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Cuando el presidente de los EE.UU. de Norteamérica, Donald Trump, anunció como una posibilidad la opción militar contra Venezuela, recordó además en tono amenazante: “estamos en todo el mundo, tenemos tropas en todo el mundo”, demostrando que no es ningún secreto que esa potencia se considera el amo y sereno de todos los países del orbe.
Para ubicar sus bases militares, el Pentágono, tiene no sólo objetivos políticos sino fundamentalmente económicos. No cualquier nación es invadida, atacada o tomada, éste tiene que ser un país rico en recursos naturales que son de interés de los norteamericanos, especialmente de petróleo, gas natural, alimentos y otros. Para comprobar esta afirmación basta revisar históricamente qué países han sido el objetivo militar de EE.UU. antes y ahora.
Venezuela es un país rico. Tiene las reservas más grandes del mundo en cuanto a petróleo se refiere, recurso natural que es vital para la hegemonía que ostenta el país del norte y que consume diariamente. El país latinoamericano, además posee gas natural en cantidades enormes y de reserva capaz de abastecer una parte importante del mercado del Norte. Actualmente estos recursos son traídos allende los mares; pero Venezuela “está cerquita”, como dijo el presidente Trump. Sería iluso quien no entienda esta verdad.
No hay duda que por ser EE.UU. el país con la primera economía mundial, sigue siendo atracción de muchos, llegar a esa potencia y radicar, mejor si adquiere esa nacionalidad. Todos los días son millones de personas que quieren cruzar sus fronteras y no importa ser ilegales ahí dentro en la esperanza de labrarse un “mejor futuro”: el sueño americano.
Varios países latinoamericanos que aplaudieron la sanción económica impuesta a varios líderes políticos allegados al régimen actual de Venezuela, bajaron el tono cuando escucharon la amenaza de la “opción militar”, que en otras palabras significa invasión a la patria de Bolívar, un ataque directo al sueño del Libertador que era ver un Continente unido, como una sola nación, libre, soberana, con autodeterminación. Si ese ideal se cumplía, otra sería la historia, no sólo de América, sino del mundo.
Cuando se trata de Venezuela, no se dice toda la verdad a través de los medios masivos de comunicación, es decir, no se conoce la otra cara de la medalla. Por ejemplo: ¿Quiénes están en las calles en protesta contra la política económica y social que impera? ¿Venezuela es sólo la capital Caracas donde se originan las protestas? Si la mayoría de los venezolanos tendría hambre, no tendría medicinas, acceso a la educación, vivienda, condiciones de vida sino de lujo pero aceptables o mejores que en el pasado ¿duraría un día más el gobierno de Maduro? Recuérdese que es aplicable en todo el mundo esto de que: “la voz del pueblo, es la voz de Dios”.
Venezuela tiene 32 millones de habitantes. De manera “masiva y militante” acudieron cinco millones a emitir voto contra la Constituyente de Maduro. Y, ¿el resto no cuenta? ¿Cuántos son? ¿No son ciudadanos? ¿También no tienen qué comer o dónde vivir?
Para acallar las voces de apoyo a las sanciones a Venezuela, la Asamblea Constituyente aprobó adelantar las elecciones generales en ese país, será la decisiva, es decir, el pueblo acudirá a las urnas para demostrar qué tipo de gobierno quiere: o mantiene ser la nación que soñó Bolívar, libre y soberana, o acepta ser el segundo patio del país más poderoso del mundo.
Una posibilidad de adquirir de manera rápida la ciudadanía norteamericana es jurar lealtad o fidelidad a la bandera de los EE.UU., enrolarse a las filas de su ejército, invadir países bajo esa bandera. Se frustra esa posibilidad para algunos opositores.
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S-150817
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