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Para nadie es desconocida la animadversión del gobierno de Evo Morales hacia los medios de comunicación independientes, en especial para el ministro de la Presidencia, Juan Ramón Quintana, quien en las últimas semanas ordenó la emisión de una costosa separata en la que otra vez acusa a la Agencia de Noticias Fides, El Deber, Página Siete y la red Erbol de formar parte del “cártel de la mentira” y se conoce que también encargó la realización de un documental bajo la misma lógica.
Y es que las constantes arremetidas del Ministro en cuestión contra medios y periodistas que asumen una actitud crítica frente al gobierno raya en la paranoia. Anteriormente, los había tildado de “bufones a sueldo”, que vivieron a “costillas del imperio norteamericano”, que buscan dañar la imagen de Evo Morales para “cobrar un plato de lentejas” a la Embajada de EE.UU.
A pesar de que la Asociación Nacional de la Prensa (ANP), la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) y el Comité de Protección de Periodistas (CPJ) manifestaron su rechazo a las acusaciones del gobierno e instaron a que cesen en sus intimidaciones, éstas no se detuvieron.
Esto nos da una idea de la importancia que tiene para el ministro Juan Ramón Quintana tener el control de los medios a partir del amedrentamiento y la asfixia económica, mediante la suspensión de la publicidad estatal, factores que seguramente bajo su lógica impedirán el ejercicio de un periodismo independiente y que además servirá como advertencia para que otros medios eviten difundir temas en contra de los intereses del gobierno.
Ya a principios de marzo, Quintana abrió la posibilidad de crear una agencia de inteligencia de protección del Estado Plurinacional para prevenir y contener “ataques alevosos” como el denunciado por el periodista Carlos Valverde y el caso Gabriela Zapata.
Además de ser anticonstitucional, porque el Estado ya cuenta con agencias de este tipo en las Fuerzas Armadas y la Policía nacional, dicha propuesta nos demuestra la actitud abusiva, autoritaria y antidemocrática con que el Ministro intenta controlar los medios de comunicación para imponer un solo discurso.
Recordemos que en tiempos de dictadura los medios de comunicación fueron forzados a publicar los contenidos aprobados previamente por los entes censores del gobierno. Emplearon una estrategia sistemática respecto a qué se podía publicar, cómo se podía publicar y cuándo podía publicarse.
Y es que el origen de ese autoritarismo quizá se encuentre en el pasado militar de Quintana y su paso por la Escuela de las Américas. Aunque en 1997 se retiró definitivamente del ejército con el grado de mayor, estas actitudes nos hacen suponer que sólo se despojó de su uniforme de campaña ya que aún continúa con la mentalidad castrense.
Para nadie es desconocida la antipatía que los militares sienten por los periodistas. No ven ningún papel útil para una prensa libre, una prensa que cuestione y desafíe el poder siendo profundamente hostiles a su existencia. Consideran que la prensa, así como un público informado, afectan su amor por el orden, por la reglamentación y por la obediencia inquebrantable ante la autoridad.
Los periodistas tienen como misión informar con veracidad mientras que la misión de las Fuerzas Armadas es brindar seguridad a la nación y, para esto, consideran el campo de la información como un terreno más cercano a un teatro de operaciones tácticas, donde la verdad no es un imperativo moral y, por el contrario, puede ser entendido a veces como un obstáculo a un objetivo militar.
El presidente Evo Morales declaró en más de una ocasión que en Bolivia hay una "exagerada libertad de expresión” y que los reclamos de instituciones nacionales e internacionales de prensa son falsos. Sin embargo, en la realidad cuando los periodistas hacen uso de ese derecho constitucional para denunciar acciones irregulares que atañen al gobierno, se constituye en la visión del ministro Quintana, principalmente, en un intento de “desestabilización” o “golpe mediático”. En otras palabras, existe libertad sólo para decir ciertas cosas y no para otras.
Quintana, en su obsesión por “contener” al “enemigo”, llámese prensa independiente, a recurrido a tácticas militares como la guerra psicológica para afectar la moral y el comportamiento del “cártel de la mentira” como ha etiquetado a algunos medios que él considera adversos a las políticas estatales. Parte de este despliegue táctico es también el lanzamiento de un folleto y el anuncio de un documental, las armas de desinformación de esa guerra psicológica.
No obstante, Quintana pasa por alto el riesgo que constituye elegir a los medios de comunicación como blanco de sus ataques, ya que la crítica a uno necesariamente involucra, envuelve o incluye a sus consumidores. Por eso es muy difícil salir bien parado de esos embates por el rechazo masivo que genera en la población.
En tiempos de turbulencia los militares siempre parecen una buena alternativa. Presentan la fachada del orden. Pero el orden en los militares, se parece a la esclavitud. Es el orden de una prisión. Y es en donde Quintana y muchos de los personeros del gobierno quisieran ver encerrados a cualquiera que se atreva a cuestionar o desafiar su autoridad. Tienen el poder para hacerlo. Y es tarea de los periodistas y de cualquier ciudadano arrebatarles ese poder mediante el ejercicio democrático de la libertad de pensamiento, de expresión y el de las urnas.
La autora es periodista y politóloga
Twitter: @consuelo4470
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