Opinion

“Laris”
Surazo
Juan José Toro Montoya
Miércoles, 19 Julio, 2017 - 16:32

Valorar: 
sin votos aún

“Lari” es una palabra que significa zorro o zorra en idioma quechua así que es sinónimo de “atuq”. Por alguna razón que desconozco, comenzó a utilizarse también para referirse al pertinaz, a aquel que no quiere entender razones.

Hoy en día se dice “lari” a aquel que no entiende, una persona a la que le explicas las cosas, de buena o mala manera, pero, aunque te oye, en realidad no escucha. El pertinaz es el obstinado, el terco, el “lari” que se mantiene firme en su opinión, dictamen o posición aunque le demuestres que está equivocado.

Hay “laris” en Potosí, donde ya se ha demostrado que esa ciudad no fue fundada el 1 de Abril de 1545 porque lo que ocurrió en esa fecha fue la posesión del Cerro Rico. Pese a ello, todavía hay “laris”, la mayoría maestros, que insisten en manejar ese hecho como “fundación de Potosí”.

Hay “laris” en Sucre, donde ya se ha demostrado, documentación mediante, que la Juana Azurduy que nació el 12 de julio de 1780 no fue la esposa de Manuel Asencio Padilla, la heroína de la independencia, sino una homónima. Además de los irrefutables documentos al respecto, existen publicaciones como la reciente “Juana Asurdui de Padilla (1780-1862). La historia detrás de la leyenda”, de Norberto Benjamín Torres, que no solo demuestra el error sino que identifica a la verdadera Juana, una que habría nacido en enero de 1870 y cuyo apellido era Asurdui, con “s” e “i”. Mas aún, ese libro refiere que dos potosinos, Joaquín Gantier y Valentín Manzano, mantuvieron el mito del 12 de julio aún a sabiendas del equívoco. Pese a ello, todavía hay “laris” en Sucre que insisten en festejar esa fecha como la del onomástico de la mayor figura femenina de nuestra historia.

Hay “laris” en La Paz, donde a unos ediles se les ocurrió declarar patrimonio de esa ciudad a varias comidas, incluidas algunas que tienen origen en otras ciudades, y así se adueñaron de la salteña, la empanada que, en su historia y presentación boliviana, nació en Potosí, alrededor de 1650, y ya figuraba como un alimento potosino en el libro de cocina de doña María Josefa de Escurrechea y Ondusgoytia, condesa de Otavi y marquesa de Cayara, publicado en 1776.

El hecho que se muestra como apropiación indebida de patrimonio cultural ya ha sido rechazado oficialmente en Potosí por el alcalde, Williams Cervantes, que reivindicó el origen de la salteña en una conferencia de prensa. Los “laris” paceños que motivaron la polémica no atienden argumentos, no escucharon razones y se mantienen firmes en su error. Son, definitivamente, los “laris” que se apegan más a la definición.

Algunos dicen que este es un tema de escasa relevancia porque en Potosí existen asuntos más urgentes. No es cierto. La salteña boliviana forma parte de una lista de las mejores comidas callejeras que fue elaborada por la prestigiosa guía Lonely Planet junto a otros alimentos como la pizza italiana, los churros españoles o los perros calientes o “hot dogs” estadounidenses. Se trata, entonces, de un detalle elemental para el turismo que será lo único que salve a Potosí de cualquier posible debacle de su minería.

Potosí no puede seguir dependiendo de la minería porque es extractiva y destructora del medio ambiente. ¿Cómo logrará afianzar su turismo si es que no ofrece, entre otras cosas, una gastronomía peculiar de la zona? Cuando presente a la salteña como bocadillo típico de la región, no faltará quien diga que es de La Paz porque así fue oficialmente declarada. Entonces, estamos en presencia de un robo o, mínimamente, una apropiación indebida y solo los “laris” no lo ven de esa forma.

 

 

(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.