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Frente a las cámaras, sin sonrojarse siquiera y como si se sintiese el tipo más agraciado del mundo, el alcalde de Santa Cruz de la Sierra dio este Primero de Mayo otro espectáculo vergonzoso. Esta vez, la agredida fue una periodista de la Red Uno a quien tuvo el atrevimiento de manosear y responder con groserías cuando fue a entrevistarlo. Del comportamiento de este berraco , ya nada me llama la atención, lo que sí creo que merece la pena analizar son las reacciones que estos actos provocan en su entorno y en las redes sociales.
En su entorno inmediato, risotadas a granel, de este modo este individuo se siente congratulado, nada más efectivo para reforzar un comportamiento que ya tiene demasiados capítulos como para imaginar que no se trata de “graciosas ocurrencias” sino de una actitud estructurada, de la que siempre sale impune porque no hay una sola persona que, literalmente, “le siente la mano”. Si este sujeto actúa así en público, no podemos menos que suponer que en esa alcaldía el acoso sexual hacia las mujeres está presente en cada pasillo y que entrar a la oficina del burgomaestre debe suponer, para cualquier funcionaria, un riesgo seguro.
En las redes sociales, las reacciones responden a una gama que va desde la más absoluta indignación y reproche, hasta el aplauso incondicional. Buscando la opinión de la gente, más allá del escándalo, he coleccionado una lista de 169 comentarios realizados por diferentes personas en las notas referidas a este asuntoque colocaron ERBOL, Página 7 y una amiga periodista en sus respectivas páginas de Facebook. Obviamente, esta recopilación no representa, ni mucho menos, la “opinión pública”, es apenas una pequeña muestra que permite tomarle el pulso.
Mi primera constatación es que más hombres (64%) que mujeres (30%) emiten criterio sobre el tema y algunas personas (6%) prefieren presentarse con nombres “imparciales” que no permiten identificar su sexo. Sobre esta muestra, ninguna mujer aprueba el hecho, el 75% lo desaprueba y un 25% emite criterios “neutros”, vale decir, opiniones que no se refieren al hecho mismo o que muestran indiferencia. Mientras que, entre los hombres, un 30% lo aprueban abiertamente, un 43% lo desaprueban y un 27% se muestran “neutrales”. En tanto que las personas cuyo sexo no se puede identificar por el nombre, 18% lo aprueban, 45% lo desaprueban y 37% tienen opiniones neutras. Con todo, se aprecia un 20% de aprobación, un 53% de desaprobación y un 27% de “neutralidad”.
Estos resultados nos están señalando que apenas poco más de la mitad de la gente que comenta el hecho lo desaprueba abiertamente, el resto lo observa con indiferencia o lo aprueba explícitamente. Entonces ¿a qué nos enfrentamos? Afortunadamente, la desaprobación es mayoritaria, pero no lo suficiente como para pensar que en este país el acoso sexual, que es inverosímilmente habitual, sea una conducta condenada. Nos enfrentamos así a una sociedad que si no lo aprueba lo consiente y, además, se permite condenar a la víctima señalando que ella “se deja”. No he contabilizado el dato, pero la cantidad de personas que opinan que la acosada lo tolera y que por eso tiene la culpa, va más allá de cualquier suposición.
Acabo de leer una carta del berraco, dirigida a la periodista, y no existe una sola palabra que denote “arrepentimiento”, como en otras ocasiones y con otros actores de la misma catadura, se limita a señalar que él está siendo víctima de una campaña mediática que pretende “dañar la imagen del Alcalde”. El cinismo de este sujeto ya raya en la demencia. Pero, no nos equivoquemos, este hombre no es “loco” ni está “enfermo” de nada, es simplemente un misógino que, atenido al poder que ostenta, se permite hacer gala de ese poder pretendiendo que todas las mujeres de su entorno “le pertenecen por derecho” y que tocarlas, acosarlas, decirles la primera grosería que se le aproxima a la boca (sin pasar por el filtro del raciocinio más elemental) son parte de su “personalidad excéntrica”.
No es la primera vez que este berraco actúa de esta manera y, sin embargo, continúa ostentando el mayor porcentaje de aprobación como alcalde¡en el municipio más poblado del país! Si consideramos que al menos la mitad de quienes lo aprueban deben ser mujeres, nos enfrentamos a algo mucho más grave, y es que la mayoría de las mujeres que viven en esa ciudad ni siquiera perciben en él lo que verdaderamente es, un peligro para cualquiera que se le acerque. Al parecer, muchas mujeres no logran identificar en este sujeto a alguien despreciable por su conducta frente a sus congéneres, simplemente lo aprueban “como alcalde” y hasta volverían a votar por él.
El otro tema sobre el que quiero llamar la atención es el referido a la reacción o la falta de reacción por parte de las directas implicadas. En el primer caso, se trató de una concejala que no sólo minimizó el hecho sino que hasta lo justificó y ayer mismo, durante el acto en el que se filmó el agravio a la periodista, estaba sentada a su lado, como si no hubiese pasado nada. En el segundo caso conocido, fue una profesional a quien el berraco osó “besar” sin pedir permiso, probablemente sorprendida, tampoco reaccionó ante la agresión, como no lo hizo la periodista. Huelgan las especulaciones, cada una de ellas sabrá explicar(se) o no sobre los motivos que le impidieron devolver la agresión como (a mi juicio) se merecía elberraco; pero, encuentro algunas explicaciones que ofrecen las comentaristas que podrían ayudar a entenderlo.
Unas piensan que esto se debe a que las agredidas temen perder su trabajo, lo que lleva una larga saga de consecuencias que nadie tiene derecho a juzgar si son o no justificativos. Otras señalan que temen las represalias del poderoso, mismas que no sólo pueden estar dirigidas a ellas mismas, sino a su íntimo entorno. Otras piensan que no reaccionan ni le inician procesos judiciales (que les están permitidos por la ley 348) porque no vale la pena el esfuerzo, ya que el bellaco sabe cómo "arreglar" sus líos y “la justicia”rara vez se pone del lado de la víctima, más bien suele coligarse con el poderoso. Finalmente hay quienes señalan que "no todas reaccionamos de la misma manera", es decir, puede haber una amplia escala de reacciones, unas que ni se perciben de tan íntimas que son y otras que sí se observan de tan intensas que son. A esto habría que agregar que muchas mujeres suelen ser educadas en la pasividad, una educación bien burguesa y aristocrática, por cierto, de modo queuna "señora verdadera" tiene que "guardar la compostura" así se le revuelque el estómago del asco.
Finalmente, me ha llamado poderosamente la atención que los colectivos de mujeres con los que tengo contacto en la red, aun de las feministas más exteriorizadas, no hayan siquiera mencionado el hecho en sus páginas ¿Se lo estarán pensando bien antes de reaccionar?
Por mi parte, deseo manifestar, en primer lugar, mi más profunda indignación frente a este atropello inexcusable porque proviene de otra autoridad pública que de forma reiterativa se permite, no sólo lanzar exabruptos, sino hacer gala de un machismo intolerable. En segundo lugar, llamar a las mujeres que viven en Santa Cruz en particular a abandonar la indiferencia frente a la actitud de este sujeto, si hoy se atrevió con esta periodista y ayer con otras, mañana puede ser cualquiera de ustedes ¿cómo pueden continuar tolerando la presencia de este sujeto en su municipio? En tercer lugar, pedir a los medios de comunicación que, así como se manifestaron unánimemente para condenar el asesinato de otra de sus colegas, lo hagan ahora a favor de esta periodista y nunca más expongan a una de sus colegas ante semejante tirano. Finalmente, convocar a todas las mujeres de este país a hacer causa común, a condenar sin subterfugios al berraco y a solidarizarse con la agredida, porque eso es lo que corresponde como mínimo, ya está bueno de justificar cualquier actitud machista y convertirse en cómplices de estos agresores, ya basta de soportar tanta misoginia.
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