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Cada 21 de julio se rememora un aniversario más de la trágica muerte del Expresidente Gualberto Villarroel López, el mandatario que recibió el dramático apelativo de “Presidente Colgado”, por el día en que una turba lo depuso del poder, asesinándolo y luego colgando públicamente su cadáver.
El mueleño Gualberto Villarroel nació en Villa Rivero, provincia de Punata, el 15 de diciembre de 1908, sus padres fueron Enrique Villarroel y María López Espinoza. Villa Rivero se precia de ser Cuna de Hombres Célebres, y Villarroel, con todas sus luces y sombras, es sin duda uno de los más insignes hijos que esta tierra ha tenido, por lo que su memoria se mantiene siempre presente en dicho pueblo.
Ingresó al Colegio Militar de Ejército en 1925, habiendo sido abanderado, desde entonces se vio preocupado por el destino de la Patria. En la Guerra del Chaco y con asiento en Villa Montes, fue Jefe de la Sección Claves del Comando Superior durante la primera mitad de la contienda. Esta Sección estaba a cargo de establecer y repartir entre los distintos fortines, las claves que se serían usadas para cifrar y descifrar las comunicaciones telegráficas y radiotelegráficas del Ejército boliviano para la coordinación de planes táctico – estratégicos de ataque y defensa.
Por informaciones que llegaban a través de espías en Buenos Aires reclutados por los diplomáticos bolivianos Casto Rojas y Julio Gutiérrez, bajo la dirección de Villarroel la Sección Claves hizo esfuerzos sobrehumanos para proteger la información sensible que viajaba a través de los cables telegráficos y el éter de la intromisión enemiga, sin éxito. Los argentinos ya tenían mucha experticia en lo que hoy se conoce como criptografía clásica, debido a que hubo un tiempo en los ingleses los enloquecían en ese orden, pues conocían todas sus claves y correspondencia diplomática.
Fue en ese juego del gato y el ratón que Argentina llegó a tener los mejores criptógrafos de aquel tiempo que, lamentablemente, jugaron en nuestra contra, y lo que Villarroel y la Sección Claves desconocían era que el problema no estaba en las claves que con tanto esmero pensaban y repensaban, sino en los propios sistemas criptográficos de sustitución y transposición usados en ese entonces. Los paraguayos tampoco estuvieron exentos de la intromisión de comunicaciones, pues a pesar de que en todo el territorio nacional no había una sola persona que ni siquiera pudiera intentar descifrarlos, los espías en Buenos Aires descifraron importantes telegramas al servicio de Bolivia. En general, con la criptografía clásica la intromisión enemiga a comunicaciones confidenciales la sufrieron también tiempo después los españoles en la Guerra Civil Española, y los japoneses en la Segunda Guerra Mundial.
Dejando la jefatura de la Sección Claves, Villarroel como parte del Regimiento Ayacucho 8 de Infantería actuó en las batallas de Cañada Strongest, Huirapitindi e Ibibobo. También estuvo en la épica y gloriosa defensa de Villa Montes. En 1935 fue ascendido a Capitán. En 1943 era Mayor y trabajaba como Subjefe del Estado Mayor del Ejército. Llegó a la presidencia a los 35 años mediante un golpe de Estado que derrocó al Gral. Peñaranda.
Todo quedó coartado el fatídico 21 de julio de 1946, cuando una conspiración política propició el asesinato del Presidente mueleño de ojos verdes y de apenas 37 años de edad. Ultimado, su cuerpo se dejó grotescamente colgado en un farol de la Plaza Murillo, junto a los restos de tres de sus colaboradores: Luis Uría de la Oliva (su secretario privado), el Capitán Waldo Ballivián (su edecán) y Roberto Hinojosa (Director del periódico Cumbre).
El autor es ingeniero e investigador histórico.
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