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Trucho es un adjetivo coloquial que el Diccionario de la Real Academia Española incluye como “falso, fraudulento”. Se lo usa ahora en Chuquisaca para referirse a su gobernador, Esteban Urquizu, del MAS, que ganó ese cargo en primera vuelta gracias a una sospechosa resolución de su Tribunal Departamental Electoral (TDE).
El triunfo de Urquizu no fue legítimo. Días antes de las elecciones subnacionales, el candidato del Frente Revolucionario de Izquierda (FRI), Adrián Valeriano, renunció a su postulación y el TDE dejó en entredicho el destino de sus votos. Solo después de los comicios, el TDE de Chuquisaca hizo conocer una resolución que señalaba que los votos para el FRI se sumarían a los nulos y, así, subió el porcentaje del candidato masista posibilitando su triunfo.
El asunto es tan oscuro que el propio Tribunal Supremo Electoral (TSE) decidió suspender temporalmente a los vocales de Chuquisaca con el fin de investigar lo sucedido. Los resultados de la investigación no cambiarán el efecto de la resolución cuestionada por el principio de preclusión; es decir, la proclamación de Urquizu como gobernador es irrevisable y debe surtir efecto.
La suspensión de los vocales, con goce de haberes, refrescó la herida en Chuquisaca y dio lugar a que algunos periodistas insistieran en la ilegalidad de la elección. Fue cuando comenzó a usarse el adjetivo coloquial para referirse a Urquizu que, sin poder soportarlo, reaccionó atacando a los periodistas que más insistían sobre el tema.
Fue una típica reacción masista: victimización y ataque. El gobernador trucho se declaró víctima de discriminación, “porque usa abarcas”, y acusó a los periodistas de ejercer el papel de jefes de campaña de la derecha.
Lo de la discriminación es un argumento tan desgastado que ya solo se lo creen los masistas. No cabe en este caso porque el perjudicado con la resolución ilegal es otro ciudadano que usa abarcas, Damián Condori, cuya votación, si no mediaba el TDE, hubiera dado lugar a una segunda vuelta.
Con el balotaje, Chuquisaca hubiera vuelto a las urnas y habría decidido, en justa contienda, quién era su gobernador no solo de manera legal sino también legítima.
Si tan seguro estaba de su respaldo, Urquizu debió promover la segunda vuelta. Su error más grande fue optar por lo seguro, la victoria ilegítima, y ahora debe aceptar la verdad de Perogrullo de que es un gobernador trucho.
El destino de la investigación es incierto. La posibilidad de que el TSE termine exculpando a los vocales es muy grande pero la suspensión fue suficiente para que gran parte del país le ponga más atención a lo sucedido en Chuquisaca.
Si Urquizu no hubiera despotricado contra los periodistas que le dijeron trucho, este artículo no se habría escrito. En lugar de sacudirse las sospechas, lo que hizo el gobernador trucho fue motivar a que le pusiéramos lupa a su elección. Segundo gran error. Si el aludido no tiene por lo menos un asesor que le aconseje no equivocarse tanto, es hora de que contrate uno, a ver si, con algunas sanas recomendaciones, deja de victimizarse y atacar. Si no quiere asesores, que lea lo que escribió Rafael Puente y se quede calladito.
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