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Falleció el 22 de febrero de 2017, justo cuando la radio Kollasuyo, que fue su hogar periodístico de toda la vida, cumplía sus 50 años de fundación.
Pero lejos de lo que pueda dar a entender el titular de este artículo, no pretendo ocupar este espacio público para una cuestión personal como es el fallecimiento de un ser amado.
Mi padre murió y yo tengo los espacios para homenajearlo. Punto. No tengo por qué utilizar los espacios de los demás. Punto.
El hecho es que José Toro Pacheco no solo fue mi padre sino, también, un periodista deportivo, de esos que cubren la información que genera el quehacer muscular. Y hoy me doy cuenta que, desde ese espacio, él me enseñó más de lo que pueden transmitir los docentes universitarios.
Él nunca tomó una pizarra para darme clases de periodismo. No necesitó hacerlo. Me llevaba al viejo estadio Potosí de la calle Sucre y me dejaba verlo, me decía que haga las cosas de una forma o de otra y, así, le fui aprendiendo el oficio.
La última libreta que él manejó en vida, incluso hasta este 2017, contiene enseñanzas que, bien vistas, enseñan cómo debemos manejar la información.
Lo primero que se ve en la libreta es el orden. Pese a su edad, mi padre no se apartó de la tecnología y utilizó la internet pero no reemplazó sus apuntes a mano. Su libreta está dividida por separadores que permiten ubicar fácilmente los temas: Liga del Fútbol Profesional Boliviano, Copa Libertadores de América, Copa Sudamericana, Champions League… en fin… todo lo que era necesario saber e informar. Ahí están las tablas de posiciones, resultados de partidos… todo hecho a mano y con paciencia franciscana. Lo que me enseña, con ese método, es que siempre es mejor apuntarlo todo, a mano, sin confiar en los apuntes digitales que pueden borrarse con cualquier falla.
Pero su enseñanza mayor sigue siendo la ética periodística. Como cualquier ser humano, mi padre tuvo múltiples defectos pero no permitió que estos manchen su labor informativa. Un día, hace ya muchos años, lo eligieron presidente de una liga deportiva de barrio y él decidió alejarse temporalmente del periodismo. “No puedo ser juez y parte”, me dijo, y cerró el ciclo de su programa deportivo en radio Kollasuyo.
Es cierto que volvió, cuando dejó el cargo, y estuvo informando hasta que la enfermedad lo remitió a terapia intensiva, pero me dejó una lección: el periodista no puede ni debe tomar partido. Y esa es una enseñanza que, como van los tiempos, no solo es válida para mí sino también para quienes quieren dedicar su vida al periodismo.
¿Por qué es importante no tomar partido? Porque el periodista es un ser humano y, por lo tanto, es esencialmente subjetivo. Tiene sentimientos y se deja llevar por ellos. Puede ir por la izquierda, o por la derecha. Puede, incluso, tomar un poco de esta o de aquella y, al final, definirá su posición. Lo importante es que esa posición no se refleje en su trabajo.
Si es periodista deportivo, entonces será hincha de algún equipo, con mayor razón si se trata de la selección de su equipo, pero eso no se debe traducir en su trabajo.
Debe esforzarse en tomar distancia y mantenerse en la posición del espectador. Puede ser militante, hincha o simpatizante pero, a la hora de informar, debe seguir siendo un espectador. Si quiere opinar, tiene el espacio para ello pero las páginas de información son solo para reflejar los hechos, no para expresar su posición sobre ellos.
Si quieres criticar o echar flores a un gobierno, hazlo como persona, no como periodista (aunque ganes millones como palo blanco). Esa fue su principal enseñanza.
(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.
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