años— porque se ha impuesto el sistema de pagar menos por comprar antes.
Y ahí es donde pierde Potosí.
Hasta 2010, la ciudad había logrado colarse en la lista de destinos preferidos, así sea en los últimos lugares, y comenzó a recibir reservas de paquetes. Entonces sobrevino la huelga de los 19 días que mantuvo retenidos a turistas durante ese tiempo. La publicidad de los damnificados fue tan mala que los operadores debieron comenzar de cero.
Cinco años después, se había restablecido la confianza. Las agencias volvieron a recibir reservas pero el Comité Cívico Potosinista (Comcipo) declaró otra huelga que en esa ocasión llegó a 27 días. Una visitante argentina padecía problemas de salud pero ni así la dejaron salir. Fue necesaria la mediación de su Embajada para evitarle mayores perjuicios. Por eso no es de extrañar que los turistas que fueron retenidos juraron que no volverían a Potosí y le hicieron muy mala propaganda.
Ha pasado poco más de un año de aquella huelga y Comcipo decretó un paro de 24 horas. Sus razones son indiscutibles porque reclama atención del gobierno. El problema es que el método que utiliza es suicida porque atenta directamente a su única alternativa económica, el turismo.
En Europa y los países con alto índice de viajeros al exterior, Potosí ya es visto como un destino inseguro, una ciudad en la que se puede declarar un paro en cualquier momento y los turistas sufren las consecuencias de un conflicto que no les concierne.
Para colmo, el día del paro ocurrió un hecho pantagruélico: un grupo de choque se fue hasta la mismísima Casa de Moneda para sacar, por la fuerza, a los visitantes al museo de ese repositorio. Los turistas se asustaron y permanecieron dentro hasta que la intervención de los reporteros consiguió que el grupo se aleje.
Con esa nueva muestra de barbarie no queda más que concederles la razón a las agencias de viaje que cancelaron la mayoría de las reservas que tenían para Potosí en esta semana. Entre los que desafiaron a su suerte estaban los que fueron intimidados en la Casa de Moneda.
Comcipo debe luchar por las reivindicaciones regionales y eso incluye enfrentar a cualquier gobierno. El problema es que sus dirigentes parecen no encontrar otras medidas de presión distintas a los paros y bloqueos que le hacen daños irreparables a la industria sin chimeneas.
Para rematar, el paro de esta semana fue ejecutado precisamente en el Día Mundial del Turismo.