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No sé si usted recuerda los nombres de los senadores y diputados actuales que representan a su Departamento en la Asamblea Legislativa Plurinacional, yo, para ser honrado, no más de tres o hasta cuatro, no por ser parlamentarios sino porque son amigos que tuvieron el honor de ocupar un curul en ese Poder del Estado.
Me viene a la memoria que en la época electoral todos caminaron por las calles de nuestras ciudades, estuvieron en proclamaciones, hicieron su propia campaña, dieron la mano a todo el mundo y nos trataron de “hermano”, no siendo siempre del MAS-IPSP que hoy gobierna el país. Eso duró hasta que fueron posesionados y la actitud cambió.
No hay duda que disfrutaron del poder, no cobraron 30 mil bolivianos mensuales como dieta ni hubo reparto de dinero en los maletines negros por levantar la mano, (como ocurría en otros tiempos cercanos); pero se dieron el gusto de los privilegios: viáticos, vuelos aéreos pagados, hoteles de lujo según la ocasión, se empaparon de las adulaciones, no pocos comenzaron a mirar de muy arriba a sus electores, en fin, se pavonearon durante el tiempo de su mandato.
En enero próximo, la mayoría de ellos volverán a ser ciudadanos comunes y corrientes, pocos recibirán el saludo de respeto, de reconocimiento, con sus nombres escritos en las páginas de la historia: ¿puede mencionar a algunos? Lo más seguro es que sí tendrán su foto en algún lugar de las amplias paredes del Legislativo, es el recuerdo que exigen dejar.
No debe ser nada fácil bajarse del podio y recibir el desprecio de la gente, o por lo menos el ser ignorado en su pueblo después de haber alzado la cabeza más allá del cuello de la camisa, no se dieron cuenta que más temprano que tarde todo tiene su tiempo.
Muchos nunca volverán al lugar de su origen, a su ciudad ni departamento; se habrán consolidado lo que en el país conocemos como el “eje central”, pocos se quedarán en el aparato estatal porque se tomará en cuenta su aporte, su capacidad propositiva para el desarrollo al país, no todos deben ser simplemente los que a coro levantaron la mano a lo largo de este periodo.
De manera general, sencillamente la actual legislatura es célebre porque sus logros, o no se notaron o no se difundieron o no trascendieron para nada. En discurso, oratoria, ideas, debate, legislatura, trabajo político científicamente concebida, “p’ekeña” como dirían en aymara, “huma” en quechua, “cabecita” en castellano.
En épocas del neoliberalismo el Parlamento Nacional tenía buenos oradores, tanto del oficialismo y la oposición. En el discurso no se utilizaban despectivos baratos sino ideas, debate, proposición. Contenido pedagógico y hasta didáctico de una posición ideológica, de principios de línea política desde la extrema derecha hasta el troskismo. Se aprendía. Ambas Cámaras en el Legislativo formaban líderes, aunque después no pocos comenzaron a traicionar lo que predicaban.
Lo que se debe reconocer de la coyuntura actual es que se ha permitido el acceso al sistema político de grupos sociales históricamente excluidos de la corresponsabilidad nacional, allí están las ojotas y el poncho del pueblo, la pollera y la manta; pero el caudillismo no hace posible que ese recurso humano se convierta en actor de avance, de ideología y visión política creciente, estable y sostenible.
El liderazgo en las organizaciones sociales ha sido utilizado para el nepotismo, la corrupción, el pragmatismo personal engañoso con discurso emocional que enceguece para la consigna que es diferente al compromiso de convicción.
¿Qué se espera de los futuros miembros de la Asamblea Legislativa Plurinacional de Bolivia? ¿Están nominados los que deben estar? ¿Se prevé que surgirán los nuevos líderes que conduzcan el futuro del país? ¿Habrá más debate y pensamiento libre? ¿Cumplirán a pie juntillas lo que diga el dueño del Partido o Agrupación? ¿Volverán a verse guardatojos de minero sin estrenar en el trabajo del socavón?
La soberbia oficial debe ser considerada para la conducción del país, también el tener en sus listas a candidatos grises, muchos cuestionados por su ambición de poder y una práctica equivocada de hacer política, otros impuestos a dedo. Queda el desafío de ser diferente.
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