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En todo propósito para la educación se sostiene que se forma al hombre y la mujer de manera íntegra: en valores, convicciones, compromiso, patriotismo, solidaridad, ¿dónde está, entonces, esa persona que sale del sistema educativo formado con tan buenos objetivos? ¿Se lo ve a diario y en todas partes? ¿Están en el gobierno, en la iglesia, en el trabajo? ¿El deber y la ideología son prácticas a lo largo de la vida y en la sociedad?
A diferencia del sistema educativo, los medios de comunicación masiva abundan en informar a cada minuto sobre violaciones a menores, asesinatos, asaltos a mano armada, muertes por violencia, corrupción en la cosa pública, traiciones a partidos o agrupaciones políticas después de las elecciones para hacerse de un cargo, compra y venta de conciencias, nepotismo sin vergüenza, fraude y defraudación fiscal, coimas para alcanzar un favor…
Los seres humanos producimos valores que tienen relación con el logro de la riqueza material, íntimamente ligado a lo espiritual que es la fuente del desarrollo del hombre y la mujer, he ahí la gran diferencia con los otros seres que comparten con nosotros el mundo conocido, somos seres pensantes y por tanto, responsables de nuestros actos.
Al paso de una década y media de este siglo XXI, observamos que las condiciones socioeconómicas y políticas ya no son las mismas que en el pasado, el avance técnico-científico asciende a niveles nunca antes imaginados, lo que pasa aquí inmediatamente se conoce al otro lado del mundo y viceversa, la liberación del mercado es incontrolable, los hombres y mujeres batallamos por tener más, no importa cómo, pero jamás quedaremos rezagados frente al otro.
En este objetivo del tener se miente, engaña, traiciona, se mata física y moralmente al otro, se pisotean los derechos ajenos, se hace fraude para presentar documentos para concursos, llegar a un cargo aunque no se reúna los requisitos, se compran avales y sin ningún pudor se doblan las rodillas y o se adulan espaldas con descaro de la hipocresía: la cuestión es tener. Así se expresa la degradación moral del ser humano.
Esta forma de actitud es contrapuesta al ser, es decir, cuando una persona se responsabiliza de sus actos, toma conciencia de su realidad, responde de uno mismo, valora su comportamiento y es capaz de observar el proceder de los demás, es decir, primero advierte que tiene una viga en el ojo y se da cuenta que el prójimo tiene apenas una paja, esto es tener personalidad madura.
En estos tiempos lo que prima es la moral del tener, sólo se tiene en la mira el obtener beneficios, no importa a qué costo; así se pierde la integridad, ya no vale el esfuerzo, la lucha de llegar a la cima con sacrificio, de lograr satisfacciones materiales y personales en base a una realización del ser, esto está venido a menos.
La escuela, es decir, la educación se queda en miniatura frente a la realidad del mundo que hoy está globalizado, prima la competencia de obtener riqueza y poder de manera fácil. ¿Hasta dónde y cuándo será así?
Frente a la actitud del tener del hombre y la mujer de hoy, que además destruye su entorno, la naturaleza responde de manera dramática e implacable: más de dos mil muertos por la ola de calor en la India, otros miles de personas que sucumben frente al frio y las heladas en el norte, vientos huracanados devastan ciudades, volcanes echan fuego y lama a cientos de kilómetros a la redonda, ya no existen las cuatro estaciones del año que eran característica del tiempo hasta hace poco: llueve o cae nevada en el momento menos esperado: el avance del tiempo hace diferentes a la naturaleza y a sus moradores.
Los hombres, por nuestra moral del tener, nos destruimos por dentro y entre nosotros; a su vez, la naturaleza a la que hemos destruido por tener más y más, es una amenaza constante. ¿Dónde está el final?
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