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Se anuncia que la temporada de lluvias para este año llega a su final y se advierte que la época de frío invernal está a la vuelta de la esquina. Ya es imposible diferenciar con precisión las cuatro estaciones del año como ocurría antes. Según las predicciones el invierno será largo y crudo a lo largo y ancho del Continente.
Pese a la lluvia caída en el territorio boliviano se evidencia que no ha sido suficiente para acumular el líquido en los recipientes naturales o construidos por el hombre. Al concluir la temporada no se conocen desastres a causa de inundaciones o crecidas de ríos, salvo que uno y otro hecho esporádico a diferencia del pasado año cuando parte del oriente sufrió pérdidas en cultivos, ganadería y la fauna.
Vino después la sequía en muchas partes del territorio nacional ocasionando preocupación del gobierno. Se hizo noticia lo ocurrido en La Paz por ser sede de gobierno y porque además se afectó a la zona sur de la metrópoli, lugar que es habitado por lo más ricos de Bolivia; vaya uno a saber cómo sobrevivieron miles de otras familias pobres de la periferia y las zonas altas donde no llegan los carros cisterna con el líquido elemento.
En otros departamentos también hubo carencia de agua, especialmente en el área rural o dispersa. Muchos animales domésticos murieron en cantidades, la fauna nativa por instinto migró o murió en su hábitat. También se produjo la migración masiva de familias hacia los centros poblados por falta de agua. El último informe del INE que anunció que los bolivianos pasamos a ser más de 11 millones de habitantes, ratificó que el campo se despuebla; la gente vive en mayor cantidad en las ciudades.
¿Qué pasa con los recursos hídricos en lugares generalmente no conocidos? ¿De dónde fluye el agua que luego converge a los ríos que se encuentran en los mapas especializados? ¿Tenemos un inventario de nuestros recursos hídricos, validado y creíble? ¿Se tiene una política pública a largo plazo para afrontar los pronósticos que se hacen sobre la carencia de éste líquido a mediano plazo?
El agua se origina en las altas montañas. Las provincias Lípez, Quijarro, Frías y otros en Potosí tienen recursos hídricos similares que en el Silala, fluyen de los cerros, hacen su propio cauce y dan nacimiento a los ríos. Son vertientes poco o nada conocidos por los citadinos; sólo los habitantes a los pies de esas serranías los visitan y los han bautizado con nombres en su idioma ancestral como Phutina, K´asiri, Willa Kollo, Falsuri, Ñeque Willa, Uma Jalanta y muchos otros; pero esos mismos nativos son testigos de que el agua cada vez es escasa, comenzaron a cercar las vertientes para intentar sólo abastecer a su ganado y el consumo humano familiar.
Hace años el agua fluía potente de las montañas, existían lugares sagrados a los que era prohibido acercarse pero el líquido vital salía limpio y cristalino para irrigar los pastizales donde cogían alimento cientos de animales criados por el hombre como también la fauna andina.
Hoy muchos de estos lugares ya no tienen agua, aquellos riachuelos se han convertido en depósitos de tierra y arena, lugares donde se levanta el viento y golpea las rocas inmensas y juega con la paja brava que todavía se resiste a desaparecer por falta de humedad.
En días de calor en sol es abrazador, las temperaturas son altas como nunca en el pasado, los animales al igual que las personas corren a los arroyos; pero se encuentran con una pequeña hilera de agua donde ayer fue río. Sobrevivir es el desafío.
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