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“Junt’ucha” en el lenguaje popular significa un conjunto de personas reunidas para algún propósito, no siempre bien visto, juntadas casualmente en grupo; pero que no hacen equipo ni son sostenibles en el tiempo, más bien son fugaces luego de algún plan esporádico cumplido o no. La descripción se acomoda perfectamente a lo que se advierte en el escenario de la politiquería, próxima a las elecciones del 2014.
En estas junt’uchas no importan principios, ideología, consencuencia ni ideal, menos un pasado histórico o visión de país, lo que interesa es asirse del poder, a toda costa; vivir de la politiquería que es muy diferente a practicar la ciencia de la política.
Así, quienes se autodefinen como la “clase política”, comienzan a hablar bonito, con voz cautivador, dan la mano y saludan de acera a acera, poniendo énfasis en: “hermano”, (no en el sentido que se tribuye el MAS) entendido como el “voto” que solicitará después al transeúnte al que luego olvidará.
Lo que no existe es cómo solucionar el problema cotidiano de ganarse el pan de los millones de hombres y mujeres que no están en las junt’uchas; pero sienten que en el mercado no existe harina, papas, … ni dinero que alcance para llenar la olla que cada vez es más grande (o pequeña).
Los bolivianos vivimos subvencionados por el Estado: tenemos gasolina que pagamos no al precio real (porque si hay gasolinazo, se cae el gobierno), importamos harina, también ahora favorecida porque es el gobierno que compra afuera para abastecer al mercado a un precio irreal; el precio de la patata por la nubes y eso que dijimos que este año se tuvo una cosecha abundante de la papa. Conclusión: la seguridad alimentaria no es preocupación de las junt’uchas.
Ya es cotidiano escuchar voces de que Bolivia es dependiente en todo: “Hidrocarburos nos cuesta millones de dólares”, nos dicen los analistas junt’ucheros; pero nunca dicen cómo deberíamos atacar el problema, mirar de palco es fácil, además se hace coro al discurso de oponerse a todo, son los troskistas más renegados, que es igual a decir la derecha más recalcitrante.
El trigo viene de afuera, (no comemos ni siquiera nuestro propio pan), miramos como bienestar el mercado abastecido de manzanas argentinas o chilenas; falta que, como en otras épocas, tengamos papa también argentina o peruana (grandes pero hueco por dentro); pero a la vez nos ufanamos que Bolivia tiene una variedad y calidad mejor que otros países. Ni siquiera tenemos en la mesa familiar una mermelada de industria nacional, iniciativas para su producción existen, pero no hay junt’uchas que se preocupen de alentar este emprendimiento: ¡Les vale…!
¿Ha cambiado el país en el escenario político? ¿Se sigue con la politiquería? ¿No están corriendo a la derecha los que momentáneamente se subieron al carro de la izquierda? ¿No habrá quiénes están mirando de este lado correr hacia la vereda del frente? ¿Qué diría el Comandante “Che”, el de la Higuera, si viera que sus seguidores de ese tiempo hoy se convierten en aliados de sus asesinos? (No todos, por cierto), ¿Cómo es que hoy contumaces odiadores de los indígenas y el socialismo disfrutan del poder y tienen respaldo incondicional desde arriba? ¿No reina la corrupción, la mentira y hasta la falsificación de documentos y títulos para encumbrarse para escarnio del pueblo? ¿Las junt’uchas no son lo mismo aquí y allá?
¿Y los medios de comunicación masiva, qué papel cumplen en este escenario? ¿Río revuelto, ganancia de pescadores? ¿Año electoral, año de dividendos? ¿Que el Estado les dé plata a los partidos políticos para ser destinado a la campaña (propaganda)? ¿Qué medios caminan realmente junto al pueblo donde se mira con azoro el espectáculo de las junt’uchas?
De algo no hay duda: que en las próximas elecciones nacionales habrá gente que vote por consigna, sin pensar; pero la mayoría, que suman millones, ya no son los fáciles de convencer con el discurso de mentiras, adulaciones ni se arrimarán a las “organizaciones” y “agrupaciones”, pues se avanza en pensar con cabeza propia y se lleva a casa el pan diario, a base de esfuerzo y trabajo sin esperar que caigan las migajas de la mesa donde están los junt’ucheros.
Comencemos a producir nuestro propio pan.
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