Opinion

LA FE FORTALECIDA
A ojos vista
Mario Mamani Morales
Viernes, 10 Julio, 2015 - 10:24

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El encuentro con la cruz, que es el símbolo más significativo de la religión cristiana, no fue grato con los habitantes originarios de esta parte del mundo, más bien fue cruento, a fuerza de la espada, el otro símbolo de dominación de los nativos, para obligarles a rendir pleitesía al rey de España que posteriormente significó el saqueo de las riquezas de los lugares sagrados que los indígenas tenían desde el Ecuador hasta el norte argentino.

Según la historia, más de cinco mil indígenas murieron aquel día de 1532, un sábado 16 de noviembre en Cajamarca, cuando el Inca Atahuallpa, en la entrevista sostenida con el español Francisco Pizarro, arrojó la biblia que le fue presentada como la Palabra de Dios.

Desde ese día en suelo americano se propagó la religión católica, se erigieron altares en todas partes y se construyeron miles de iglesias y santuarios; se asumieron los prestes para las grandes fiestas y la cerviz de los nativos fue obligado a doblarse frente al español, lo contrario era desobedecer a los mandatos divinos, so pena de recibir castigos inmisericordes.

Todo vestigio de otras deidades fueron destruidas, se quiso eliminar toda adoración que no fuera la cruz y la espada del apóstol Santiago, y así la religión católica llegó a consolidarse como parte del pueblo; mucho después se explicó que la salvación de los hombres era a través de la fe, que Cristo era el centro de la enseñanza bíblica y que dio su vida en la Cruz para salvación de los hombres, que el mensaje de Jesús de Nazaret era de amor hacia los semejantes.

Hasta hace poco los indígenas, los nativos de estas tierras no eran considerados semejantes de los íberos, eran más bien visto como seres inferiores, sólo destinados a la servidumbre, la peonada, la m’ita en los socavones, los siervos de las haciendas. ¡Se cometieron tantas injusticias en nombre de la cruz!

Hoy son nuevos tiempos, muy diferentes del pasado reciente, son millones de hombres y mujeres por cuyas venas corre sangre indígena, la misma que corrió como río en Cajamarca, que recibieron en Quito y Guayaquil, al máximo representante de la iglesia católica. Es que la cruz se quedó en el corazón de la gente expresada como fe, el don de salvación y mensaje de aquel Jesús que dijo que era más fácil que un camello pase por el agujero de una aguja a que un rico entre en el Reino de los cielos.

Suceden muchos cambios en esta parte del mundo, una reconciliación entre la iglesia católica y la gente que fue obligada a creer en ella; pero ahora lo hace de corazón contrito, con devoción, con fe, esperanza. Una fe puesta en el mensaje de Jesús, la salvación, la resurrección y la vida eterna.

Se prevé que serán otros millones de hombres y mujeres, con sangre indígena en las venas, que harán el recibimiento apoteósico al papa Francisco, sucesor de Pedro, el apóstol de Jesús que de obrero del mar fue convertido en pescador de hombres y sobre él se erigió la iglesia del Redentor.

Desde El Alto, pasando por La Paz y luego en Santa Cruz, la fe de millones de bolivianos será fortalecida, muchos volverán a creer, otros tantos serán reconciliados, la esperanza de la vida eterna será más real, las iglesias se volverán a llenar de creyentes, ¿seremos otro pueblo? ¿Cambiará nuestros corazones de maldad, de odio y rencor? ¿El abrazo de paz será duradero? ¿Ya no levantaremos fácil el dedo acusador hacia el otro? ¿Cobijaremos al sediento y al que sufre hambre?

Esa voz carismática, suave, dulce, el mensaje de la verdadera cruz que irradia el hermano Francisco, que hace brotar lágrimas de arrepentimiento, de emociones encontradas en los corazones más duros, debe obrar el milagro de recuentro entre bolivianos, para hacer juntos que nadie tenga que seguir buscando pan entre los basurales, duerma en la intemperie mientras otros se cobijen en palacios que han sido obra de los desprotegidos y explotados. ¿Será motivo de pensar en otra Bolivia? ¿Tendremos vida en abundancia?