Opinion

EVOLUCIÓN EN LA ESCUELA
A ojos vista
Mario Mamani Morales
Miércoles, 19 Octubre, 2016 - 10:24

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Por estos días se ve caritas sonrientes de los niños que ya cobraron el bono “Juancito Pinto”, otros esperan con ansias el turno para recibir los doscientos bolivianos anuales que el gobierno otorga como un incentivo a la permanencia escolar.

Las estadísticas escolares ahora son confiables, más del 90% de la población en edad de ir a clases está incorporada al sistema educativo. En secundaria se observan aulas llenas y nadie puede negar la incorporación de más mujeres. Eso de que “la mujercita no debe estudiar” quedó en el pasado. Anecdótico pero real.

La escuela muestra una evolución interesante: Infraestructura, matrícula , contenidos y formación del maestro han cambiado significativamente.

Un poco más de una década la escuela en las provincias y la periferia de las ciudades era de adobe, algunas con techo de paja, ventanas pequeñas y sin vidrios. Las “horas cívicas” se hacían en el patio lleno de sol, la tierra, el viento y todo lo demás. Cada lunes, para la iza de la Bandera, los niños conocían su lugar que por el trajín constante de la formación mostraba la huella como un hoyo.

Hoy el edificio escolar muestra una imagen diferente. No hay lugar en el país donde no haya un tinglado, aulas amplias, pizarrones acrílicos, una computadora por curso y su data para el trabajo del docente, los cuadros didácticos de las paredes quedaron para la historia; ahora se recurre a las tecnologías hasta con imagen de 3D, o en su caso se sale al patio, la comunidad, la plaza o los museos para que se conozcan las plantas reales, se estudie la raíz, la historia o la importancia de la matemática en la construcción de las ciudades y la ciencia.

Ya no existen los “alumnos fantasma”. Cuando niño asistía a la escuela diurna y nocturna, a ésta última más por jugar y salir de casa. Igual estaba registrado. El profesor llamaba una larga lista pero sólo estábamos en el curso no más de diez o quince. Varios de mis compañeros también asistían a ambas modalidades, conclusión: había doble matrícula y alumnos no conocidos en la nocturna.

Ahora con el “Juancito Pinto” se aplica un registro único, además computarizado, difícil que un niño o niña tenga doble inscripción escolar, por tanto, las estadísticas son confiables. La cobertura y permanencia tiene su lugar para el avance educativo en el país.

La formación docente también muestra cambios. No había tantas normales como al presente. Ingresar a una de ellas no era fácil, una vez adentro, los cursos de orientación eran selectivos, se aplicaban test, entrevistas y la evaluación era estricta para tratar de resaltar la vocación de maestro, título con el que se egresaba; ahora se ostenta la licenciatura y ni siquiera el mandil blanco para las alumnas  o el traje bien planchado para el varón son requisitos.

¿Qué del contenido en la escuela? Conocimos el libro blanco, rosado, azul; la teoría conductista, la constructivista, la importancia de precisar objetivos; la planificación estratégica, la motivación, el emprendedurismo y hoy el modelo educativos sociocomunitario y productivo.

Una cosa es cierta: en las últimas tres décadas, el magisterio organizado, como tal, no asumió para sí ninguno de los modelos; siempre en la oposición, con ciertos grupos a su interior que defendían una determinada política educativa como los asesores pedagógicos, los “sabios” del actual modelo o los “destacados” facilitadores de los cursos que se imponen a los docentes.

¿Cómo evalúa el pueblo a su sistema educativo? ¿Es de él o del gobierno? Es urgente un congreso nacional para evaluar a la escuela de hoy.

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S-181016