La Yapanet

EFECTO GASOLINA

Fátima López Burgos

Bolivia vive el efecto gasolina, inflamable, peligrosa e incontrolable y la población sufre las consecuencias.

Desde hace cinco años, los bolivianos advertimos la presencia de un nuevo lenguaje: las balas y la violencia.

Los medios de comunicación registran regularmente muertes inexplicables a las que denominan "ajuste de cuentas", la gente camina armada y cuidando la retaguardia, en este fuego cruzado hay disparos a quemarropa desde motocicletas, asaltos a plena luz del día, descuartizamiento de personas, situación que revela que el crimen organizado empieza a asomar en Bolivia.

El efecto gasolina es fácil  de advertir en la organización de mega conciertos y la llegada de artistas que hace algunos años atrás habría sido impensable, seguramente el costo de las entradas no cubre la totalidad de los costos, pero legaliza la operación y eso es lo que cuenta.

El efecto gasolina llegó a las escuelas y colegios en forma de indefensos sobrecitos con droga envueltos en papel de cuaderno que son vendidos a 10 bolivianos, por distribuidores a menudeo que deambulan por lugares próximos a los establecimientos educativos.

El octanaje de esta gasolina lleva plomo en las entrañas, a pesar de ello, la policía boliviana trabaja a puro olfato, con armamento obsoleto o armas descargadas, las estrategias militares se quedaron en las murallas de los cuarteles y allí permanecerán.

Esta mezcla tóxica de butanol, etanol y metanol, está llevando a los bolivianos a una violencia sin precedentes y un extravío sin retorno. La desaparición misteriosa de jóvenes que aparecen muertos y sin órganos, no es un antecedente menor.

Mientras Bolivia soporta el efecto gasolina, la Contraloría General de la República, a través de información pública incluida en la  web, registra un incremento en el  patrimonio de algunas autoridades de gobierno y eso en vez de ser una buena noticia convierte a los protagonistas en un blanco fácil y  vulnerable.

Para mitigar el efecto gasolina, lo mejor es vivir al día y rozando la huesuda pobreza.

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CAPACIDAD DE RESPUESTA

Fátima López Burgos

Hugo Moldis, durante un análisis de coyuntura confiaba a una periodista que el Gobierno, lamentablemente, no tenía capacidad de respuesta rápida ante los conflictos sociales, debido a que éstos crecen y se agudizan en dimensión desconocida.

Efectivamente es así, los problemas generados en Bolivia ingresan a una especie de cápsula del tiempo donde son congelados hasta que la protesta empiece a madurar y dicho en jerga popular, empiecen a pasar de castaño a oscuro. Los conflictos ingresan en una especie de trancadera interminable, donde se sabe cuándo empezó el conflicto, pero se desconoce cuándo terminará. Situación por la que los ciudadanos enfrentan lo que Moldis llama “pánico histórico”.

Los conflictos deben madurar al igual que los quesos finos para luego volcarlos y acelerar su maduración. Cuando el tema se cae de maduro, Bolivia TV elabora un spot publicitario para desinflar el conflicto refritando la historia oficial del problema. Rápidamente se redibuja un prontuario de los principales dirigentes para cuestionarlos; si el problema no se desinfla como se espera, se convoca por radio y televisión gubernamental  a los movimientos sociales para que organicen marchas paralelas y se enfrenten a los auténticos líderes.

La mentalidad plurinacional intuye que lo ideal es que los conflictos se desinflen solos. De generarse violencia, es lógico pensar que el conflicto no tardará en solucionarse, lo negativo de esta práctica es que meses después el problema volverá a ocupar la agenda pública, claro que lo hará con más fuerza y hasta las últimas consecuencias.

Los movimientos sociales son autónomos como el queso fresco, maduran en ambientes secos, si perciben que la temperatura del horno se dispara, improvisan una celebración ancestral.

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