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Sí. Heraldo Muñoz es el ministro de Relaciones Exteriores del segundo gobierno de Michelle Bachelet y un hombre muy importante en la coalición Nueva Mayoría pero… ¿hasta qué punto representa a Chile?
La pregunta es ineludible cuando se lo escucha repetir, hasta el cansancio, los mismos argumentos que manejaban —y manejan— los pinochetistas en las cuestiones bilaterales con Bolivia.
Teorías disparatadas como “Bolivia nunca tuvo mar”, “Bolivia inició la Guerra del Pacífico” o “Bolivia falsificó mapas” han vuelto a la retórica chilena y ahora es posible encontrarlas, multiplicadas con aderezos de mala ortografía, en las redes sociales en las que muchos chilenos —cada vez más— no solo repiten las mentiras de Pinocho/Pinochet sino que, además, dejan traslucir racismo y discriminación. En los mensajes que leí no encontré el “auquénidos” que hizo célebre al almirante José Toribio Merino, comandante en jefe de Pinochet, pero sí había “vicuñas” y “alpacas” como apelativos con los que algunos chilenos se refieren a los bolivianos.
Así, es fácil creerle al presidente Evo Morales quien dijo que “algunos grupos en Chile piensan que Bolivia es un grupo de salvajes, de indios e ignorantes, (que) somos animales. Algunos grupos, esas oligarquías que han provocado invasión a Bolivia así piensan y lo sabemos. A mí todavía me tratan de 'indio sin pluma' los medios de comunicación (de Chile)”.
Muñoz es un hombre que se enfrentó a Pinochet. ¿Cómo creer que es parte de la oligarquía chilena?.. escuchando o leyendo lo que dice sobre Bolivia. Su última perla fue decir, en el mismísimo Silala, que las aguas de ese recurso hídrico fluyen de manera natural hacia Chile. Ni más ni menos que lo que se decía en tiempos de Pinochet.
Y es que Pinochet le hacía honor a su apellido porque mentía más y peor que la marioneta de Carlos Lorenzini. Ya en su gobierno se decía que las aguas del Silala iban hacia Chile de forma natural aunque es suficiente ir al lugar para percatarse que, por un lado, existen canales artificiales construidos con piedra y cemento, y, por el otro, es posible encontrar restos de tubería que fue utilizada en el pasado para que el líquido sea dirigido hacia ese país.
Sí. Chile tiene una política de Estado definida en cuanto al tratado de 1904 y esta se aplica sin importar qué gobierno esté en el poder pero una cosa es defender una postura, con argumentos válidos para cualquier debate, y otra muy distinta es mentir al extremo de creerse la propia mentira. El gobierno de Pinochet fue el que más alentó la soberana mentira de que Bolivia no tuvo mar y, al fracasar en su empeño, reivindicó las teorías de que fue nuestro país el que provocó la Guerra del Pacífico cuando fijó un impuesto de 10 centavos a cada quintal de salitre exportado por la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta.
Apenas el martes, el comandante de la región militar No. 10 de Bolivia, Hans Gallardo, demostró en una conferencia magistral que la invasión chilena comenzó en 1840 e hizo notar un detalle importante: el impuesto fue acordado con aquella compañía y no aplicaba a las demás empresas que explotaban el salitre boliviano.
Sí. Pinochet mentía y, ahora que está muerto, su lugar de mentiroso es ocupado por el canciller Heraldo Benjamín Muñoz Valenzuela.
La única explicación posible a esa actitud es que Muñoz sufrió un viraje ideológico en el tema de las relaciones bilaterales. Él, que combatió a Pinochet, se volvió pinochetista y ahora repite sus mentiras. El problema es que parece que él tiene más peso —y autoridad— en Chile que la propia presidenta Bachelet.
(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.
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