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“El cártel de la mentira” no es el documental del año sino de la década, de los diez años que ya duran los gobiernos de Evo Morales.
Y es de la década porque en él se resume el tratamiento que el gobierno hace de la información. Su contenido e intención lo hacen digno de estudio en las carreras de Periodismo y Comunicación Social, especialmente en lo referido a la propaganda.
Como cualquier especialista en audiovisuales podrá refrendar, técnicamente es malo, chocante y burdo, tanto que no vale el dinero público que se pagó por él a un periodista argentino que es pareja de una ministra.
Lo interesante es el contenido. Al verlo, es posible advertir cómo el gobierno pretende que solo se acepte su versión de los hechos como verdad absoluta. Eso se percibe especialmente cuando el periodista/amante confronta al ahora ex director de Página Siete, Juan Carlos Salazar, y le pregunta por qué el diario no tituló de cierta forma cuando la ministra Paco desmintió que el presidente Evo Morales haya cometido estupro.
El documental recoge la versión de algunos de los aludidos, como Raúl Peñaranda, pero primero lo descalifica y, antes de difundir sus palabras, advierte que “su testimonio simplemente agrega un capítulo más a la campaña de desprestigio” contra el gobierno.
Existe una obvia ideologización hacia una tendencia política mundial pero lo sorprendente es que no se cuide detalles como, por ejemplo, presentar como primer testimonio el del ministro Juan Ramón Quintana, que fue quien encargó el trabajito. Y el autor no solo le chupa las medias al dignatario de Estado (“no casualmente el ministro que más incomoda a la Embajada de Estados Unidos”, dice) sino que, además, presenta entre los testimonios los de un periodista y una diputada del MAS que no solo forman parte del entorno de aquel sino que están casados entre sí.
La manipulación es tan evidente que no necesita explicarse. Abundan los adjetivos y las acusaciones para las que no se exhibe prueba alguna. Es un documental, porque muestra audiovisualmente un aspecto de la realidad, pero su enfoque es unilateral pues solo refleja el punto de vista del gobierno.
¿A qué tipo pertenece? Está centrado en un acontecimiento, el caso Zapata y su supuesto efecto en el triunfo del “No” en el referendo del 21 de febrero, pero el rótulo que mejor merece es el de “documental negro” por su estilo fatalista y oscuro.
Pero también es la expresión de un tipo de propaganda, la nazi, aquella que privilegió el formato audiovisual para difundir la doctrina de odio de Adolf Hitler.
Un vuelo de pájaro a la historia del periodismo, de la que el documental carece por completo, permite recordar que Hitler creó el “Ministerio del Reich para la Ilustración Pública y Propaganda” con el propósito de regular la prensa, la literatura, el arte visual, el cine, el teatro, la música y la radiodifusión con el fin de reproducir su ideología y mantenerse en el poder.
De todas las películas que el Tercer Reich mandó a producir, es llamativa una que pasa por documental, “Der Ewige Jude” o “El judío eterno”, también conocida como “El judío errante”, ya que en ella se retrata a los judíos como parásitos culturales, enemigos de la raza aria y, consiguientemente, sujetos de exterminio.
“El cártel de la mentira” no solo desprestigia a cuatro medios bolivianos sino a toda la prensa del continente. El propio Evo Morales cierra el montaje con esta frase: “El peor enemigo que tengo son los medios de comunicación”.
(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.
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