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Es sorprendente avistar en cualquier parte del país las famosas y criticadas “canchitas” de césped sintético y no pocas construcciones de deportivas, llámese coliseos o multideportivos, diseminados por los municipios y en lugares que antes era imposible imaginar esa construcción; pero lo que no se ve es que haya la práctica del deporte en la mayor parte del día o la noche.
Hay coliseos en área dispersa cuyas llaves no se sabe quién las tiene; pero se abre para acciones políticas, ampliados e incluso fiestas patronales o populares y no para el deporte organizado, sistemático y alentado por las autoridades de la comunidad; es más, a veces es un lujo pisar ése pasto o jugar bajo techo el deporte favorito, porque además hay que pagar el uso de la cancha, el arbitraje, las tarjetas de castigo. No es raro escuchar eso de que “para jugar hay que pagar”.
Las “canchitas” son bienvenidas en cualquier parte al igual que los coliseos bajo techo, lo que está haciendo falta es que se considere a esa infraestructura como una inversión y no un gasto; esto implica además tener una política municipal o comunitaria para su mantenimiento, su preservación, su cuidado y sobre todo el uso adecuado y de beneficio para la misma niñez, juventud y personas de toda edad que pueden practicar deporte.
Haría bien al recreo nacional que exista un seguimiento a niños y jóvenes que descollen en todas las áreas de ejercicio y que los “dueños” sean los municipios o gobernaciones de tal manea que los “pases” no sean negocio de vivillos como ocurre en la actualidad, así tendríamos un semillero de valores y además una especie de banco de datos para elegir a los triunfadores. El deporte no sería cuestión de camarillas y oportunistas, sino de gobierno y Estado.
Ahora no es cuestión de rasgarse las vestiduras de quién o cómo se construyeron esos coliseos y canchitas, lo cierto es que ahí están y necesitan actores propositivos para su uso beneficioso; hace falta apoyar, crear, fortalecer las ligas o liguillas, asociaciones u otras organizaciones para fomentar la práctica muscular, ahora más que nunca que estamos faltos de representantes nacionales en todas las áreas deportivas, esto hasta en el fútbol, el más popular del deporte.
Cuando el avance de la sociedad hizo posible la participación popular y se crearon municipios y se les asignaron recursos económicos por el número de habitantes, lo primero que hicieron las autoridades ediles fue comprarse camionetas lujosas cuatro por cuatro para pasear a sus representantes, muchos los volcaron, otros enfrentaron procesos y no pocos pagan errores en la cárcel; luego vino el boom de la construcción de plazas, plazuelas, alguno que otro ambiente escolar y las “canchitas” de cemento; los negociados con los contratos estaban a la orden del día. Queda eso de: “el quinciño” porque el edil exigía el 15% del costo de la obra para su adjudicación.
Cuando algún mandatario nacional visitaba la comunidad, era gran cosa que regale algunas palas, picotas o azadones, no más de 100; pero el discurso era elocuente: engaño, mentiras y promesas de desarrollo, de industrialización de esto y de aquello. Si esas peroratas se hubieran cumplido, el país estaría hoy diseminada de industrias agrícolas y productivas en el altiplano, valle y oriente.
Ahora esas picotas y palas se trocaron por tractores, no debe haber un municipio donde no se tenga un tractor agrícola que se convierte en multiuso, adicionado a que también se lleva agua a lugares hasta hace poco inhóspitos; pero hace falta alentar la producción de tal manera que no sea dinero arrojado al viento ni se repita la experiencia de las famosas ONGs, que se limitaron a limpiar acequias; pero en los informes a los financiadores del Norte o de Europa se les mentía con que se había hecho kilómetros de captación de agua, sembradíos u otros, con apoyo de fotos montadas con campesinos harapientos; pero los dueños de las ONGs, viviendo en verdaderos palacios, es fácil verlos en las ciudades.
Las “canchitas”, los tractores, el agua y la energía eléctrica no pueden quedarse sólo como adorno en nuestras comunidades, hay que crear conciencia de inversión y producción; deporte, trabajo e iniciativas ascendentes es el ejemplo a seguir para ser más libres.
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