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Mediocre made in SSXXI

Ivan Arias Duran

No me voy a referir a la genial obra de José Ingenieros (1877-1925)  denominada  “el Hombre Mediocre”. Prescindiendo de esa lectura de primeros años de ciencias sociales, hare una digresión libre sobre el tema. Pero, previamente, y para ubicarnos, buscando en los diferentes diccionarios uno encuentra que se  califica de mediocre a un individuo “que no es capaz de realizar actividades de manera satisfactoria o bien, que no se esfuerza lo suficiente para que estas sean apreciadas por la colectividad” (www.concepto.com) . La etimología de la palabra es  contundente: “el término mediocre proviene del latín “mediocris”, cuyo significado es “el que se quedó a media montaña”, haciendo referencia a aquellos que optaban por establecerse en un medio común y ser personas corrientes”(ídem)

 

 

Cuando estaba en colegio, el padre Pedro Basiana, jesuita de sepa, nos  reflexionaba sobre que lo peor en la vida es ser mediocre. Es decir, ser de la media. Un útil para nada. Ni chicha ni limonada. Muchachos, nos apuntaba, salgan de la modorra, de sus masturbaciones mentales. Viajen hablen con la gente. Atrévanse a ser distintos. A convertir lo cotidiano, en extraordinario. Pero, ante todo, no sean diletantes, especuladores de quinta, habladores de bar y revolucionarios de café. No hay peor cosa que los descafeinados, los acomodaticios de turno que siempre caen parados, porque el sentir el polvo de la realidad los aterroriza y mata. No sean mediocres! Nos gritaba.

 

Alguna vez usted se ha topado con un mediocre? Seguro. Los encuentra en cada lugar e instante, porque la mediocridad es acuosa y humeante; no deja espacio vacío. En estos tiempos modernos inundan y se han “apropiado” de las redes sociales como el Facebook y el twitter. El mediocre virtual, está seguro que los likes en sus mediocres razonamientos, lo convierte en referente o lo peor, en intelectuales de sepa. Son tan mediocres que, para no ser descubiertos en las calles, porque se los huele y siente a la legua,  se escudan en las redes. De esa manera, en vez  de salir a respirar el aire puro o sentir en carne propia lo que la gente siente y piensa, se aferran a su teclado para, por cada tecla, vomitar supuestas nuevas, innovadoras y revolucionarias ideas. Estos mediocres son los peores porque que están seguros haber nacido con pedigrí y, cual apóstoles, con una misión en la vida: joder al prójimo. Y cómo la hacen! No descansan!

 

Sin embargo, de todos los mediocres, el que más me preocupa,es el que, estúpidamente está seguro que su sombra, es resultado de su iluminación y no del sol, la luna o la vela de la vida. Son los mediocres del Siglo XXI que, para ocultar sus escasa serotonina,  se hacen pasar por, dizque, nueva intelectualidad. Para que se los tome en cuenta joden a otros, porque, sin ello nadie los viera, oyera o sintiera. Estos especímenes, disfrazan su mediocridad con un hediondo halo de  sabiduría. Escriben y hablan en todo lugar como los patos descargan en cada paso que dan. Creen que escriben bien sin darse que su huella es como la que deja el pato. En la intelectualidad disfrazan su incapacidad para mancharse las manos. Y solo se dedican a criticar. 

 

Pero, es mala  la crítica? No. Bendita, pues sin ella, nos quedaríamos más abajo de la media del mediocre. El tema es que los de “media montaña” critican desde su ombligo sin haber llegado a la cima. Es más, no aceptan que están en la media y porfían que están en la cumbre. Por ello, no son críticos, sino criticones de quinta. Si un señor  escribe sobre las bolas de tarzan, el mediocre, que no tiene bolas, criticara los autor sobre los pelos o pechos de chita. Es un desubicado total. Si el fulano habla sobre las dictaduras, el mediocre, orondo, “critico y profundo” dirá que las cosas son incomparables,  que hay plagios y que el sena se escribe con c y no s. Como decía, mi padre, en realidad los mediocres son los tontos útiles de los que los usan y de los que en la práctica. Como no tienen luces propias se las prestan de otros, porque son incapaces de jugárselas por algo.

 

Como bien me decía, el poeta y cantor, Cesar Junaro, parafraseando a Facundo Cabral, lo jodido de estos mediocres es que son miles y eligen presidentes, defienden que los poderosos se pasen por las criadillas las constitución y marean la perdiz para que el totalitarismo se ancle y nos domine. El mediocre es el hipócrita de hoy, el sepulcro blanqueado, del que nos hablaba Jesús hace más de dos mil años. Qué más nos pueden decir?! Gritará seguro el mediocre.

 

Ivan Arias Duran

Ciudadano de la Republica de Bolivia

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Erratas

Juan José Toro Montoya

Partamos de una verdad irrefutable: las redes sociales, particularmente Facebook, están haciendo pedazos al idioma. Los crímenes, de lesa ortografía, son diarios y cometidos a vista y paciencia de todos, con una impunidad pocas veces vista en la historia de la humanidad.

Los seres humanos fuimos lo suficientemente inteligentes para crear internet, donde pusimos una realidad virtual que está a la vista de todos —que no existe materialmente pero está—, pero no somos capaces de introducir filtros que sancionen los errores ortográficos en las redes sociales.

¿Que cuál es el problema? La aparición continua de palabras mal escritas en la internet, y que estas sea vistas repetidamente por las personas, particularmente los niños, provoca un obligado mal aprendizaje sobre su escritura. Así, si la palabra “coraje” es vista repetidamente con “g”, la mente aprenderá, solo por repetición, que su escritura correcta es “corage”. Por tanto, la ortografía está en crisis total y eso sí que da coraje.

Los gurús de la internet nos dicen que no se puede hacer nada y, mientras eso pasa en la nube, más abajo, en Bolivia, un servidor público es castigado por haber escrito “Viceprecidencia”, con tres “c”, en un formulario de la Biblioteca y Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional.

¿Una vergüenza? ¡Desde luego! El formulario estaba destinado al registro de investigadores así que se expuso a personas de todo el mundo. Una denuncia, precisamente por internet, puso el error al descubierto y el responsable deberá purgar una sanción equivalente al castigo que sufre Bart Simpson cada vez que se inicia un capítulo de su teleserie. Ya se ha escrito sobre el tema y yo no pretendo seguir echando leña al asunto.

Empero, tal vez sea necesario aclarar que, más que un error, aquello fue una errata; es decir, una “equivocación material cometida en lo impreso o manuscrito” (Diccionario de la Real Academia Española dixit).

Pese a que se trata de impresos, que permiten una revisión detallada de los textos, las erratas son más frecuentes de lo deseado debido a un fenómeno muy común de la atención humana. Tras casi 20 años trabajando en la edición de periódicos, en Correo del Sur primero y El Potosí después, sé que, en efecto, las erratas se deslizan pese a las revisiones más concienzudas. Eso se explica porque, con frecuencia, el cerebro deja de percibir objetos conjuntamente; es decir, uno ve palabras sin percibir los errores que estas tienen debido a una desconexión temporal con los niveles de conciencia. Eso se debe, generalmente, al cansancio y exceso de trabajo.

En una actitud de hidalguía que lo enaltece, el jefe del archivo y biblioteca del Congreso admitió su porción de responsabilidad en esa errata y pidió disculpas públicamente.

Creo, sin embargo, que, más allá de lo burda o fascista que pudo haber sido la sanción —pues así la definieron los intelectuales—, era necesario que se haya aplicado ya que el error no fue cometido en una cuenta personal de Facebook o en el periódico mural de algún establecimiento educativo sino en un documento oficial del Estado boliviano.

Los documentos oficiales son el rostro de un Estado y, por razones más que obvias, este debe presentarse de la mejor forma posible. Eso incluye evitar los errores o erratas, como en este caso.

Fue horrible ver “Viceprecidencia”, con tres “c”, en un documento oficial pero el responsable ya ha sido castigado.

¿Se imaginan lo horrible que es ver, diariamente, horrores ortográficos en las redes? Lamentablemente, nada ni nadie los sanciona.

 

  

 

 

 

(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

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¿A quién creer?

Gary Antonio Rodríguez Álvarez

¿Qué haría Ud. si alguien le ofendiera? ¿Ofendería igual a esa persona? Si le amenaza o hace daño…¿la afectaría igual? Si mintiera sobre Ud. o sugiriera que lo deben secuestrar, ¿qué haría? Gandy dijo que de aplicarse el ojo por ojo, el mundo quedaría ciego.

De verdad, deja mucho que desear el proceder de algunos colectivos y activistas que en su desesperado afán de imponer “su” verdad, optan por la agresión y el engaño.

Creen tener el derecho de mentir, atacar, difamar, urdir mitos e historietas como si el fin justificara los medios. Tienen el corazón duro, lanzan la piedra y esconden la mano, como si no hubiera un Dios que lo mira todo. ¡Cuántos urden sus planes desde el anonimato, arruinan paredes con su infame grafiti y usan las redes sociales y la retórica para hacer prosélitos! Cuántos atemorizan porque en su inopia, ellos mismos están atemorizados…

Este tipo de activismo, vestido de verde, con cara de pobrecitos, intelectuales y niños-bien, atañe a quienes vociferando y dándose cuerda entre sí parecen querer que la gente siga muriendo de hambre y pobreza, mientras ellos…¡vaya que viven bien!

Se oponen a los alimentos genéticamente mejorados y dicen defender la naturaleza -como el actor Mark Ruffalo- pero fuman públicamente y envenenan el aire afectando con su vicio la salud de inocentes fumadores pasivos, niños incluidos. Los hay también como Julie Delpy, otra actriz que va contra los alimentos genéticamente modificados diciendo que consume lo natural pero -como Ruffalo- fuma también, aunque aclara que solo fuma ¡tabaco orgánico! Está documentado y es motivo de burla pública…

Hablan las cosas a medias, tuercen la verdad, dicen manejar información científica pero no estudian y amedrentan en base al miedo. Estos “capos” de la crítica violenta -a quienes les sobra el tiempo para hacer memes, decir tonterías y traslucir la frustración que existe en sus corazones- osan hablar por los agricultores como si los representaran, cuando varios de ellos parecen más activistas comerciales, queriendo defender su negocio.

¿Cuántos pobres más deberán morir para considerar esto un crimen de lesa humanidad?, cuestionan 123 Premios Nobel a Greenpeace -el “papá” de tales activistas- argumentando que la evidencia científica ha demostrado que los alimentos transgénicos son tan o más seguros que cualquier otro.

Si la vida de su hijo dependiera de la opinión de esos activistas versus la de los mejores 123 profesionales del mundo en Física, Química y Medicina…¿a quién creería Ud.?

(*) Economista y Magíster en Comercio Internacional

 

 

Santa Cruz, 24 de mayo de 2017

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Indígenas
El oficialismo criticó a la oposición por hacer uso de las redes sociales para una "guerrea sucia". Pero también cuestionaron que se haya desinformado a la población mediante ellas, en específico con el caso Zapata.