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En un artículo publicado en Bolivia y Estados Unidos (EEUU) hace poco más de dos meses, argumenté que habían al menos tres razones para pensar que la baja del precio del petróleo no era circunstancial, sino permanente. Estos planteamientos se referían a: (i) La actual deflación en China que aumentaría la desaceleración de su economía, junto con la decisión del gobierno chino de introducir vehículos eléctricos en su parque automotor para paliar los altos niveles de contaminación ambiental y polución del aire, que derivarían en una menor demanda y precio del combustible fósil; (ii) el boom del gas de esquisto en EEUU que habría conducido a una caída en el precio del petróleo por efecto de un aumento de la producción del mismo ya sea porque un ascenso de este tipo de producción de gas resulta al mismo tiempo en un incremento de petróleo de esquisto o debido a que una parte importante del exceso del gas de esquisto se convierte en diésel, reduciendo la demanda y las importaciones de petróleo de EEUU; y (iii) el agravamiento del cambio climático que habría apurado la sustitución del petróleo por energías renovables y no renovables alternativas y la electrificación de la industria automotriz en el mundo que estaría comenzando a reflejarse en una disminución de la demanda de diésel y gasolina.
Un mes y medio más tarde, mi contribución fue complementada por un artículo difundido el primer día de diciembre de este año por el Washington Post de EEUU como sigue.En primer lugar, se añadió a mi explicación una causa inmediata relacionada con la decisión a finales de noviembre de este año de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) de no reducir su producción de petróleo para mantener su cuota parte en el mercado, que dio lugar a una caída aún mayor del precio del energético.
En segundo lugar, a la posible disminución de la demanda china se agregó evidencia sobre una reciente caída del consumo de petróleo en Europa y Japón; con información proveniente de la Administradora de Información Energética (EIA, en inglés), se dio cuenta de que en la actualidad y gracias a la revolución del petróleo de esquisto, EEUU estaba produciendo dos veces más petróleo que hace unos diez años y que otros países (Canadá, Rusia y Siria) habían empezado a producir más petróleo, lo que habría influido en los precios; y se reforzó mi argumento acerca de la electrificación de la industria automotriz global con datos (también provenientes de la EIA) sobre el uso de menos combustible en vehículos en EEUU en 2014 respecto a 2008.
La reacción del gobierno no se dejó esperar. De inicio, las autoridades del área económica y YPFB minimizaron la caída de los precios internacionales del petróleo, insistiendo en que se trataba de un fenómeno coyuntural. Luego, sostuvieron que, aun si así no fuera, la economía estaba blindada para enfrentar la crisis. Por último, como ninguna de estas posiciones pareció muy convincente en la opinión pública, el presidente del Estado se vio obligado a salir al paso para reconocer el fin de la bonanza e instar a debatir sobre la economía.
Al parecer, esta última intervención del primer mandatario de Bolivia no fue del agrado del ministro de Economía y Finanzas Públicas quien en un reportaje publicado hace unos días por Página Siete intentó retomar el control de la situación. Veamos a continuación lo que dijo el ministro.
El ministrocriticó duramente “los análisis pesimistas sobre el descenso de cotizaciones del energético como si fueran algo nuevo”, señalando que en 2008 el precio del combustible fósil declinó de 140 dólares el barril a 30 dólares el barril, “una caída mucho más pronunciada que la de las últimas semanas”, agregando que “una cosa es ver el precio, pero no sólo se puede ver esto, sino hay que ver el volumen”, a tiempo de sostener que en el Ministerio de Economía han sido conservadores tanto en precio como en volumen, pero que“la economía puede producir y exportar más volumen y es lo que compensaría una caída en el precio del petróleo”.
Es cierto que en julio de 2008 la cotización del barril del petróleo alcanzó los 145,15 dólares y en diciembre de ese año cayó a 30,28 dólares. Sin embargo, el ministro se olvidó de decir que al año siguiente el crecimiento del PIB se desplomó de 6,15% a 3,36%. Por tanto, tiene razón el ministro al decir que este descenso no es nada nuevo, pero sería bueno también que reconociera el efecto que esta caída podría tener sobre el crecimiento del país.
Es más, el ministro se olvida de un detalle fundamental: Que la producción de los hidrocarburos en Bolivia está en manos de empresas extranjeras y que es posible comprobar con datos referidos al período 2001-2014 que hay una correlación altamente positiva (0,88) entre el precio internacional del petróleo (WTI) y el volumen de producción promedio de gas natural en nuestro país. Es decir que,normalmente, el volumen de producción de gas natural subirá sólo cuando aumente el precio internacional del petróleo. En consecuencia, resulta muy improbable que ante una tendencia de precios hacia la baja, los operadores transnacionales se interesen en incrementar los volúmenes de producción y menos aún si no existe el mercado ni la infraestructura productiva para ese incremento de producción.
* Analista de la economía de la energía
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