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El negocio de la venta de ropa usada no es nuevo, en las ciudades bolivianas siempre hubo espacios destinados al comercio de estas prendas; pero en la actualidad se han convertido en el más rentable y están a la moda. Han crecido en espacio y en cantidad incontrolable.
Hace años apenas el comerciante ofertaba un pequeño promontorio de ropa de segunda mano, éstas generalmente eran recogidas de las casa “grandes” de las ciudades, es decir, su procedencia era nacional. El negocio aparece en los tiempos de la COMIBOL, a través de las pulperías.
Sucede que los mineros podían tener como “avío”, a cuenta de su salario, ropa que venía de Europa, especialmente en abrigos, con paño de primera, confección también de calidad y se afirmaba que eran prendas de la Segunda Guerra Mundial. Como eran de tamaño grande, se llevaba al sastre para la compostura y se lucía. Eran los últimos años de la década de los 70 del pasado Siglo.
Cuando el país fue convertido en el basurero de los países desarrollados, comenzó la invasión de los desechos de radioactivos y se habló que en el territorio boliviano se hallan enterrados elementos nucleares, se sabe dónde están pero nadie se preocupa en explicitarlos. No se debe olvidar que misiones militares extranjeras llegaban al país con cualquier motivo; no se controló ni verificó qué traían en sus sofisticados equipos que transitaban por nuestras tierras.
Luego vino la época de convertir a Bolivia en el cementerio de la chatarra: toneladas de desechos que ingresaban como autos, camiones y todo tipo de motorizados que en el país de origen ya no tenía posibilidad de circular: eran (lo son todavía) los autos chutos, negocio que engordó a no pocos dedicados al contrabando.
Actualmente recibimos los desechos de ropa que viene de Europa o Estados Unidos. Como no saben qué hacer con toneladas y toneladas de indumentarias, crearon verdaderas organizaciones a título de ayudar los “pobrecitos” de Sudamérica, especialmente Bolivia, para atiborrar los barcos con miles de contenedores que traían, y traen, con millones de fardos especialmente encinchados para clasificar la ropa vieja, trabajo que comenzó con las iglesias, católicas o protestantes, y no pocos organizaciones no gubernamentales, ONGs.
En el país de origen era una dádiva para los necesitados de estas partes; pero aquí los vivillos hicieron negocio abriendo los fardos, seleccionando lo mejor y vendiendo a los amigos, los conocidos. La ropa que tenía como destino orfelinatos, obras sociales, guarderías y otros fueron destinados a enriquecer bolsillos de los administradores, los jefes… seguramente no de todos; pero la ciudadanía los reconoce y sabe quiénes son y dónde están hoy.
En los años 80 del Siglo pasado el negocio ya era de provecho y se extendió a todas partes: gente que cruzó los océanos para convertirse en importadores de ropa usada, distribuidores al por mayor con mercadería que ingresa a Bolivia desde Arica o Iquique, con grandes depósitos en Sabaya, Carangas, Esmeralda, Huachacalla y otros sitios, además de rutas conocidas por los contrabandistas que saben muy bien del negocio.
Nadie puede negar que hoy sea el negocio más floreciente. En el mercado Kantuta de Oruro se oferta fardos que se identifican por el color y por los cinchos con que están asegurados: Premium, ropa nueva que es desechada en Europa o EE.UU. y que ya no se venderá por el cambio de temporada, 220 dólares el fardo puesto en Oruro; primera, prendas con fallas de fábrica y que se tiran en el país de origen pero en Bolivia se ofertan a 180 dólares el fardo; luego están los de segunda y tercera calidad, son ropas donadas por las iglesias y ONGs y que se transportan a Bolivia en contenedores, cada uno de estos tiene 500 fardos con 100 libras de ropa cada uno.
¿Bastará con prohibir la venta de estas prendas en Bolivia? ¿No será que con o sin la vigencia del D.S. 28761 este negocio es atractivo? ¿No están las boutiques de las zonas residenciales de nuestras ciudades atestadas de estas prendas? ¿Tendremos algún día nuestra propia industria para vestir? Se escuchan ofertas de los políticos.
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