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Pilares para toda sociedad y Estado. Solo en democracia se puede respirar el impulso de los derechos humanos. En dictadura se cercenan los derechos, también en sistemas totalitarios. Bolivia ha avanzado mucho en materia de legislación en derechos humanos. Desde la recuperación de la democracia, en octubre de 1982, hasta la Constitución Política de febrero de 2009, el paraguas de los derechos humanos se ha ampliado y tratado de cobijar a todos y todas.
La Constitución Política de 1967 apenas tenía siete artículos dedicados a los derechos humanos, la actual Constitución tiene más de 160 artículos, que implica que están consagrados y son de cumplimiento obligatorio. A ello se agrega las muchas leyes que han venido a reforzar el paradigma y lo establecido constitucionalmente en esta materia.
Sin democracia no hay derechos humanos, y sin derechos humanos no se vive en democracia. A 35 años de la recuperación de la democracia, son varios temas pendientes que están en el debate y que han marcado escenarios de abierta vulneración a los derechos humanos, tanto individuales como colectivos.
Y hay que asumir que el que viola derechos es el Estado, la empresa privada, las corporaciones, los grupos religiosos, las agrupaciones sindicales, cívicas, corporativas y también cada uno de nosotros. No es exclusividad del Estado y de sus diferentes niveles de gobierno, los que incumplen la norma y vulneran la Constitución Política en el capítulo de los derechos humanos. Sin duda, una de las intenciones mayores de perforar y violar a la Constitución es la exigencia que el Tribunal Constitucional se declare contra la propia Carta Magna. Recordemos que en tiempos de campaña por el Si o el No a la Constitución, quedó claramente sellada una frase: “Todo dentro de la Constitución, nada fuera de la Constitución”, de la cual me hice eco e incluso voté por el Si a la nueva Constitución.
Definitivamente esta democracia que la hemos conquistado, luchado, llorado, esforzado y muchos han muerto y han sido desaparecidos, tiene que ir ampliándose y fortaleciéndose, lo cual se lo ha venido desarrollando; pero que ahora en el marco de los derechos humanos nuestra Constitución no puede ser objeto de un plumazo o de que siete individuos pretendan imponernos sus caprichos, sin importarles que la ruta de la democracia es ancha, demasiado amplia y que el futuro de ella dependerá de nuestras acciones, actitudes, palabras y luchas.
La democracia somos todos y todas, no tiene dueños exclusivos, ni tampoco patrones, ni caudillos, porque fue el pueblo el que salió a las calles y se hizo golpear, el pueblo el que hizo huelgas y se hizo torturar, el pueblo que bloqueó y le tiraron gases lacrimógenos, el pueblo el que luchó y lo quisieron asesinar. Ese pueblo, también y ahora sabrá defender y preservar el sistema democrático.
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