Derechos de mujeres

Género
Un promedio de 10 o más pacientes ingresan diariamente al Hospital de la Mujer con infecciones severas, hemorragias graves o, en el peor de los casos, con perforación de útero.
Política
Desde el año 2009 la Fundación World Future Council concede el premio Future Policy Award a las mejores políticas existentes en torno a diferentes temas. Este año 2014 el tema elegido fue la eliminación de la violencia contra las mujeres.

LA LEY NO ENTRA EN EL VIENTRE

Andrés Gómez Vela

Lo que más llamaba la atención de Serafina, que en días más iba a cumplir 15 años, era su lunar en la parte izquierda de su labio superior. Cuando reía adquiría vida propia y se ponía a tono con sus ojos negros como noche sin estrellas. Gran parte de su vida transcurría con sus amigos y amigas del colegio particular, donde también estudiaba Mauricio. Un fin de semana, planificaron una pijamada más.

Ambos vivían desde hace rato un flirteo a escondidas. Aquella madrugada de verano sus cuerpos se empalmaron en un inédito diálogo. Con el tiempo el imán carnal era irrestible, hasta que quedó embarazada. Al enterarse, padre y madre se lanzaron culpas y al final decidieron por su hija para evitar el “qué dirán”. Desde aquel día, Serafina tenía el alma en el fondo de un abismo, su cuerpo parecía un pesado bulto que había que cargar como una cruz. Una mañana, casi como todos los días, Mauricio la esperaba en la puerta de su casa mientras jugaba con su celular. Se le partió el cuerpo cuando un bulto cayó justo a sus pies. Era el cuerpo de Serafina que había saltado desde el tercer piso arrastrando su depresión.

Adrián, de 19 años, tenía una cara con un gesto congelado después de haber chupado el limón más agrio del mundo. Sin embargo, era el chico más dulce del pueblo, amable, respetuoso, trabajador. De esos detalles se enamoró la treintona Maruja pese a estar casada justo con el primo hermano de Adrián. Era un amor imposible en teoría, pero se hizo posible en la práctica, cuando ella y él se quedaron cosechando trigo hasta tarde. La naturaleza reprimida se rebeló al primer toque accidental y ambos cuerpos rodaron sobre el pasto seco y levitaron.

Después de la gloria, se sintieron pecadores. “Estás como asustada, ¿pasó algo?”, le preguntó su esposo en casa. “No”, respondió y se refugió otra vez en sí. Al día siguiente, Maruja volvió a su cotidianidad, pero nunca iba a olvidar la tarde de otoño en el trigal. Se le borró la sonrisa un martes cuando se percató que tenía un retraso de cinco días. Lo tomó como normal. Pero, inmediatamente recordó que de ella era infalible. Por Dios ¿qué hacer? Su marido, un ser casi insignificante para sus pretensiones iba a “matarla”. Nada sería eso, su familia la condenaría y el pueblo no la bajaría de puta. ¿Debía contarle a Adrián? ¿Debía tener el hijo o hija? Ella decidió, Adrián nunca se enteró.

Martha había sido elegida reina de su colegio. A sus 16 años tenía un cuerpo de sirena y acaparaba miradas varoniles. Algunos giraban su cabeza hasta 90 grados para admirarla, entre ellos su “profe”, que se deshacía en atenciones. Ofrecía desde helados hasta clases a domicilio. Una tarde ella apareció en casa del “profe” para pedir auxilio en matemáticas. De la materia muy poco, ambos se pusieron a charlar de sus vidas. La adolescente no disimulaba sus buenas vibras hacia a su “profe” de 25 años. Luego vinieron más tardes de charlas, clases, confianzas, caricias y besos. Su primera vez dio paso a las otras veces. Los días de felicidad acabaron abruptamente con una pregunta ¿cómo pudo pasar, si nos cuidamos como él decía? 

Asustada habló con su “profe”. Él no dudó: debía nacer el bebé. Decidió enfrentar a su papá y mamá, quienes, sin embargo, al enterarse obligaron a Martha a cortar la relación y el fruto de esa relación. La cambiaron de colegio para cuidar el “buen nombre”. Atemorizada acató. Cinco años después, ella no se explica aún cómo no pudo decir no. Hoy es esposa, precisamente, de su “profe”, quien la ayuda a superar esa etapa con paciencia.

Mireya y Federico se conocieron en el trabajo a sus 32 años. Ambos libres de sentimientos. Primero salían en grupo, luego los dos. Primero aceptaron ser amigos con derechos, luego terminaron conviviendo. Existían entre el trabajo y la casa. Su relativa tranquilidad terminó entrando al octavo mes de pareja, cuando asomó un tercer ser. Ella no quería, él sí, pero al final terminó apoyando a su compañera.

Estas historias transcurrieron en silencio por las páginas del Código Penal, que penaliza el aborto, salvo en casos de violación. Ninguna de ellas está en la cárcel porque la ley no entra en el vientre de una mujer.

icono-noticia: 
Género
“Hay muchas leyes todavía que nos ha sobrado y que están también trabajadas, dentro de eso se va a realizar un plan de cronograma y la primera que se va a tratar en la bancada es la Ley Integral contra la violencia hacia la mujer”, dijo Tejada.

AUTONOMÍA DE CUERPO

Andrés Gómez Vela

Hasta antes de la Primera Guerra Mundial las mujeres en el mundo no votaban, es decir, no eran parte de la vida democrática de un Estado porque no elegían a las personas que iban a administrar su futuro y menos podían ser elegidas. No sólo eso, en gran parte del planeta, muchas de ellas tampoco podían elegir al hombre de su vida, estaban condenadas a ser elegidas por los hombres que precisamente no eran el amor de su vida. 

Mientras esto sucedía en el mundo, en Bolivia se aprobó el voto universal recién con la Revolución Nacional de 1952; desde esa fecha las mujeres pueden elegir, pero aún no eran elegidas al menos aquella vez, no porque estaba prohibido legalmente, las estructuras mentales y patrones sociales lo impedían. Al igual que en el mundo, en el ámbito de las relaciones de pareja, gran parte de las mujeres que vivía en el país no tenía autonomía económica ni política ni social, por tanto no gozaba de autonomía de cuerpo, lo que significa que no podía elegir a la persona con quien quería compartir su vida y su intimidad. En otras palabras, no ejercía sus derechos sexuales y en muchos casos era objeto de placer, pero no sujeto de placer; podía ser exigida y tomada, pero no exigir ni tomar.

Como el derecho es el reflejo de una sociedad, no se castigaba la violación en los términos que hoy se conoce. Hasta casi finales del siglo XX, como forma de solución podían transar el violador y la víctima en un descomunal desconocimiento de la autonomía de cuerpo de una mujer y en una especie de vergonzosa práctica de legitimación de la violencia sexual. 

Mientras todo esto sucedía en las ciudades, ¿qué pasaba en el área rural? Cuando a finales del siglo pasado balbuceaba la igualdad de género en las urbes, en el campo el chacha-warmi (hombre-mujer) no era ni discurso, por ello las mujeres no podían ir ni a la escuela, ni eran elegidas autoridades. Como reflejo de esta vida sociopolítica, la mayoría de las mujeres del campo eran casi objeto y no sujeto de derechos, ergo no tenían autonomía de ninguna naturaleza, menos de cuerpo, estaban sometidas sexualmente al hombre que no se ocupaba del placer de ella sino sólo de él. En otros términos, para una parte de las mujeres del campo, incluso de la ciudad, el sexo era simplemente reproductivo, no era nada placentero; era un acto de sometimiento y no un acto liberador.

En este marco, recuerdo que en las fiestas grandes de algunos pueblos del área rural de Potosí y Chuquisaca, además de farras descomunales, se producían violaciones que quedaban impunes o eran “resueltos” casando al abusivo con la abusada. Es más, el rapto de una mujer era casi normal debido a que los códigos del flirteo no siempre eran reconocidos por los padres o las parejas. También era muy común embriagar a las mujeres para poseerlas, incluso con la complicidad de las propias mujeres. Probablemente eran casos aislados, pero también muy comunes y aceptados.

Toda esta explicación tiene el propósito de contextualizar lo que sucedió en la Asamblea Legislativa de Chuquisaca, mas no de justificar. Fue un delito cometido por una persona con prácticas arrastradas de hace años, pero con un componente desconocido para su grupo social hasta hace tiempo: el abuso del poder político. Es probable que si el hecho hubiera sido cometido por Domingo Alcibia en otro tiempo, hubiera pasado desapercibido, pero no ahora, cuando la mujer puede ser elegida como autoridad y elegir a su pareja como mujer, además de tener autonomía de cuerpo, al menos legalmente.

Sin embargo, ¿habrá cambiado en algo la realidad de la mujer en el campo? ¿Será cierto eso del chacha-warmi o es un mero discurso que sirve para camuflar los peores abusos contra la mujer? 

icono-noticia: