Opinion

IMPUESTOS
Surazo
Juan José Toro Montoya
Miércoles, 24 Abril, 2013 - 19:46

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El Estado es la casa común y, como toda casa, necesita dinero para mantenerse. Esa es la explicación más simple para la existencia de los impuestos o tributos que no son otra cosa que los pagos que hacemos los habitantes de la casa común para mantenerla.

Si las cosas fueran así de sencillas, ningún país tendría problemas con los impuestos pero, dada la naturaleza de cada uno de ellos, existen lógicas variantes.

Pero más allá de esas diferencias, existen normas generales que, por lo mismo, son aplicables a todos y una de ellas es la universalidad del tributo; es decir, la obligación que tenemos todos los estantes y habitantes de un país de pagar impuestos.

¿Cómo se justifica esa universalidad? Mi ex catedrático de Derecho Tributario, Carlos Araníbar, me lo recordó así: todos somos deudores del Estado y pagamos nuestra deuda a través de los impuestos. ¿Y qué pasa si alguien no paga impuestos? La respuesta es igual de sencilla: es un evasor.

Sí. Hasta aquí todo parece claro pero, como en todo, otra cosa es con guitarra… o con calculadora.
El caso de Bolivia es particular. Como en la mayoría de los países, el pago de impuestos es diferenciado pero no en función a los ingresos que percibe cada habitante sino al capital declarado. La diferencia en el capital y un elemento más, la condición socioeconómica, dio origen al régimen tributario simplificado; es decir, una categoría especial en la que sus beneficiarios —porque son tales— están exentos de obligaciones que son comunes a los demás contribuyentes, incluida la de emitir factura o nota fiscal.

La trampita está, precisamente, en ese régimen. Aquel que quiera liberarse de ciertas obligaciones tributarias se refugia en aquel y buenas noches los pastores.

Surge, entonces, una desigualdad pues unos pagan impuestos de una forma y otros de otra. ¿Atenta esto contra la universalidad del tributo? Para responder a esa pregunta, primero hay que entender que, por una parte, están los impuestos propiamente dichos, aquellos que debemos pagar todos, y, por otra, está el impuesto al consumo, que en nuestro país está definido como el IVA, aquel que se paga cuando se realiza cualquier tipo de transacción.
Los que no pagan impuestos confunden las cosas. Creen que al pagar el IVA ya están cumpliendo sus obligaciones tributarias y eso no es cierto. Lo que tiene que hacer, al margen del IVA, es pagar su aporte o cuota estatal en función a sus ingresos.

El detalle es que todas estas cuestiones básicas colapsan en Bolivia y entran en crisis debido a un detalle importante: no tenemos cultura tributaria. Debido a esa incultura, la mayoría de los contribuyentes busca la manera de pagar lo menos posible y esa es la explicación por la que el régimen tributario simplificado subsiste hasta nuestros días pese a que cuando se puso en vigencia se estableció que tenía carácter transitorio.

Cuando el Estado toca el asunto de los impuestos, los afectados saltan, bloquean calles y carreteras, se declaran en estado de emergencia y anuncian que llevarán sus acciones “hasta las últimas consecuencias”. Más aún, llegan a extremos como en Potosí donde los cooperativistas mineros llegaron a incendiar el edificio de impuestos cuando se intentó introducir modificaciones al IVA diferenciado que paga ese sector.

Todos vivimos en la casa común pero no nos da la gana de aportar para su mantenimiento. ¡Y todavía tenemos el cinismo de exigir servicios y prestaciones!