Opinion

NO MIDEN LA POBREZA
A ojos vista
Mario Mamani Morales
Miércoles, 16 Diciembre, 2015 - 16:30

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Definitivamente la temporada de Navidad y Año Nuevo nos muestra las diferencias que tenemos entre los bolivianos: gente que tiene mucha plata, otros no mucho y los demás que no tienen nada. El mercado se encarga en marcar esas desigualdades entre los discriminados de la economía y los privilegiados.
Sin embargo el último informe sobre el Desarrollo Humano en el mundo, medido para la gestión 2015, sostiene que el país ha subido dos puntos en los últimos años relación al índice de pobreza; antes ocupábamos el puesto 121 y ahora estamos en el lugar 119, de un total de 188 países.
Esto debe ser así porque el promedio de vida que tenemos en Bolivia hoy es de 68 años, la población en edad escolar está casi en el cien por ciento y según la publicidad del gobierno se han construido miles de viviendas en todas partes del país especialmente destinadas para la gente pobre.
Tradicionalmente el IDH (Índice de Desarrollo Humano) se mide considerando estos tres factores: acceso de la población a la salud, educación y vivienda. El gobierno publicita que nuestro sistema educativo es envidiable y en la última reunión de autoridades educativas, realizada en Cochabamba, se mencionó que exportaremos nuestra experiencia en el ramo. En vivienda nos aproximamos a tener vida digna con todos los servicios incluidos, es decir los servicios básicos; en salud no tanto porque los hospitales de tercer y cuarto nivel recién están en proyecto a construirse.
¿En tiempos de Navidad y Año Nuevo se muestra esta realidad en nuestras ciudades y los pueblos en el campo? ¿Han disminuido las odiosas diferencias entre seres humanos medidos por la posesión del dinero? ¿Por qué se siguen haciendo campañas para reunir juguetes y ropa para los pobres? ¿Será simple costumbre que niños y niñas vistiendo harapos llenen las ciudades junto a sus madres en tiempos de Navidad buscando un dulce o juguete? ¿Seguirán siendo miles los niños necesitados de pan y chocolate para la aplacar las conciencias de los que tienen torta en la mesa?
A su vez, con el pretexto de “aguda crisis económica” miles de personas, entre padres, madres e hijos se apuestan en las calles de las ciudades para vender cualquier cosa en los que se llama la “economía informal”, ahora expresados en “ferias de navidad”, lugares tradicionales destinados a estos puestos de venta han quedado minimizados ante tanta demanda de vendedores. ¿Qué nos demuestra esta realidad?
¿Qué se ofrece en el mercado informal? ¿Todos los productos son bolivianos? ¿Valoramos lo que producimos? ¿El gobierno alienta la industria nacional? ¿Los contrabandistas toman más iniciativas para matar lo nuestro? En un programa de televisión matinal, “las mañaneras” de la Tumusla y aledaños en La Paz reclamaban angustiadas de que sus productos ya no se venden, hay más mercado para los artículos chinos, coreanos y de todas partes, así la desocupación cunde. “Pedimos a Evo que nos ayude”, era el pedido. ¿Qué políticas de gobierno hay para solucionar esto?
En nuestras ferias, ¿será que se encuentran juguetes de industria nacional y que son apetecidos en la compra? ¿Para vender qué artículos y de qué procedencia se pelean nuestros comerciantes por los puestos callejeros? ¿Se preferencia a nuestros artesanos dedicados a producir artículos navideños  en estas ferias o están los mercaderes de siempre y que acaparan los puestos para sus artículos de siempre?
Si el IDH se midiera por la proliferación del mercado informal, Bolivia se ubicaría en los primeros lugares; sin embargo, el PNUD sostiene en su último informe que debe incluirse otros parámetros para medir el Desarrollo Humano, esto tiene que ver con la sostenibilidad del medio ambiente, es decir su preservación; tomar en cuenta el avance tecnológico para comprobar que realmente la población tiene vivienda, salud y educación. Esto sugiere que los censos de población y vivienda ya no serían por encuestas de casa en casa, sino vía satélite, con precisión individual aunque esto signifique romper con la privacidad de familias y personas. Lo cierto es que el mundo avanza: ¿hacia dónde?