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Quien crea que no tiene nada que aprender es alguien que no ha aprendido nada. Y entre todas las actividades humanas, el periodismo es una de las que más necesita de aprendizaje permanente. Por ello, no en vano se dice que un periodista que no lee un día es un día menos periodista.
Con ese y otros argumentos volé a Santa Cruz a participar del taller dictado por el periodista estadounidense Jon Lee Anderson.
Viejo lobo del mar de tinta, Jon es uno de los periodistas más respetados del mundo y se lo considera maestro de los perfiles. Es autor, entre otros trabajos, de biografías de Fidel Castro, Gabriel García Márquez, Augusto Pinochet, Saddam Hussein y Hugo Chávez.
Tuve la suerte de tener un aparte con él para conversar de un tema común, el Che Guevara, aquel personaje del que Jon escribió una biografía que se considera tan completa que fueron y son pocas las voces que la cuestionan.
Y, claro está, la reunión sirvió para llenar muchas de las lagunas que tenía en la investigación publicada en noviembre de 2014 en el diario español El Mundo.
La conversación fue tan provechosa que pude aprender mucho del maestro. De todo cuanto me dijo, rescato su pensamiento sobre los criminales, especialmente aquellos que cometieron crímenes de lesa humanidad o magnicidios.
A lo largo de la historia, muchos hombres oscuros mataron a hombres luminosos pero no todos respondieron por sus crímenes. Según Jon, todos los criminales deberían recibir castigo por sus actos en contra de la vida, sin importar el tiempo transcurrido. Puso como ejemplo a los nazis: si todavía queda alguno que no haya comparecido ante la justicia, todos los seres humanos estamos obligados a ponerlo ante un tribunal, aun si el asesino ya es un nonagenario. Si un periodista descubre a un asesino sin castigo, su obligación es ponerlo en evidencia.
Como Jon Lee Anderson llegó a Bolivia para la Feria Internacional del Libro de Santa Cruz y dictó un taller propiciado por el diario El Deber y la Asociación Nacional de la Prensa, muchos pudieron beber de sus conocimientos.
De todo lo que dijo en dos días de charla, destaco su posición sobre el papel de los periodistas frente a los gobiernos. Según Jon, el periodista es un fiscalizador permanente del poder. Debe estar atento a cualquier transgresión por parte de los gobernantes y, si se diera el caso, tiene que denunciarla.
Debido a ello, el periodista coexiste con el poder pero no debe compartirlo. No importa quién esté en el poder o la ideología que represente ya que el periodista debe estar siempre en la vereda del frente. No es un opositor permanente pero jamás debe convertirse en oficialista.
Con ello, Jon me confirmó una apreciación que tengo sobre el periodista y la política: la distancia. El periodista tiene derecho a tener ideología, incluso a militar en un partido, pero cuando cruza la línea y se convierte en actor, llámese servidor público o candidato, deja de ser periodista y, al terminar su mandato, ya no puede volver a serlo.
Entonces, lo mejor es nunca cruzar la línea.
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