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“¡Santiago y cierra España!” fueron la palabras que Francisco Pizarro gritó con fuerza de sus pulmones para atacar al ejército de Atahuallpa en el valle de Cajamarca, luego del fracaso en su intento de “catequizar” al monarca indígena por el fraile Vicente Valverde. Ocurría en noviembre de 1532, después que la Biblia fuera arrojada al suelo por parte del Inca.
El hecho histórico narrado con propiedad en la obra de Joaquín Aguirre Lavayén, reseña que Valverde presentó el mensaje bíblico, intentando explicar lo de “Dios, trino y uno” adicionado a un pequeño crucifijo de madera donde murió Cristo; pero que Atahuallpa no entendió jamás, menos iba a “adorar a ningún dios que es tres veces uno”; pero los españoles deciden imponer a fuerza del lenguaje de la cruz y la espada.
Valverde, en su afán de presentar el evangelio al monarca inca, le refiere además que debe obediencia al Papa, sucesor del vicario de Cristo, San Pedro; pero Atahuallpa se niega y responde con firmeza que “no obedecerá a ningún otro rey que arrebata tierras ajenas” y que sus dioses son el Sol y la Luna y que él es un Rey libre.
La historia después es bastante conocida: el sometimiento de los indígenas al poder del cristiano español, la mita en las minas, el pongueaje, la servidumbre, el avasallamiento de las tierras de los nativos, la adición al quéchua del “curaj guagua” (hijo mayor) y tanta calamidad soportada a nombre de Cristo.
Luego de 481 años la historia sigue escribiendo sus páginas. Ocurre que dos representantes de aquella realidad ocurrida en Cajamarca, vuelven a encontrarse: el Papa Francisco, vicario de Cristo en la tierra, y Evo, primer presidente indígena en esta parte de América usurpada por los españoles y lo que ellos representaban.
Europa, incluido el Vaticano, se nutrió con la riqueza extraída de América, especialmente de las minas del Cerro Rico de Potosí, multiplicado en miles los cuartos de oro y plata, ofrecido por Atahuallpa a Francisco Pizarro, (a cambio de su libertad) su cuñado además; pero igualmente aprobó su ejecución en su afán de apoderarse de las tierras y riquezas del Inca.
Hasta aquí el verdadero mensaje de Cristo, su esencia y significado espiritual no es tomado en cuenta. Ese Jesús de Nazareth se mantiene incólume en su Palabra para los pobres, los humildes, los “sin nombre” de estos tiempos, los “ninguneados”, su mensaje para quienes no “hacen cultura sino artesanía”, -para seguir la canción- .
El Papa Francisco representa ese mensaje, Evo, representa a los obreros pescadores que Jesús reclutó para ser sus apóstoles, caminó junto a ellos, durmió y compartió el pan con la gente más humilde de su tiempo y sigue siendo hoy. La historia es interesante.
El descendiente del hereje, como fue calificado Atahuallpa, hoy en amistad con el Papa, sin protocolos de besos en la mano, ni puestas de rodillas ni actitud de sumisión, sino sólo en el propósito de abogar por los pobres, pobres no sólo de cosas materiales sino más bien de espíritu, de cambiar la vida hacia un sentido verdadero de descolonización, de interculturalidad, porque en Cajamarca fue eso lo que ocurrió, encuentro de dos mundos; pero en la decisión de someter al otro, nunca se aceptó y respetó lo que creían, veneraban. Por el contrario, se dudaba si los nativos tenían alma.
El Papa Francisco, por su lado, al sólo adoptar el nombre para ejercer su papado, emitió un mensaje muy cercana a la luz del evangelio de Jesús de Nazareth , en la esperanza de que el mundo vuelva a creer en la Palabra, conmueve a propios y extraños, seguro que tendrá muchos detractores que a nombre de la Biblia y la Cruz hicieron más bien en estas tierras, lugares apartados para éstos y aquellos, tiempos de la colonia; pero hoy sí pueden compartir en la Mesa de Jesús.
Cuando se anuncia que el Papa Francisco llegará a Bolivia el 2016, sin lugar a dudas el mundo verá muchos cambios, es probable que el Vicario de Cristo más bien se pasee por los lugares donde están los pobres de América, los suburbios, se produzca así un verdadero encuentro de dos mundos. ¿La iglesia vuelve a sus orígenes?
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