Opinion

ESPAÑA, NI MADRE NI PADRE
Surazo
Juan José Toro Montoya
Miércoles, 17 Abril, 2013 - 19:32

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La conquista española no fue como nos la contaron.
Esa afirmación, contenida y desarrollada en los dos últimos artículos de esta columna motivó más de una reacción y una cantidad considerable de mensajes al correo electrónico, ya sea manifestando indignación o bien pidiendo que amplíe el tema.

Quizás mi error fue no aclarar que, al lanzar esa afirmación, no pretendía justificar la conquista española ni mucho menos.

Lo que hizo España al apoderarse de territorios que no eran suyos fue una invasión. Al invadir territorio americano, los españoles impusieron la ley del vencedor y ello trajo consigo un régimen opresivo que fue resistido desde sus inicios hasta que los invadidos consiguieron expulsarlos, siglos después.

El primer acto de resistencia —o, si se quiere, “el primer grito libertario”—del que se tiene antecedentes es el alzamiento del cacique Guaroa, que se sublevó contra el capitán Diego Velásquez de Cuéllar en 1515, en territorio del actual Santo Domingo. En lo que hace a Bolivia, el antecedente más remoto —aunque no el más exacto desde el punto de vista geográfico— es la rebelión de Manco Inca en 1536. También llamado Manco Capaj II, Manco Inca Yupanqui fue coronado Sapa Inca por los españoles quienes lo utilizaron como un títere mientras proseguían la conquista del Perú. Tras asumir conciencia de su situación, se alzó contra los europeos y se instaló en Vilcabamba desde donde lanzó una guerra de reconquista que sus hijos mantuvieron hasta 1572.

Repito esos antecedentes —ya los mencioné un par de veces en esta misma columna— porque son necesarios para la siguiente afirmación: si bien es cierto que la conquista española no fue como nos la contaron, también es pertinente señalar que, debido al carácter altamente opresivo de su invasión y posterior colonización, su presencia fue motivo de permanente resistencia por parte de los americanos.

El proceso por la independencia no comenzó el 25 de Mayo de 1809 —recuérdese que se insiste en llamar “primer grito libertario” a esa gesta— sino prácticamente desde la llegada misma de los españoles y sólo terminó cuando estos abandonaron el continente, derrotados por una guerra en la que pesaron los sucesos políticos y cambios que ocurrieron en la península a inicios del siglo XIX.

Sí. La conquista española no fue como nos la contaron porque los españoles no arrasaron poblados desde los cimientos ni liquidaron civilizaciones enteras, como ocurrió en Norteamérica, pero, sin importar los caminos que tomaron, el resultado fue el mismo: se apoderaron de tierras que no eran suyas y, de una u otra forma, sometieron a sus legítimos dueños.

Lo que apunté en mis anteriores artículos es que la conducta de los indios no fue uniforme. Unos se opusieron a los conquistadores durante años —la resistencia de Vilcabamba duró más de medio siglo— pero otros, particularmente los indios nobles que tenían privilegios durante el incario, pactaron con los españoles y hasta se esforzaron por asimilarse a su cultura.

Por tanto, España no fue la madre que sus hijos intentaron grabar en la mente de los invadidos ni mucho menos el padre que se ocupa del bienestar de sus hijos, no fue “la España grandiosa, / (que) con hado benigno / aquí plantó el signo / de la redención” (como reza el himno cruceño).   

España fue una invasora que se apoderó de tierras que no eran suyas, una ladrona que se llevó riquezas que no le pertenecían y una tirana que oprimió a los pueblos conquistados hasta que estos se liberaron para entregarse a sus propios demonios.