Opinion

IZQUIERDAS Y DERECHAS
Surazo
Juan José Toro Montoya
Miércoles, 25 Noviembre, 2015 - 21:03

Valorar: 
sin votos aún

La elección de Mauricio Macri como nuevo presidente de Argentina desató una ola de ataques en las redes sociales, particularmente por parte de los partidarios de los gobiernos autodenominados “progresistas”.
En Bolivia, los afines al MAS zapatearon de rabia. Los rótulos más utilizados fueron “derechista” y “neoliberal” y no faltó quien dijo que el nuevo mandatario es responsable de las desapariciones de los nietos de las abuelas de la Plaza de Mayo. Yo no sé si eso es históricamente correcto pero sí noté que la mayoría de los servicios noticiosos internacionales llamaron “conservador” al partido de Macri.
En política, “conservador” es el que prefiere “mantener el orden social y los valores tradicionales frente a las innovaciones y los cambios radicales”. Su antónimo es “progresista” que, en términos políticos, es el que busca “el progreso integral del individuo en un ambiente de igualdad, libertad y justicia”.
La ciencia política considera que el conservadurismo es la derecha política mientras que el progresismo es la izquierda. La clasificación surgió en la Asamblea Nacional Constituyente de Francia, en septiembre de 1879, cuando debía votarse el poder de veto del rey sobre las decisiones de esa asamblea. Los que estaban en contra del veto, y propugnaban cambios en la sociedad francesa, se ubicaron a la izquierda del presidente de la Asamblea mientras que los que estaban a favor del veto, y que las cosas se mantengan como estaban, se ubicaron a la derecha.
Por ello, desde el punto de vista de la política, ser conservador es malo y parece que Macri lo sabe porque evita el rótulo. Así como ciertos gobiernos se autodenominan “progresistas”, él prefiere llamarse “desarrollista”.
Planteadas así las cosas, parecería que existen marcadas diferencias entre conservadores y progresistas y que, efectivamente, la derecha política es la antípoda de la izquierda política.
Las diferencias se notaron más durante las dictaduras, cuando sabíamos que el gobierno militar era conservador y de derecha y la oposición, generalmente clandestina o en el destierro, era progresista y de izquierda. En esos tiempos, una minoría vivía bien, convencida de que cumplía una tarea divina, una misión del mismísimo Dios al que combatían esos rojos y ateos de la oposición. La mayoría vivía mal pero no podía quejarse porque su derecho al reclamo estaba conculcado, al igual que los demás derechos, mientras que la prensa estaba silenciada o con censores que cuidaban que se informe solo lo que le convenía al gobierno.
Vivíamos con miedo y el recuerdo que tenemos de esos años es el del ardor en las entrañas y el salobre de la sangre en la boca. El gobierno era la derecha y la oposición era la izquierda.
Sí. Hay diferencias pero estas desaparecen cuando los gobiernos van más allá de lo permitido y los extremos se unen.
Un extremo es, por ejemplo, vulnerar la Constitución de un país ya que esa es la base de su institucionalidad. Otro extremo es la intolerancia con los que piensan diferente, lo que mueve al intolerante a silenciar a la prensa. Permanecer en el poder más tiempo del debido también es un extremo.
Cuando un gobierno incurre en esos extremos, ya no puede considerarse conservador o progresista, de izquierda o de derecha. Está violando el pacto social y punto. Lo demás es teoría.