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Un poco atrasados pero finalmente nuestros jóvenes estudiantes se incorporan a la pléyade de gente que tiene una computadora para su uso personal. El plan “quipus”, implementado por el gobierno, ya está en los colegios y no hay duda que la educación tomará otros rumbos.
Primero que es un desafío para los docentes utilizar este instrumento de trabajo como medio pedagógico y se debe asumir nuevas formas didácticas para aprovechar al máximo la potencialidad que tiene este equipo, no sólo para la adquisición de información sino también para generar nuevo conocimiento, es decir, hacer ciencia.
Nuestra debilidad es que los adultos de hoy, entre ellos las maestras y maestros, aún le tenemos temor a la “computadora” y son nuestros niños y jóvenes que se las saben todas, esto en el sentido de la manipulación, acceso a redes, sitios de juegos, envío de mensajes, páginas sociales, es decir, ellos están más inmersos en la “cíber era”.
Una cosa es cierta: la información no es conocimiento y conocimiento no es cultura, lo primero sólo no lleva a conocer el mundo, a la aceleración de la distancia; pero la cultura es algo propio, sistemáticamente adquirida y en ella continuará jugando un rol importante la escuela.
El trabajo docente, especialmente en educación superior, permite verificar que una de las grande debilidades del sistema es la enseñanza o aprendizaje de la matemática y lenguaje, consideradas como asignaturas troncales de toda escolarización, esta verdad es también respaldada por instituciones que tienen que ver con la medición de la calidad educativa.
Debido al uso generalizado de la computadora, tanto en la administración como también paulatinamente sucede en el comercio, y por otro lado, el analfabetismo por desuso, permite comprobar que no sabemos escribir, elaborar una redacción a “pulso”, escribir a mano. Ahí comprobamos que no usamos adecuadamente los signos de puntuación, no respetamos las reglas de acentuación, confundimos el uso de la “b” por la “v”, la “h”, etc. mientras que el Word en pantalla corrige automáticamente (no siempre) nuestros errores o lo subraya de rojo una palabra que no está en el diccionario.
Con la matemática ocurre algo similar. Con el uso de la calculadora se han dejado de lado los principios de la aritmética, es decir, el conocimiento, la base de razonamiento, la lógica que sigue…, sencillamente apretamos las teclas y obtenemos resultados. La situación se repite para la parte del álgebra, la importancia de las propiedades que la rigen, operaciones exponenciales, radicales, los logaritmos y hasta el cálculo superior. La máquina obtiene resultados, de manera rápida y precisa si se la alimenta con datos también precisos; pero ¿se está aprendiendo el razonamiento lógico? Probablemente este aspecto sea discutible, es mejor generar discusión.
En la era de la cibercultura en la que nos adentramos, no hay duda que se adoptan nuevos comportamientos intelectuales y culturales, el manejo del concepto de número y el internet, lo virtual, las generaciones actuales demuestran otras actitudes, muy diferentes a la era de la “tabla de logaritmos” la regla de cálculo o la ortografía intuitiva.
¿En esta era ya no será necesario enseñar ortografía? ¿Las reglas ortográficas suenan como algo del pasado? ¿Hacer la prueba del nueve ya no importa? ¿El concepto de los números arábigos o el conjunto de los números hasta llegar a los reales es cosa del pasado? ¿Directamente se irá a la computadora y ya?
Mientras tanto, en dependencias que se consideran respetables, en nuestras calles observamos avisos como “se nesesita domestica de buena precensia”, claro ahí la redacción no pasó por la computadora.
Ingresamos a la era de la cibercultura, el ciberespacio y la navegación, medios que son necesarios para enfrentar este mundo que nos lleva a la cultura global, acceder a la información en tiempo real; pero no nos da tiempo a la interpretación, sino sólo a la acumulación de la información considerada como poder.
Así como ingresamos al ritmo del avance tecnológico de la información y la comunicación, el desafío es formar docentes que estén al ritmo de estos tiempos de la cibercultura, por lo tanto, asumir el reto de cómo enfrentar el aula donde cada alumno tenga su computadora.
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